Sáb 21.12.2013

EL MUNDO  › OPINION

El desafío del triunfo

› Por Ariel Goldstein *

El triunfo de Michelle Bachelet en Chile, en segunda vuelta, frente a la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, supone una noticia favorable para los gobiernos progresistas de América latina. Con respecto al anterior ciclo de la Concertación, varios analistas habían señalado con bastante acierto que estos gobiernos, incluyendo el mandato de Bachelet, no pertenecían a la nueva ola de gobiernos progresistas, dadas las condiciones de gestación de esta coalición, que respondía a una “alianza defensiva” frente a la dictadura pinochetista, construida para enfrentar el plebiscito de 1988.

El éxito de la dictadura en términos económicos en la aplicación de un modelo privatizador neoliberal, y especialmente en la transformación político-cultural producida en la sociedad con la generación de consenso sobre estos valores, resultó una característica que marcó profundamente a la Concertación. Inclusive Alexander Foxley, un político que ocupó distintos cargos de importancia durante estos gobiernos, incluido el Ministerio de Relaciones Exteriores, expresó que “Pinochet (...) realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo (...) Hay que reconocer su capacidad visionaria (...) de que había que abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas en Chile y que ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar”.

A través de esa operación que consistía en condenar el autoritarismo pero reivindicar el modelo económico como si fueran dos cuestiones escindidas, se daban las condiciones para naturalizar el segundo en la sociedad chilena. Esto denotaba hasta qué punto la introyección en la sociedad del modelo neoliberal había calado, generándose la existencia de lo que Gómez Leyton denominó “izquierda neoliberal”.

Las manifestaciones estudiantiles de 2011, con la emergencia de líderes que dieron voz y un marco a las reivindicaciones por la educación pública, evidenciaron ante la sociedad con mayor potencia el carácter privatizador y desigual del modelo chileno. Si bien este acontecimiento se produjo durante el gobierno de Piñera, licuando su capital político, el nuevo gobierno de Michelle no podrá volver con la misma fórmula (respetuosa hacia el orden establecido) al Palacio de La Moneda. Deberá traducir desde el gobierno las expectativas de una sociedad que votó por un cambio que trascienda la camisa de fuerza del modelo neoliberal. Esto obligará a la Concertación a redefinirse en una identidad de mayor peso transformador. Si la nueva mandataria y su gobierno no lograran implementar los cambios esperados, la ciudadanía no será tan contemplativa esta vez como en el ciclo anterior.

* Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc).

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