Dom 24.11.2013

EL MUNDO  › CRISTINA Y BACHELET SE PREPARAN PARA EL 2014 Y EL 2015

Dos años de convivencia

Si el ballottage del 15 de diciembre confirma la victoria de la socialista chilena, las dos presidentas reeditarán una cohabitación que practicaron de fines de 2007 a comienzos de 2010. Por qué un buen clima les conviene a las dos. Y a los dos países.

› Por Martín Granovsky

De un lado del teléfono, inquietud por los resultados electorales. Del otro, curiosidad por el estado de salud. Así fue el principio del diálogo que mantuvieron Cristina Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet no bien quedó claro que la candidata chilena no sólo había ganado en primera vuelta sino que era la favorita nítida para la segunda, el 15 de diciembre. El teléfono utilizado fue el celular de Rafael Follonier, el coordinador de la unidad presidencial con rango de secretario de Estado, que resultó ser el único funcionario argentino presente en las elecciones. La presidenta argentina aún no había reasumido oficialmente el cargo. Decidió hacer un gesto político al hablar el mismo domingo y en medio de los cómputos.

Después de la charla, Página/12 pudo saber que Bachelet contó que había escuchado a Cristina “con mucha fuerza”. Le dijo: “Vamos a convivir por lo menos dos años y tengo mucha expectativa de desarrollar bien las relaciones”.

Bachelet asume en marzo de 2014. Coexistirá con Cristina hasta el 10 de diciembre de 2015. También con Dilma Rousseff como mínimo hasta el 1o de enero de 2015. Si la presidenta brasileña gana su reelección en octubre de 2014, Bachelet y ella seguirán juntas en el poder.

Nueva Mayoría, la coalición que lleva a Bachelet de candidata, aprovechó hasta ahora la gama amplia de contactos del centroizquierda chileno. Además de Follonier, entre otros acompañaron a la ex presidenta 2006-2010 el director del Instituto Lula y ex secretario general de la Presidencia Luis Dulci, el ex vicecanciller italiano Donato Di Santo, delegados de los socialismos europeos y dirigentes de la propia Internacional Socialista.

Bachelet y Fernández de Kirchner se respetan. Mantuvieron una buena relación entre fines del 2007 y marzo del 2010, cuando fueron presidentas juntas. Una de las piezas clave fue Ginés González García, el ministro de Salud de Néstor Kirchner y blanco predilecto del integrismo eclesiástico que Cristina eligió tener de embajador en Chile. GGG tejió un entramado sólido con la Concertación y luego supo mantener un diálogo fluido con el gobierno conservador de Sebastián Piñera. Pragmático, Piñera no sintoniza con la ola dominante en Sudamérica (Brasil, la Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Uruguay) pero se mantuvo en Unasur. En relación con la Argentina, apoyó el activismo de Cristina y del canciller Héctor Timerman por Malvinas. Incluso fue paciente en conflictos como el de LAN, cuando algunos funcionarios del gobierno argentino descubrieron que los empresarios chilenos no son tan de izquierda como los de acá y algunos políticos.

De todos modos, es obvio que el corazón político del oficialismo está con Bachelet. Si, como todo parece indicar, gana la segunda vuelta del 15 de diciembre, al menos en teoría Bachelet debería estar interesada tanto como Cristina en que no haya ruido entre los dos países. El ruido de LAN ya fue superado. Aunque la Argentina no es el principal destino de las inversiones chilenas y perdió espacio frente a Perú y Colombia, sigue siendo importante en sectores comerciales ligados al consumo, como grandes tiendas e hipermercados, y en el campo forestal y de celulosa.

Para la Argentina, Chile es un comprador interesante. En 2012, por ejemplo, según la Asociación Latinoamericana de Integración la Argentina, aumentó sus exportaciones a compradores chilenos en un 6,1 por ciento. El aumento con Venezuela fue del 21,1 por ciento y con Colombia del 17,8. Con Brasil las exportaciones de redujeron un 2,7 por ciento el año pasado. La Argentina le vendió a Chile productos por 5136 millones de dólares e importó por 1011. El saldo favorable fue de 4125 millones de dólares.

Aunque es difícil que lo digan en público, los asesores de Bachelet no tienen grandes esperanzas en que se revierta la política en materia de gas y la Argentina exporte un volumen mayor. Quedarán conformes si los funcionarios argentinos no tocan el tema, de modo que ellos no paguen costos ante una derecha que los tildará de débiles.

Bachelet dijo que quiere impulsar una reforma tributaria, un mejoramiento de la legislación laboral y una reforma en la educación. Con los resultados del domingo último quedó con 67 de las 120 bancas de la Cámara de Diputados, contra 48 de la derecha. En el Senado, con 21 bancas, mayoría simple. Según información publicada ayer por el diario La Tercera de Santiago, “le bastará conseguir un voto extra entre los independientes o de centroderecha para alcanzar los cuatro séptimos necesarios para modificar algunas leyes orgánicas constitucionales, entre ellas la gratuidad en la educación”.

De acuerdo con el diario chileno, el dirigente socialista Osvaldo Andrade sostuvo en un almuerzo que “poco más del 70 por ciento del programa de gobierno de la candidata de Nueva Mayoría podría aprobarse en el Congreso sin necesidad de contar con los votos de los parlamentarios de la Alianza”, es decir de la derecha. Los números no alcanzarían para convocar a una constituyente, y en ese caso el dilema será si llamar o no a un plebiscito. Bachelet quiere cambiar el sistema electoral para llevarlo desde el binominalismo, por el cual hasta para la Cámara de Diputados se elige por distrito un legislador por la mayoría y otro por la minoría, hacia una representación proporcional que –supone el centroizquierda– favorecería su peso parlamentario.

Si Bachelet necesita tranquilidad con los vecinos para garantizar las reformas y construir una fuerza que le permita aprovechar su empatía con el pueblo, en principio el oficialismo argentino también podría necesitar un clima de acuerdos en medio de los desafíos de la inflación, la escasez de divisas y el horizonte incierto de 2015. Está claro que Chile no cambiará su inserción comercial, basada en acuerdos de libre comercio y aranceles bajos, pero Bachelet bien podría cumplir con el programa de Nueva Mayoría sobre la importancia de reforzar Unasur.

La ex presidenta cuenta con una ventaja histórica personal. Ella misma fue la primera presidenta pro tempore del organismo sudamericano. Hay un antecedente de Estado: Piñera fue un miembro cooperativo de Unasur y aun de Celac, a tal punto que entregó la presidencia a Cuba. También tiene a favor el fuerte apoyo de Brasil, que apostó a su candidatura de manera coherente con la posición del Partido de los Trabajadores según la que cualquier triunfo conservador en un país de Sudamérica es un retroceso para los demás. Bachelet y Fernández de Kirchner quedaron en conversar otra vez después del ballottage de diciembre.

Si Bachelet gana la segunda vuelta quedarán casi cuatro meses antes de su asunción. Para la Argentina podría ser una buena oportunidad de proponer una agenda concreta sobre solución de problemas inmediatos y planteo de asuntos de mediano plazo. La historia juega a favor de una relación cordial: los dos países pasaron de una guerra que parecía segura en 1978 a un acuerdo de paz en 1984, y de ser una hipótesis mutua de conflicto a ejercicios militares conjuntos después de que Chile recuperó la democracia en 1990. Por si hiciera falta otro antecedente, en octubre último se cumplieron 25 años del plebiscito de 1988 que perdió Augusto Pinochet contra la oposición, apoyada desde Buenos Aires por un equipo del entonces presidente Raúl Alfonsín.

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