Dom 20.10.2013

EL MUNDO  › HOLLANDE PERMITIO EL REGRESO DE LA JOVEN KOSOVAR EXPULSADA DE FRANCIA CUANDO VIAJABA EN MICRO ESCOLAR, PERO SIN SU FAMILIA

Golpe político cargado de cínico oportunismo

La decisión presidencial es de una aberrante crueldad: el jefe del Estado autorizó el retorno de la niña, pero “sólo ella”, siempre y cuando la adolescente presente “una solicitud para volver y seguir estudiando”. Los intereses electoralistas en juego.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Un golpe político estratégico, de una inhumanidad tendenciosa que convierte al socialismo francés en una caricatura de sí mismo. El presidente francés, François Hollande, anunció ante la televisión que permitía el retorno a Francia de la adolescente Leonarda Dibriani, la joven kosovar de 15 años expulsada a principios de octubre junto a sus padres y sus 5 hermanos en condiciones controvertidas. La decisión presidencial es de una aberrante crueldad: el jefe del Estado autorizó el retorno de la niña, pero “sólo ella”, siempre y cuando la adolescente presente “una solicitud para volver y seguir estudiando”. Hollande le planteó a la joven una decisión descarada y dolorosa: que elija entre Francia y su familia. En una entrevista con el canal BFM, Leonarda Dibriani le respondió casi de inmediato: “No iré sola a Francia, no abandonaré a mi familia. No soy la única que va a la escuela, están también mis hermanos y mis hermanas”.

Leonarda Dibriani fue expulsada de Francia cuando llevaba más de cuatro años viviendo con su familia y una vez que se agotaron todos los medios para legalizar la situación. La expulsión era legal pero el debate se desató cuando se supo que la policía la fue a buscar al autobús escolar en el que viajaba junto a todos sus compañeros de clase. “No me esperaba eso de Hollande, creo que el presidente no vio bien nuestro informe. No hizo bien su trabajo. ¿No tiene corazón para acoger a esta familia? ¿No tiene piedad?”, preguntó la joven. ¿Piedad? ¿Cómo va a haber piedad con los inocentes? La piedad sólo existe para los impunes. Lo que sí tiene François Hollande es una clara idea de los intereses políticos que están en juego: la extrema derecha impuso su agenda a todo el espectro político nacional, los sondeos la ubican en el primer puesto para las elecciones europeas y municipales del año que viene y este caso sirve para demostrar que ser socialista no equivale a ser blando con los inmigrados. Los sondeos respaldan esa acción: una encuesta realizada por I Tele y Le Parisen muestra que el 65 por ciento de los franceses se oponen al retorno de Leonarda y su familia. Un caso ejemplar, para dar el ejemplo, del cual sale favorecido el ministro francés de Interior, Manuel Valls. Este responsable socialista sigue los pasos del ex presidente Nicolas Sarkozy. El antaño jefe del Estado forjó su popularidad y su legitimidad política durante los años en que ocupó el Ministerio del Interior e hizo de los extranjeros su trampolín electoral.

En su intervención, François Hollande presentó un paquete de medidas que incluyen una disposición para que “un alumno no sea detenido nunca más en el contexto escolar” así como el reforzamiento de la política en materia de asilo a fin de que se agilicen los trámites. Pero la máscara ya se cayó. La llamada izquierda hace y dice lo mismo que la derecha pese a haber prometido lo contrario. El socialismo vive de sus recuerdos y los vende bien durante las campañas electorales, pero gobierna con la misma mano que la derecha. Esta desgarradura entre los valores y la acción real martiriza la conciencia de muchos líderes socialistas. En materia de inmigración, basta con asomarse a los llamados “centros de retención administrativa” donde se arresta a los extranjeros antes de que la Justicia decida su expulsión para constatar la regresión de la socialdemocracia. Las audiencias judiciales se celebran en esos centros ubicados al lado de los aeropuertos. Uno de ellos, el de CRA du Mesnil Amelot, fue construido al final de una de las pistas del aeropuerto Charles de Gaulle. El rugido de los aviones ya es un anticipo de la sentencia. Se trata, de hecho, de una deslocalización de los tribunales que desemboca en una suerte de Justicia especial para los extranjeros. El proyecto le pertenece a la mayoría conservadora que perdió las elecciones el año pasado. Su realización final estuvo a cargo de la socialdemocracia. La cuestión de la inmigración se ha vuelto un rompecabezas imposible de componer. Las piezas se mezclan en una infinita confusión de valores, de miedos, de oportunismos políticos, de populismos modernos, de incapacidad en dictar reglas claras. La sociedad quiere muros, fronteras y protección. La distancia administrativa entre las intenciones y las situaciones tangibles es abismal: un extranjero que pretende que su familia se una a él tiene que esperar más de dos años la respuesta del Estado y quienes tienen incluso derechos adquiridos los ven pisoteados por la administración: los trámites para obtener o no el asilo político demandan dos años de espera, siempre inciertos en cuanto a su resultado final. La desigualdad es la norma. El caso de Leonarda Dibriani sintetiza todo el drama que se plasma en torno de los extranjeros. Leonarda, a su manera injusta, era indefensible ante una opinión pública que escuchó decir, por parte de sus líderes políticos de izquierda y de derecha, que los gitanos eran delincuentes. La propuesta del jefe de Estado es descabellada. Pedirle a una adolescente que elija entre vivir en Francia o quedarse junto a su familia es un sinsentido humano y político. Hollande fue criticado por todos los sectores. Desde su propio partido, el primer secretario del PS, Harlem Désir, deseó que la joven pueda volver con su familia para terminar sus estudios en Francia. El partido de izquierda criticó una propuesta a la que calificó como “cruel y abyecta”, el diputado ecologista Noël Mamère la juzgó como una “ignominia”, mientras que la Red de Educación Sin Fronteras (RSF) acusó a Hollande de haber “intervenido en la televisión para desmembrar a una familia”. La derecha, desde luego, lo responsabiliza de debilitar la autoridad del Estado al proponer el retorno de Leonarda Dibriani. Las ONG y los maestros arguyeron que la propuesta de Hollande era “hipócrita”. La síntesis es imposible: por falta de claridad, de coraje político y de pedagogía sana. Y porque hace mucho tiempo que el tema de la inmigración pasó a ser pasto de la indecencia, punto neurálgico de la cura de legitimidad de la extrema derecha, misil destructor que destroza las mayorías o las posibilita, pone a los unos contra los otros, divide, contamina, pervierte, territorio sin fin de lo abyecto donde los pretendientes al poder construyen su credibilidad pública. Acusar a los musulmanes de robar la medialuna a los niños franceses durante el Ramadán, a los africanos de otra cosa, a los gitanos de ser ladrones, a los latinos ya no se sabe ni de qué, es una inversión electoral redonda. La historia de una adolescente se tornó un caso de Estado. Tantos y tantos años de enardecimiento van a desembocar en una tragedia política, moral y humana.

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