EL MUNDO › OPINION
› Por Emir Sader
Engels había llamado a Francia “un laboratorio de experiencias políticas”. Se refería en particular a las experiencias de 1879, de 1848 y de 1871, pero también a la evolución política y social de Francia, especialmente con respecto a la clase trabajadora.
A lo largo del siglo pasado, Francia siguió haciendo justicia a esa caracterización, con el gobierno del Frente Popular, en los ’30, y con las barricadas de 1968. A partir de ese momento Francia entró en un proceso que Perry Anderson caracterizó como el paso de ser el polo más progresista de Europa a ser el polo más conservador.
El viraje es parte de la nueva ola conservadora que invadió Europa y el mundo, con el fin de la Unión Soviética y la victoria del bloque liderado por los Estados Unidos en la Guerra Fría. En Francia, ese proceso tuvo una transformación más profunda y significativa.
La clase obrera francesa era, prácticamente en su totalidad, comunista o socialista. La alianza entre los dos partidos tenía en el apoyo de la clase trabajadora, y sus sindicatos y centrales, una base fundamental.
El fin de la URSS debilitó al PC así como su alianza –indisoluble en las primeras décadas de la segunda posguerra– con el Partido Socialista. El viraje de la línea política del gobierno de François Mitterrand –después del primer año de mantenimiento de la tesis clásicas de la izquierda francesa en la segunda posguerra– hacia un modelo neoliberal. Paralelamente se dio un impresionante proceso de transición de la clase obrera francesa de la izquierda a la extrema derecha.
La llegada de los inmigrantes desde Africa fue usada por la derecha para provocar e incentivar los sentimientos negativos hacia ellos, con discriminación y rechazo, como si esos inmigrantes fueran a tomar empleos de los trabajadores franceses. A la vez se incentivaron los sentimientos de rechazo de la presencia de los hijos de inmigrantes en las escuelas, como si fueran a tomar el lugar de los hijos de los franceses, pasando lo mismo con los servicios y programas de salud.
Así, de a poco, la mayor parte de la clase obrera francesa se fue desplazando de la izquierda a la extrema derecha. Un fenómeno radicalmente nuevo, digno de un laboratorio de experiencias políticas, pero ahora en la dirección opuesta a la apuntada por Engels: laboratorio de la derecha, de la extrema derecha.
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