EL MUNDO › DOCUMENTO SECRETO
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Las fuerzas armadas deberían evitar las ceremonias de repatriación de soldados caídos y usar más mercenarios y tropas de elite para neutralizar el rechazo a conflictos armados que existe en la opinión pública británica desde las guerras de Afganistán e Irak. Según un documento del Ministerio de Defensa publicado ayer por el matutino The Guardian, el gobierno debería “lanzar una campaña constante y clara para influir en las áreas más importantes de la prensa y la opinión pública” buscando recuperar el apoyo popular que existió en la guerra de Malvinas y en Irlanda del Norte. El documento aconseja “reducir la sensibilidad pública a las consecuencias inherentes de una operación militar” e “inculcar la idea de que el servicio implica sacrificios y que estos riesgos fueron asumidos con plena conciencia”. Una manera de atenuar esta sensibilidad es disminuir el número de caídos: el informe recomienda hacer un mayor uso de los vehículos de combate no tripulados.
Otra vía es cambiar la “proporción” de los caídos. En esta particular evaluación de los riesgos, el Ministerio de Defensa británico estima que una cosa son mercenarios o miembros de fuerzas especiales como el SAS y otra el de fuerzas regulares. En este último caso, el impacto público es mucho mayor y comienza cuando los medios dan a conocer la identidad del caído, que suele rondar los veintitantos años y tiene en la foto una expresión luminosa cargada con toda la desolación de la muerte. “La gente resiste mucho mejor la muerte de fuerzas especiales. La caída de 19 efectivos de las SAS en las Malvinas no generó revuelo”, asegura el documento.
El infierno más temido del Ministerio de Defensa es la repatriación de caídos y su despliegue público en los medios, desde la llegada del ataúd al aeropuerto hasta el paso del coche fúnebre con gente en las veredas arrojando flores y llorando, todo implacablemente transmitido por los noticieros. Entre 2007 y 2011 unos 345 efectivos militares británicos murieron en combate y fueron repatriados con todos los honores. El informe del Ministerio de Defensa sugiere ceremonias menos vistosas y dramáticas.
La idea generó indignación entre los familiares, que la calificaron de “brushing the deaths under the carpet” (barrer los muertos debajo de la alfombra). “Combaten y dan la vida. ¿Por qué tenemos que esconderlos? Sería francamente escandaloso”, señaló a The Guardian Deborah Allbutt, cuyo marido, Stephen, murió en Irak.
La necesidad de preparar a la opinión pública y convencerla de la inevitabilidad de la intervención militar es el hilo conductor del informe. “Históricamente, una vez que la gente está convencida de que el conflicto les incumbe, están dispuestos a respaldar una guerra con todos sus riesgos”, señala el documento.
Las Malvinas e Irlanda del Norte son los casos citados como ejemplos de esta efectiva preparación de la opinión pública. Afganistán e Irak son el ejemplo contrario. “La gente está mucho más informada y nuestros oponentes son mucho más sofisticados en la explotación de información en Internet. El resultado es que convencer a la nación se ha hecho mucho más difícil, pero no por ello menos esencial”, indica el informe.
El documento del Ministerio de Defensa es de 2012 y fue obtenido por The Guardian gracias a la Ley de Libertad de la Información. Unos diez meses más tarde, en agosto, el primer ministro David Cameron (foto) pagó el precio político de desoírlo cuando su intento de embarcar al Reino Unido en la aventura militar en Siria fue derrotado por una votación en la Cámara de los Comunes en medio de un escepticismo generalizado.
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