EL MUNDO › LA CIUDAD ES UNO DE LOS CENTROS DEL LEVANTAMIENTO REBELDE CONTRA AL ASSAD
La intensidad de los combates en la maltratada ciudad era más grande que cualquier cosa que su población haya experimentado en meses. Tal asedio es un asunto del diálogo de paz.
› Por Patrick Cockburn *
El sonido de la artillería retumbaba a cada segundo desde la Ciudad Vieja sitiada. Los rebeldes, rodeados en el barrio densamente poblado, respondieron con morteros propios. Cada uno de ellos detonó con un chasquido seco, sacudiendo las paredes del edificio en el que yo estaba, a un kilómetro de la línea del frente. En medio de los estallidos resonaban las ráfagas de ametralladoras, que duraron por lo menos seis horas antes de detenerse en las primeras horas de la mañana de ayer.
La intensidad de los combates en la maltratada ciudad de Homs, que comenzó de forma inesperada el lunes por la noche, era más grande que cualquier cosa que la gente de aquí haya experimentado en meses. La ciudad es uno de los centros del levantamiento rebelde y ha sido testigo de algunos de los combates más destructivos. Incluso cuando no hay lucha, hay tensión en la ciudad. Las calles se vacían en cuanto cae la noche, a diferencia de Damasco, donde las tiendas están abiertas hasta tarde y el tráfico pesado en el centro no se detiene hasta después de las ocho de la noche.
Unas horas antes de que el tiroteo se intensificara, el capitán Mohammed dijo que su posición de primera línea en el distrito de Bab al Sebaa estaba a 30 metros de donde los rebeldes estaban enclavados. “Están completamente rodeados. Hay luchas todos los días, pero no pueden salir.” Suponía que los rebeldes –a quienes el gobierno se refiere siempre como “terroristas”– llegaban a más de mil combatientes.
Contrariamente a lo que dijo el capitán Mohammed, hay pausas ocasionales en las hostilidades. Estábamos de pie en una calle oscura y desierta en la tarde en el distrito de Bab al Sebaa de Homs, pero no escuché más que unos pocos disparos en más de una hora. Aunque las marcas de total destrucción están en todas partes, ya que éste es uno de los “distritos fantasma de Homs”, donde los edificios han sido destrozados por fuego de artillería y sus paredes tienen agujeros marcados con balas. Donde subsisten, sus puertas y ventanas están tapiadas y se ven abandonadas.
El capitán Mohammed dijo que él había estado luchando en Homs durante dos años y medio, y se levantó el pantalón de su pierna derecha para mostrarme dónde había sido herido por la bala de un francotirador. Pensó que el enemigo había quedado encerrado en el laberinto de calles que conforman el casco antiguo, pero en realidad habían usado los túneles para lograr salir al mundo exterior. “Hace unos meses llegaron a través de un túnel que salía detrás de donde estaban nuestros hombres y los atacaron por la espalda, pero los matamos a todos.” Afirmó que, a pesar de todo lo que se habla del hambre en la ciudad vieja, “no faltan alimentos, pero sí armas y municiones”.
No importa si crece la presión internacional para que el gobierno sirio permita la entrada de ayuda humanitaria en Homs: los comandantes del ejército sobre el terreno, como el capitán Mohammed, son reacios a permitir que sus enemigos, con quienes han estado luchando durante años, queden libres. Por el contrario, los funcionarios de ayuda están convencidos de que la gente en la ciudad vieja se muere de hambre. El sectarismo explica mucho sobre la nueva geografía de la ciudad y sus alrededores. Homs ciudad y provincia son muy parecidos al Líbano en el número y la diversidad de sus sectas religiosas y grupos étnicos, incluyendo los sunnitas, los alawitas, los cristianos, los chiítas, los yazidi, los kurdos, los armenios y muchas otras comunidades. Los alawitas, la columna vertebral de la milicia de la Fuerza de Defensa Nacional, están acusados de trasladarse a los antiguos vecindarios sunnitas. Los sunnitas de la Ciudad Vieja y los “barrios fantasma” que no han huido a Líbano o a otros lugares de Siria en su mayoría se han ido al distrito Al Wa’ar de Homs, donde 400 mil personas se han refugiado. Al Wa’ar está bloqueado y sometido a disparos intermitentes. En la ruta principal cerca de la refinería de petróleo de Homs vi un tanque posicionarse frente a Al Wa’ar y luego disparar su cañón hacia los modernos bloques de departamentos comunes en el distrito. Le había pedido a la oficina del gobernador si podía visitar un hospital militar en las afueras de Al Wa’ar, y me dijeron que el camino era muy riesgoso. Añadieron que podía ir solo “pero, francamente, no puedo conseguir que alguien vaya contigo allí porque es muy peligroso”.
Divisiones sectarias y otras animosidades han superpuesto las ambiciones democráticas de los que encabezaron el levantamiento original en 2011. Gran parte del 1,7 millón de personas en la gobernación de Homs está en movimiento y luchando por sobrevivir. El jefe local de Unicef, Godfrey Ijumba, dice que hay 600 mil desplazados internos en la gobernación de Homs, y añadió que “Unicef ha distribuido ropa de invierno entre medio millón de ellos”.
La violencia es frecuente y las razones para ello no siempre son obvias. El asedio de la ciudad vieja de Homs se convirtió en un asunto internacional en la Conferencia de Paz de Ginebra II que volverá a reunirse el 10 de febrero. Finalizar –o al menos aliviar– el asedio se ha convertido en un desafío para ver si las negociaciones pueden tener éxito en solucionar el conflicto sirio. Hasta ahora, ni el gobierno ni la oposición quieren entregar al otro lado una victoria real o simbólica.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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