EL MUNDO › FADHEL KABOUB, ECONOMISTA EGIPCIO DE LA UNIVERSIDAD DE DENISON, EE.UU.
El experto egipcio analiza el trasfondo económico de la crisis política del país tras la caída de Mubarak y el derrocamiento de Mursi. Egipto enfrenta dos grandes déficits: el energético y el de alimentos en un contexto de libremercado.
› Por Marcelo Justo
La proscripción de la Hermandad Musulmana este lunes y la detención de miles de sus dirigentes no hará nada por solucionar los problemas de fondo de Egipto. El gobierno islamista de Muhammed Mursi, derrocado por los militares el 3 de julio, tenía una cosa en común con la dictadura de Hosni Mubarak que en 2011 perdió el poder como consecuencia de un alzamiento popular: los dos gobiernos adherían al credo neoliberal. El actual gobierno de facto ha obtenido ayuda de los países árabes por 12 mil millones de dólares y ha logrado evitar el abrazo del Fondo Monetario Internacional, pero por el momento no hay ninguna indicación de que vaya a buscar una alternativa. Página/12 dialogó con el economista egipcio de la Universidad de Denison de los Estados Unidos, Fadhel Kaboub, sobre el trasfondo económico de la crisis política del país.
–¿Hay alguna señal de cambio de la política económica neoliberal que estuvo detrás de la caída de Mubarak y Mursi?
–No. Con el gobierno de Mursi ya teníamos una agenda neoliberal a ultranza, tanto de libremercado como de libre comercio. Su programa se basaba en la promoción del turismo, la empresa privada, la inversión extranjera y la apertura comercial. Al igual que Mubarak, el acento estaba en salir de la crisis por la vía exportadora y para ello se necesitaba inversión extranjera para atraer, por ponerle un ejemplo, a compañías textiles con el anzuelo de una mano de obra ultrabarata. El actual gobierno no es tan explícito porque no sabe cómo puede reaccionar el pueblo. Han sido más cautelosos y recibieron bastante ayuda de Kuwait, Arabia Saudita y la EUA, lo que les permite evitar al FMI. Sin ellos, el banco central egipcio estaría en la quiebra.
–Muchos países buscan salir de la crisis por la vía exportadora. ¿Por qué este modelo es tan perjudicial para Egipto?
–El problema para países en desarrollo que no pueden competir con las naciones desarrolladas es que cuanto más uno abre la economía y busca acelerar las exportaciones, más se terminan acelerando las importaciones. Es lo que pasa en Egipto con su déficit comercial, que se ha disparado desde que comenzó la apertura con Mubarak. De manera que para hacer un ensamblaje, necesitamos importar una cantidad enorme de materia prima, tecnología y otros bienes. En Egipto todo esto es más agudo porque tiene además dos grandes déficits: el déficit energético y el de alimentos. Egipto es el primer importador de trigo y está entre los cinco primeros de maíz. Necesitamos moneda dura para comprarlos en el mercado internacional. Los precios altos que se venden en los mercados, terminamos importando inflación. Esta inflación de los precios de los alimentos ha sido una de las fuentes de estas protestas.
–Pero el modelo previo tampoco consiguió resolver los problemas de Egipto.
–Con el sistema estatista previo había una especie de acuerdo tácito entre el dictador y la población, en el que el gobierno proveía una relativa prosperidad y una razonable seguridad social a cambio de que la población no protestase por la falta de libertad. Ahora tenemos una política neoliberal que está golpeando a las clases media baja y a los más pobres y profundizando la desigualdad. Pero además, no tenemos ni democracia ni libertad. El acuerdo fue roto. Eso aceleró la crisis política.
–En su trabajo, usted habla de un problema estructural de balanza comercial deficitaria. Egipto exporta menos de lo que importa y hasta ahora se ha endeudado o dependido de ayuda para resolver este déficit. ¿Qué otra salida hay a pedir prestado, sea a los países árabes o al FMI?
–El problema no va a desaparecer pidiendo dinero. La única manera de eliminar el déficit de alimentos es incrementar la producción doméstica. Esta es una estrategia a largo plazo porque implica un cambio cultural en el que se puedan suplantar los productos que importamos por cosechas de productos egipcios. Necesitamos una política integral en materia alimentaria, agrícola, medioambiental, de vivienda. Todo esto ni siquiera se está pensando. Podemos salir de un cuello de botella este año, pero la deficiencia estructural de alimentos va a suceder el año que viene nuevamente, no importa cuánto dinero obtengamos este año de los países árabes o el FMI.
–Pero ése es el problema. Egipto necesita dinero ahora para solucionar su déficit alimentario, no puede esperar a que estas políticas de largo plazo den resultado. Por eso pide prestado.
–Es cierto, pero la política de plazo ni siquiera está planteándose. Cuando negociamos estos préstamos con Arabia Saudita, EUA y Kuwait necesitamos hacerlo pensando en las soluciones a largo plazo como la inversión en energía o en productos agrícolas egipcios. Los préstamos tienen que estar también vinculados con este plan. Por eso hablo de soberanía financiera. Tenemos que recuperar la capacidad de imprimir dinero y controlar nuestra deuda y nuestras inversiones, algo que la política neoliberal no permite.
–Una parte del problema de las cuentas de Egipto es la deuda externa que usted dice que debería declararse “odiosa”. ¿Esto seguiría el modelo de Ecuador?
–Exactamente. La idea de deuda odiosa tiene más de cien años y se basa en que si una deuda ha sido contraída sin que el pueblo la haya respaldado es una deuda ilegítima si el dinero prestado no benefició al pueblo sino a la elite gobernante y si el que prestó sabía de qué manera se iba a utilizar el préstamo. El tema es que en la práctica se necesita un respaldo internacional muy fuerte para poder avanzar en el tema o una fuerte posición ideológico-política. Si Estados Unidos lo apoya no hay problemas. Fue lo que pasó con la deuda de Irak después de la caída de Saddam Hussein, cuando Estados Unidos presionó a los países de Medio Oriente para que aceptaran la cancelación de la deuda iraquí.
–Si el actual gobierno sigue con la misma agenda neoliberal, ¿va a tener el mismo destino?
–Si no cambiamos de curso, se repetirá la historia. La crisis política agrava esta situación porque la agenda neoliberal se apoyaba mucho en el turismo y la inversión extranjera que se han visto seriamente afectados por la represión y la violencia.
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