EL MUNDO › PARíS ES EL NOVENO SOCIO COMERCIAL DE LA HABANA, CON UNAS 60 EMPRESAS FRANCESAS INSTALADAS EN LA ISLA
La visita del canciller francés representa un punto de inflexión en los caóticos y no siempre justos diálogos entre los europeos y La Habana. Este nuevo ciclo de contactos es la consecuencia del ocaso de la “posición común” europea.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Incluso si la prensa francesa no le dio el lugar que le corresponde, la visita que realizó a Cuba el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, marca una etapa en las relaciones entre la isla y la Unión Europea al tiempo que imprime la marca del canciller francés. Fabius es hoy uno de los pocos dirigentes que está al frente de la diplomacia de su país y que tiene una visión global de las relaciones internacionales, con puntos personales bien precisos. La visita representa en todo caso un punto de inflexión en los caóticos y no siempre justos diálogos entre los europeos y La Habana. Hacía poco más de tres décadas que un ministro francés de Relaciones exteriores no visitaba Cuba. El último en hacerlo fue Claude Cheysson, el inolvidable primer jefe de la diplomacia nombrado por el difunto presidente socialista François Mitterrand luego de la victoria de los socialistas en mayo de 1981. Lejos del moralismo de doble filo tan arraigado en las costumbres de la diplomacia europea, Fabius dijo en La Habana que no había “problema irreconciliable”. El canciller también aclaró que “desbloquear el diálogo político no quiere decir que se está necesariamente de acuerdo con todo. Hay trayectorias históricas diferentes, con sensibilidades distintas”.
Este viaje se inscribe de lleno en la etapa actual, o sea en la llamada reanudación del diálogo entre ambas partes. Este nuevo ciclo de contactos es la consecuencia mecánica del ocaso de la no menos famosa “posición común” que, con el impulso de la España del ex presidente de gobierno José María Aznar, llevó a la Unión Europea a condicionar los diálogos institucionales con la isla a cambio de cambios significativos en el campo de los derechos humanos y la democracia pluralista. Hace poco más de un mes, el ministro holandés de Relaciones Exteriores, Frans Timmermans, oficializó públicamente en Cuba el deshielo de las relaciones con una frase sin rodeos: “Es hora de que la Unión Europea reactualice sus relaciones con Cuba sobre la base de los desarrollos en curso”. Esos “desarrollos” tienen para París varias direcciones: la supresión de la autorización para salir de la isla, la liberación de los presos políticos, el hecho de que no se aplique la pena de muerte, así como las reformas económicas.
Una vez en La Habana, Fabius admitió que persistían trabas y divergencias, pero también reconoció que “Cuba realizó avances espectaculares, por ejemplo en lo que atañe al derecho a la educación o la salud. Sin embargo, también pensamos que los derechos políticos son indispensables. Entre amigos se puede hablar de todo”. Aunque el canciller francés maneja criterios menos estrechos que la simple relación comercial, los negocios nunca están lejos. París es el noveno socio comercial de Cuba. Hay actualmente unas 60 empresas francesas instaladas en Cuba y la ampliación de los intercambios siempre está frenada por el obsesivo embargo decretado por Estados Unidos contra la isla. Washington sanciona a las empresas que hacen comercio con Cuba, lo cual enfría en muchos casos el entusiasmo de los inversores en un país que en 2013 vio su PIB crecer un 2,13 por ciento. En este sentido, Fabius destacó que, en momentos en que se está discutiendo un acuerdo de libre intercambio entre Estados Unidos y la UE, sería oportuno que “esta situación evolucione”.
Si bien es cierto que su posición sobre Siria, su –para los críticos– demasiada proximidad con Wa-shington y sus planteos y exigencias con Irán le valieron muchas críticas y varios desaciertos, Fabius mantiene con todo una gravitación original entre sus colegas de Occidente. Aunque tímidamente, Francia ha emprendido un lento acercamiento hacia América latina luego de años y años de marginamiento y, en muchos casos, hasta de menosprecio. En lo que atañe concretamente al canciller francés, Fabius encarna una diplomacia nueva, caracterizada por la extrema movilidad y la búsqueda de lazos que correspondan a la época en que vivimos y no a la que leemos en los medios del sistema. Fabius habla hoy de un mundo “a polar” o “cero polar”, o sea, carente de polos fuertes, donde el gran imperio norteamericano se retira en puntas de pie de los problemas que él mismo suscita. Según el canciller, el teatro está hoy un poco vacío y ello le ofrece a Francia una posibilidad de asentar su “influencia”, de demostrar que es una “potencia de referencia”. El jefe de la diplomacia francesa le reprocha a Barack Obama esa tendencia a “dejar las crisis sin solución”. En sus ya dos años de mandato, el responsable francés apostó por abrir líneas de relación con lo que él llama “los neoemergentes”, o sea, países como Filipinas o Mongolia (la lista es más larga y comprende a países como Perú, Colombia, Indonesia, Sri Lanka, entre otros). La escala en Cuba es una pincelada más en un cuadro que recién se está llenando con, por ahora, muchas ideas, buenas intenciones y gestos muy lentos.
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