Vie 03.01.2014

EL MUNDO  › OPINIóN

América latina 2013-14

› Por Alfredo Serrano Mancilla *

Acaba un año de alta densidad política en América latina. La región, en su conjunto, ha permanecido en constante movimiento, cada vez más politizada, con un latido democrático que sigue interpelando al injusto orden internacional establecido por los poderes económicos hegemónicos. América latina sigue inmersa en una tensa disputa interna sin poder quedar ajena a la actual transición geopolítica/geoeconómica mundial que avanza hacia un mapa multipolar.

Frontera adentro, muchos países han avanzado en el afianzamiento de su particular cambio de época. En un eje más vigoroso, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina (y Brasil en una versión light) pueden presumir de década ganada, caracterizada ésta por el tránsito económico a un estadio posneoliberal que recupera al Estado como actor político, salda la deuda social heredada de las décadas perdidas, redistribuye riqueza, democratiza buena parte de la economía, controla sectores estratégicos y realza la bandera de la soberanía en el renovado patrón de inserción en el mundo mejorando así los términos de intercambio. Estos países, cada uno con sus especificidades, han afrontado un año bisagra entre la década ganada y la próxima década disputada. Las mayorías populares han visto resolver –en gran medida– muchas de sus urgentes necesidades sociales-políticas-económicas, y ahora, los desafíos –afortunadamente– son rejuvenecidos: más derechos sociales, más consumo, más calidad de vida, un estado más eficaz, e incluso, en algunos rincones del continente (léase Venezuela), se exige transitar del posneoliberalismo a una etapa poscapitalista. Por tanto, se vienen tiempos de buscar renovadas respuestas para las nuevas preguntas.

Este año 2013, a la vez, ha sido aprovechado por el otro bloque, el neoliberal, para seguir edificando la Alianza del Pacífico, una suerte de ALCA en versión moderna, que aprende de los errores del pasado: a) rectoría de Estados Unidos pero disimulada, b) con multiniveles de integración, y c) y sin aislarse del resto de procesos de integración en curso. Esta nueva coalición se constituye así en otro intento de dividir al Sur desde el Norte, pero sin estar exenta de grandes protestas sociales en su fuero interno en respuesta a las políticas de (des)ajuste en materia social. Al otro lado del Pacífico está un Mercosur con Venezuela como miembro pleno, y con Bolivia cada vez más cerca de serlo. Paraguay vuelve a su seno, pero sin descartar que procure también de una salida al Pacífico. Ecuador aún no se decide, pero todo parece indicar que caerá –por defecto– en este bloque por peligro de acabar en terreno de nadie amenazado permanentemente por las propuestas de TLC de la Unión Europea. Chile cambia de gobierno pero con pocas esperanzas de una gran transformación en su política externa. El ALBA tampoco se queda quieto y sigue su curso, pero apostando por una relación más estrecha con Petrocaribe y con Mercosur.

Todo ello ha supuesto realmente un año de muchas trasformaciones que, como se ha demostrado, deriva en un funcionamiento cada vez más defectuoso de una institución que ha padecido un año complicado, Unasur. En este mismo sentido, Celac, a pesar de haber pasado sin pena ni gloria, sigue siendo una iniciativa con potencialidad porque propone sustituir a la OEA mediante un cambio de piezas: Cuba por Estados Unidos. Esto, obviamente, no gusta mucho a los Nortes del Norte.

No obstante, este año tiene una página especial, de luto, para la historia de América latina: la partida física del comandante Hugo Chávez fue un acontecimiento mundial y de impacto político superlativo en la región. Ese hecho abrió uno de los grandes interrogantes hasta el momento desconocido en el devenir de los procesos latinoamericanos. ¿Podría haber chavismo sin la existencia de su líder? A pesar de los esfuerzos de la oposición venezolana –con la inestimable ayuda internacional– por hacer desaparecer retrospectivamente a Chávez, el pueblo ya decidió hace años que el chavismo es una nueva identidad política que vino para quedarse en el imaginario durante muchos años más.

Para terminar, en la otra dimensión, frontera afuera, América latina ha diversificado su patrón de dependencia; ha cambiado sustancialmente su matriz relacional con el exterior: su relación con China-Rusia-India es cada vez más sólida. También lo es con Irán, con Africa. Frente a ello, el tándem Unión Europea-Estados Unidos, en su último documento del Consejo Atlántico: “El vínculo trilateral. Una nueva era para América latina, Estados Unidos y Europa”, vuelve a la carga en la búsqueda de “traer al redil atlántico” a una América latina que cada día es más potencia política y económica. Una muestra de ello es el intento de la Unión Europea de negociar un acuerdo comercial con Mercosur, con doble objetivo: uno, buscar salida para la crisis europea y dos, en forma indirecta, desintegrar un bloque homogéneo. Sin embargo, toda esta nueva arremetida desde los países centrales no tendrá ningún éxito, siempre y cuando algunos países de la región continúen con sus políticas del 2013 considerando los desafíos del 2014, pero teniendo claro un principio fundamental: no hay democracia real y justicia social con el retorno de las carabelas.

* Doctor en Economía. Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (Celag).

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