EL MUNDO › OPINION
› Por Oscar Laborde *
Nos encontramos con una película que ya hemos visto, en donde los actores principales son prácticamente los mismos y los escenarios ayer fueron Irak y Libia, y hoy es Siria.
No estamos frente a una parodia, sino ante la repetición de una tragedia que ya costó la vida a 650.000 civiles iraquíes y ahora un ataque militar que puede terminar desencadenando un conflicto regional de incalculables consecuencias.
El relato se repite. Se habla de la presencia de armas químicas y de arsenales ocultos. Hay que recordar que el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein estuvo sustentado en este argumento que jamás pudo ser probado por los expertos internacionales, con un posterior reconocimiento de que tales armas no existían.
La ONU no ha podido corroborar con su delegación en Siria que el gobierno las posea y las haya utilizado en la población civil. Sin embargo, las grandes cadenas mediáticas, la derecha norteamericana y el propio gobierno de Estados Unidos vuelven a repetir las consignas y presentan al presidente sirio Bashar al Assad como un nuevo exponente del eje del mal.
En realidad estamos, nuevamente, frente a una cuestión de geopolítica por la ubicación de este país en Medio Oriente y en el repetido olor a petróleo que se desprende de cada declaración que el Departamento de Estado realiza.
Ahora ya no esperan el apoyo de la OTAN, resoluciones de la ONU, o una adhesión de sus históricos aliados; directamente, anuncian por los medios de comunicación el ataque.
Los negocios, el apoyo mediático y la estructura militar siguen siendo el componente principal de la política de dominación de Estados Unidos; con el complemento de una estrategia de espionaje informático en donde no reconocen enemigos o aliados: en Alemania o Brasil, desde militantes sociales a presidentas de la Nación.
El gobierno nacional ha adoptado una posición clara: “Las Naciones Unidas no serán eficaces mientras los poderosos crean que sólo los débiles deben cumplir sus resoluciones”, y agrega: “Lo que Argentina jamás propondrá, ni avalará, es una intervención militar extranjera. El gobierno y el pueblo argentino no serán cómplices de nuevas muertes”.
Debemos ser conscientes de las consecuencias que esta acción del imperialismo norteamericano va a tener, no sólo en la región, sino sobre todo el mundo. Un Imperio que cruje en su estructura económico-financiera, pero apuesta a la opresión militar para sostener su poderío.
* Dirigente del Frente Transversal y presidente del Centro de Estudios del Sur.
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