EL MUNDO › LO INTEGRAN LA ESTATAL PETROBRAS JUNTO A TOTAL, SHELL Y LAS CHINAS CNOOC Y CNPC
La primera subasta de un campo del presal brasileño despertó críticas de los sectores de un nacionalismo más radical y de la oposición que abraza la causa neoliberal. El gobierno desmiente que sea una privatización.
› Por Eric Nepomuceno
A mitad de la tarde de ayer, y en un proceso rápido, un consorcio integrado por la estatal brasileña Petrobras, las privadas Total, de Francia, y Shell, de capital holandés-británico, además de dos petroleras chinas de escasa experiencia, la Cnooc y la CNPC, se hicieron con el campo de Libra, que abriga reservas calculadas entre ocho y doce mil millones de barriles de petróleo. Esas reservas se localizan en aguas ultraprofundas, en la llamada “camada presal”, a casi seis mil metros por debajo del espejo de agua. O sea: unos seis mil metros por debajo del fondo del Atlántico, en el litoral frente a la región que va de Río de Janeiro a San Pablo. Los cálculos indican que la producción plena puede alcanzar la marca de un 1.700.000 barriles diarios, alrededor de 70 por ciento de la capacidad total actual del país.
¿Ha sido un buen resultado? La respuesta más precisa es que ha sido el resultado posible. El Estado brasileño se hace con un bono de 15 mil millones de reales (algo así como 7400 millones de dólares), que seguramente contribuirán para alcanzar el superávit primario. Y cuando el petróleo finalmente empiece a chorrear, 41,65 por ciento de lo que sea lucro irá directamente a las arcas del Tesoro.
Si se acompaña, en todo caso, lo que se anunció en los últimos meses y se compara con lo que se logró ayer, hay espacio concreto para una cierta frustración. Porque primero se esperaba mucho estruendo, luego quedó claro que con un ruido fuerte ya sería suficiente, y pasado un tiempito quedó claro que con tal de que se oyese algún ruidito, ya estaba. Pues lo que hubo ha sido poco más que silencio.
Primero, se deslizó la expectativa de que unas 40 compañías de petróleo se interesarían por el campo de Libra. Cuando se divulgaron formalmente los términos de la subasta de ayer, se presentaron solamente once. En la lista final, ausencias clamorosas: gigantes como Exxon-Mobil, Chevron y la British Petroleum se abstuvieron.
Pero como siempre conviene recordar, en ciertas circunstancias algo es algo. Así, las expectativas se concentraron en la posibilidad de que las participantes se integrasen en tres o cuatro grandes consorcios. Con eso, habría disputa y seguramente el grupo que ofreciese un porcentaje superior se haría con el campo. Pues nada: hasta el domingo, víspera de la subasta, la Shell trataba de buscar socios por un lado, la Total disputaba a los chinos por otro. En la mañana de ayer, la española Repsol, que igualmente intentaba seducir a otros chinos (había tres compañías de China inscriptas formalmente), desistió.
Resultado: los sobrevivientes se unieron, lograron seducir a dos de las compañías chinas y adquirieron la concesión por los valores mínimos establecidos. Para el gobierno de Dilma Rousseff ha sido un alivio. Con la decisión, poco o nada se agregará a su campaña para la reelección el año que viene. Pero si no hubiese siquiera una propuesta, el fiasco sería munición pesada para sus adversarios.
Por la nueva legislación del sector de petróleo impulsada por Lula da Silva luego del descubrimiento de inmensos yacimientos en el presal, Petrobras participa necesariamente de cualquier consorcio con un 30 por ciento. Y el sistema de decisión, tomando como base la parte que le toca al Estado brasileño en los lucros del petróleo, establece como mínimo 41,65 por ciento. O sea: en caso de disputa, gana quien ofrece más participación.
El consorcio surgido a última hora prevé que las chinas Cnooc y CNPC participen con 10 por ciento cada una. Shell y Total, 20 por ciento. Y Petrobras tuvo que entrar con otro 10 por ciento, además de los 30 obligatorios, sumando la participación de 40 por ciento. Con eso, es la mayor participante individual y tendrá que traspasar al Estado seis mil millones de reales (poco menos de tres mil millones de dólares), que corresponden a 40 por ciento del bono mínimo exigido en la subasta.
Shell y Total tienen experiencia y buena tecnología para realizar prospectos, explotar y producir petróleo en aguas ultraprofundas. Petrobras, además de mucha experiencia, posee la que es considerada la más desarrollada tecnología en este segmento específico. Los chinos no tienen ni una cosa ni otra, pero tienen dinero, y mucho. No es delirante suponer que, aunque minoritarias, las dos empresas chinas terminen por financiar una parte significativa del montante total de inversiones requeridas, y que ronda la alucinante cifra de 200 mil millones de dólares en los próximos diez o quince años. A propósito, se especulaba ayer en Brasil que Petrobras, que enfrenta dificultades de caja, será amparada con créditos asiáticos y honrará su participación en el bono exigido por el gobierno.
La primera subasta de un campo del presal brasileño despertó críticas tanto de los sectores de un nacionalismo más radical cuanto de la oposición que abraza la causa neoliberal. Sindicatos, movimientos sociales y pequeños partidos que se sitúan a la izquierda del PT dicen que subastar esos campos es perder la soberanía energética. El gobierno de Dilma argumenta que es todo lo contrario: el subsuelo es patrimonio del Estado, y la presencia obligatoria de la estatal Petrobras en cualquier consorcio refuerza esa garantía. Ese argumento, a su vez, alimenta las críticas de los neoliberales, que dicen que Petrobras ya está sobrecargada y que lo mejor sería dejar que actuasen libremente las llamadas fuerzas del mercado.
La verdad es que el Estado seguirá ejerciendo el control y se hará con buena parte de las rentas del petróleo. E igualmente es verdad que Petrobras enfrenta períodos delicados. El consumo interno aumentó en una velocidad mayor que la capacidad de producción de la estatal. El resultado es que Petrobras importa combustible a un precio mayor de lo que vende: para mantener la inflación bajo control, el gobierno no permitió, hasta ahora, aumento en la nafta vendida en el país. Con dificultades de flujo de caja, Petrobras entra ahora formalmente en una etapa que le exigirá inversiones de inmensas dimensiones.
De todas formas, queda un consuelo: no hubo exactamente una subasta, pero hubo un consorcio vencedor. Algo es algo.
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