Vie 13.12.2013

EL MUNDO  › HABLA PEDRO SIMON, UNICO SENADOR QUE ACOMPAÑO A JOÃO GOULART CUANDO FUE DEPUESTO EN 1964

Un testimonio en el caso Goulart

Mientras se analizan los restos del ex mandatario brasileño, las declaraciones de Simon suman elementos importantes para reconstruir la cadena de complicidades en torno de su muerte.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

En dos laboratorios situados fuera de Brasil, cuyos nombres están amparados bajo secreto de Estado, grupos de científicos trabajan sobre fragmentos extraídos al cadáver de João Goulart, fallecido hace 37 años en su estancia de Corrientes, donde se había guarecido escapando de los asesinos al servicio del Plan Cóndor. La verdad sobre la muerte del gobernante derrocado en 1964, y la sospecha de que fue envenenado, está menos lejos que antes desde que se confirmó, hace una semana, que el ADN de los despojos desenterrados en noviembre efectivamente correspondía a Jango Goulart.

Y esto es mérito de los peritos y antropólogos forenses, pero más de la vocación política expresada por la presidenta Dilma Rousseff al dar su venia para la exhumación realizada en la sureña localidad de São Borja, desde donde se divisa la ribera correntina. Mientras Dilma y Luiz Inácio Lula da Silva recibían el féretro del presidente del mandato inconcluso, en ceremonia a la que debieron comparecer seguramente contra su voluntad los comandantes de las Fuerzas Armadas, en el Congreso el senador Pedro Simon presentó, y fue aprobada, una moción para anular la sesión parlamentaria del 2 de abril de 1964 a través de la cual se convalidó el golpe cívico-militar.

El “gaúcho” Pedro Simon es el único senador en actividad que acompañó a Goulart cuando fue depuesto en 1964, pronunció un discurso casi en solitario durante el velatorio de Jango en 1976 en São Borja y volvió a hablar la semana pasada en esa misma ciudad antes del segundo entierro, cuando polemizó con un militar que, elípticamente, justificó el terrorismo de Estado.

La memoria de Simon es un patrimonio inestimable para remontar la amnesia brasileña, hasta hoy defendida por generales y almirantes, amparados en la ley de (auto)amnistía sancionada por el dictador Joao Baptista Figueiredo en 1979. Los recuerdos del senador irrumpen espamódicamente, por lo general después de un silencio prolongado que dedica a masticar las preguntas formuladas por Página/12 en dos entrevistas recientes, la última concedida esta semana.

Uno de los interrogantes que hasta este reportaje permanecían sin respuesta era quién o desde qué escalón de la jerarquía militar surgió la orden de prohibir la autopsia al ex presidente Goulart, “que era un gran estorbo para ellos, ellos no querían que volviera ni muerto, él era querido por el pueblo, hubo una multitud espontánea acompañando al cajón cuando llegó a São Borja. La gente se amontonó, bajó el cajón de la camioneta, lo llevó a la iglesia, todo desafiando a los militares que querían enterrarlo enseguida. La gente no parecía tener miedo, eso lo volví a ver unos cinco años después, cuando la gente salió a respaldar a Lula, que fue detenido en San Pablo”.

“Que no se le hayan hecho una autopsia a Jango ni en Argentina, donde había una dictadura, ni acá, donde estaba la del general Ernesto Geisel. Yo fui personalmente a ver al general Fernando Belfort Bethlem, jefe del III Cuerpo de Ejército, y al mismo tiempo el doctor Ulysses (Guimaraes) hizo el otro pedido igual en Brasilia, no recuerdo ante quién.”

“Lo que sí tengo presente es que el general Bethlem recibió mi pedido de la autopsia y lo rechazó sin darme prácticamente explicaciones, y esto hoy visto después de tantos años me causa una gran sospecha sobre cómo murió Jango, si será verdad que lo envenenaron.”

Demostrar fehacientemente en un laboratorio, a través de muestras, que João Goulart fue envenenado por el Plan Cóndor resulta poco probable, aunque no imposible, debido al estado de degradación que presentan sus restos. En compensación, las declaraciones de Pedro Simon, señalando la responsabilidad del jefe del III Cuerpo, uno de los principales del organigrama militar, aportan elementos importantes para reconstruir la cadena de complicidades en torno de esa muerte con indicios de crimen de Estado.

Luego de comandar la región militar del sur, donde se impidió la necropsia de Goulart, el general Belfort Bethlem fue nombrado ministro del Ejército, lo que en hipótesis significaría que el dictador Geisel lo premió por su desempeño.

El senador Simon no se arriesga a afirmar que Goulart fue víctima de una conspiración en la que se habrían introducido píldoras letales entre las medicinas que le habían recetado por una dolencia cardíaca. “Sinceramente no tengo cómo justificar que eso del envenenamiento ocurrió, eso sólo se sabrá científicamente. Lo que uno puede pensar es que muchas cosas raras pasaron en 1976, cosas que vistas ahora tienen un sentido: como la rara muerte de Jango y la extraña muerte del (ex) presidente Juscelino (Kubitschek)”, razona Simon.

La Comisión de la Verdad de San Pablo emitió esta semana un parecer en el que considera que Kubitschek, fallecido tres meses antes que Goulart en un aparente accidente de tránsito, en realidad fue víctima de una conspiración. En su informe, la comisión paulista reportó haber hallado 90 indicios, pruebas y testimonios, así como la necropsia del chofer de Kubitschek, que habría recibido un balazo antes de que el auto se estrellara contra un colectivo en una ruta que lleva a Río de Janeiro.

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