EL MUNDO › DECENAS DE MILES DE PERSONAS MARCHARON POR LA FAMILIA TRADICIONAL Y CONTRA EL GOBIERNO DE FRANCIA
De acuerdo con los ultras, el Estado va a enseñar masturbación y la teoría de género en las escuelas. Además señalan que el gobierno va a facilitar la gestación asistida en parejas del mismo sexo, no incluida en el proyecto de ley.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La Francia crispada y reaccionaria volvió a salir a las calles del país contra una serie de amenazas imaginarias que los ultracatólicos y la extrema derecha propagaron por la sociedad como si fuesen reales. Medio millón de personas según los organizadores, 80 mil según la policía, protestaron contra “la ideología destructora de los ministros” o “un cambio de civilización que va a trastornar nuestra sociedad”. En esas frases cabe un puñado de fantasmas que van desde el delirio según el cual el Estado va a enseñar masturbación en las escuelas primarias y propagar la teoría de género en los establecimientos escolares, hasta la procreación asistida médicamente para las parejas compuestas por mujeres. La marcha fue convocada por el movimiento La Manif pour Tous (Manifestación para Todos), que el año pasado encabezó las protestas contra la ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Otro punto de fricción entre el gobierno y los ultras son las PMA y la PGA, la procreación asistida médicamente y la gestación por otra persona. En ambos casos, la ministra de la Familia, Dominique Bertinotti, ya precisó que esos dispositivos no formarían parte de la próxima ley sobre la familia.
Los mismos grupos de 2013 se dieron cita bajo un sol radiante. Los manifestantes llevaban gorros o remeras de color, rosa para las mujeres, azules para los hombres. “No somos iguales, la diferencia se muestra y se defiende”, decía Rose, una jubilada que había venido desde el norte de Francia a “defender una civilización que se está pervirtiendo”. Las banderolas mostraban las mismas consignas: “La familia es una y no se permuta el sexo”, “un papá, una mamá y los hijos es algo natural”, “un papá y una mamá son bases sólidas”. El fuego social que se encendió en 2013 a lo largo de las reiteradas y multitudinarias protestas contra el matrimonio igualitario no se apagó. Los integristas mantuvieron vivo el movimiento e incluso consiguieron acrecentar el malestar. Hace unos días, los católicos integristas enviaron miles de SMS a los padres de familia y llenaron las redes sociales con informaciones falsas acerca de un proyecto gubernamental tendiente a enseñar en las escuelas la controvertida teoría de género. Esa teoría nació en los Estados Unidos en los ’60 y enuncia que las diferencias sexuales no son una exclusividad biológica sino una construcción social. El rumor, que le atribuyó al Estado hasta la intención delirante de llevar transexuales a las escuelas, fue tomado en serio por muchos padres que llegaron a sacar a sus hijos de los establecimientos escolares. Jamás ningún ministro evocó la idea de instruir a los niños la teoría de género o la masturbación. Pero mucha gente se lo creyó. Ocho meses después de que se adoptara la ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, los actores de las protestas del año pasado ampliaron el abanico de su indignación incluyendo espejismos como el de la teoría de género o la supuesta “familiafobia” promovida por el gobierno. Tradicionalistas, católicos integristas, extrema derecha se aunaron en una danza de reivindicaciones muy alejadas de la línea gubernamental y lograron reavivar la llama a partir de fantasmas o interpretaciones aproximativas de los planes del Ejecutivo.
La derecha agrupada en la UMP, Unión por un Movimiento Popular, fundado por el ex presidente Nicolas Sarkozy, se vio desbordada por el radicalismo de los reclamos y la fuerza de la movilización. Apenas comenzado el año 2014, los grupos reaccionarios vuelven al primer plano. Al igual que en 2013, las manifestaciones copian el estilo de las protestas que la izquierda supo protagonizar décadas atrás. Se nota en las calles una organización muy bien estructurada. Casi todas las personas con las que se habla han recibido instrucciones muy claras y aprendido de memoria los elementos de lenguaje que hay que desarrollar cuando los periodistas se acercan. Manejan un vocabulario de alta precisión, como por ejemplo “la indiferenciación sexual”. Los responsables del Ejecutivo repiten en todos los canales que jamás se pensó o se planeó enseñar la teoría de género, no hay nada que hacer: los promotores de la Manif pour Tous contra el matrimonio gay deslizaron esa idea en la conciencia como si fuera un hecho consumado. Ludovine de la Rochère, la presidenta de La Manif pour Tous, explica que se trata de denunciar “todas las medidas que convergen para diluir el lazo padre-madre-niño, aquellas que van contra el interés superior del niño o contra la diferencia entre hombres y mujeres”. La misma Ludovine de La Rochère asegura que el ministro de Educación, Vincent Peillon, busca “arrancar a los niños a todos los determinismos” mientras que el gobierno sigue “inclinándose ante el lobby LGBT, lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros”. Por ahora, los responsables políticos observan esta extraña salsa con prudencia. No temen que, como el año pasado con la ley sobre el matrimonio igualitario, las calles desborden de manifestantes y que estas protestas se tornen un peligroso movimiento social.
Con todo, semana tras semana, los católicos tradicionalistas mantienen en vilo a la sociedad con, en casi todos los casos, dos argumentos descabellados: la supuesta “familiafobia” del Ejecutivo y la propagación de ideas que, como decía un señor que participó en la manifestación, “lleven a que mi hijo aprenda en la escuela a convertirse en una niña”. Si había una fobia, la encarnaron más bien los manifestantes. Tiene un solo nombre: la homofobia.
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