25 DE NOVIEMBRE
› Por Flor Monfort
LAS REDES FAMILIARES Y COMUNITARIAS NECESARIAS PARA PROTEGER A LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA SEXISTA
› Por Marta Dillon
Hija de una pareja de militantes montoneros, Victoria Grigera Dupuy está segura de que su nombre es un acto de fe –“¿por qué te ponían Victoria en época de la Triple A, en la dictadura?, ¡hasta si nacías en cautiverio te ponían Victoria! Porque eran gente de fe”–, que si algo aprendió de sus padres es que no hay proyecto que no sea colectivo y que con el humor se come y se cura casi tan bien como con la democracia. Actriz, guionista, “standupera”, recorre el país con su “monto standup” pasando la “bóveda” en lugar de la gorra –para guiñarle el ojo a Jorge Lanata– y desacralizando incluso el discurso más políticamente correcto de los derechos humanos con su kit de “cajita infeliz” para amantes del humor negro. Puede permitírselo ahora, dice, cuando el pacto de impunidad se ha quebrado y ella misma se siente un “efecto creativo de la década ganada”.
› Por Marina Mariasch
La editorial Manantial publica por primera vez en castellano textos de Ana Cristina César, poeta carioca central de fines de los ’70 y primeros ’80. De una modernidad apabullante, los ensayos recorren temas como la traducción, la creación poética y, sobre todo, la relación entre literatura y mujer.
› Por Rosario Bléfari
En Bloody Daughter, Stéphanie Argerich traza una película realizada a partir del material que coleccionó desde pequeña con una cámara que le regaló su madre, Martha Argerich, la célebre pianista.
› Por Silvina Herrera
Con dos temporadas y 19 episodios, la serie de Aaron Sorkin, The Newsroom, generó una enorme fascinación y bastante rechazo por su modo idealista de representar el periodismo en la actualidad.
› Por Flor Monfort
Artista, docente y creadora del espacio Formosa, Guillermina Baiguera es una de las responsables del auge del bordado, un oficio ancestral que gana protagonismo.
› Por Laura Rosso
Todo empezó con un bachillerato popular, en Villa Fiorito, donde mujeres de diversas edades se inscribieron en amplia mayoría. Esa nueva meta de terminar el secundario les exigió reorganizar sus vidas, hacer lugar a las expectativas propias, protagonizar revoluciones individuales que no hubieran podido hacerse sin apoyo de un colectivo y sin una reflexión sobre cómo los roles de género articulan la vida cotidiana. De eso se trata la experiencia del taller de género de Villa Fiorito: poner herramientas en común para desnaturalizar la violencia, pensar en grupo, actuar solidariamente y replicar lo que escribieron en la bandera que se agita en las murgas: “No hay patria liberada con mujeres violentadas”.
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