EL MUNDO › OPINION
› Por Oscar Laborde *
La derecha en Venezuela ha movilizado a grupos de estudiantes en las últimas dos semanas con el claro intento de generar un proceso de desestabilización del gobierno constitucionalmente electo.
Marchas que intentaron avanzar sobre la Fiscalía General de gobierno con un saldo de tres muertos, uno de ellos un dirigente de base del chavismo. Se busca hacer caer el gobierno, aun a costa de la sangre y la vida de los propios venezolanos.
Todo esto sucede en un marco político donde la Revolución Bolivariana triunfó claramente en los comicios municipales y a gobernadores el 8 de diciembre pasado, y el gobierno nacional lanzó una intensa campaña contra la especulación, los aumentos de precios y los sectores económicos que los sostienen. Así pusieron en evidencia a numerosas empresas y supermercados que desabastecen de insumos esenciales a la población.
La irrupción de funcionarios del Estado, semanas antes de los comicios, en un depósito de un hipermercado donde estaba escondido el papel higiénico faltante en las góndolas, hizo reaparecer el producto en otras cadenas de comercialización, pero también puso en la agenda pública una película que los argentinos ya conocemos.
Estos hechos, necesariamente, nos remiten al golpe de Estado del año 2002, en donde la movilización popular rescató a Hugo Chávez Frías y abortó esa intentona.
Así como en ese momento, el hoy principal referente de la oposición, Henrique Capriles, irrumpió en la Embajada de Cuba exigiendo revisarla para ver si allí había oficiales chavistas –por lo cual fue detenido y procesado–, en la jornada del miércoles numerosos legisladores antichavistas sumaron su apoyo a las manifestaciones en las cuatro ciudades, donde se desarrollaron, dejando claramente explícito que sus motivos iban mucho más allá de una simple reivindicación sectorial.
Las viejas y nuevas intentonas son acompañadas nuevamente por la CNN y las cadenas de grandes diarios y medios digitales de comunicación que, curiosamente, recrean la realidad de Argentina y Venezuela buscando desgastar a sus respectivos gobiernos y planteando una situación de caos permanente. Quieren desestabilizar a Cristina y a Maduro pues intentan quebrar el proceso de integración regional que hoy se vive en Sudamérica.
Surge entonces, firmemente, que el desafío en Venezuela es profundizar los niveles de unidad, organización y movilización de las estructuras sociales y políticas detrás del gobierno de Nicolás Maduro. También, que la institucionalidad de la integración regional –la Unasur, Mercosur y Celac– condene estos hechos y profundice los marcos de acuerdos para aislar estas acciones violentas.
Sólo la conjunción de estos dos elementos políticos puede impedir que la estrategia imperial de dividir para reinar alcance su histórico objetivo. Lo que busca la estrategia imperial es quebrar el empoderamiento que los pueblos han hecho del sistema democrático como herramienta para garantizar sus derechos.
* Dirigente del Frente Transversal y presidente del Centro de Estudios del Sur.
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