EL MUNDO › DOS MIL VIVIENDAS QUEMADAS, AL MENOS QUINCE MUERTOS Y NUEVE MIL DAMNIFICADOS
Pese a que anoche el fuego parecía controlado, el viento y cualquier chispa abría la puerta al pavor. La presidenta Bachelet invocó a la solidaridad chilena y aseguró a los damnificados que “no los vamos a dejar solos”. Pidió ayuda a Argentina.
› Por Christian Palma
Todo se conjugó para que se desatara la tragedia. Una larga y dolorosa sequía, temperaturas más altas de lo habitual para esta época del año e inusuales ráfagas de viento. Frente a ese panorama, era cuestión de tiempo para que una chispa –que las investigaciones determinarán si fue intencional o no– prendiera los pastizales que crecen generosos por los cerros de Valparaíso, el principal puerto de Chile. En ese lugar, miles de familias han edificado sus casas, a veces desafiando la gravedad, entre medio de las quebradas, pero también dando un estilo único a una de las ciudades más famosas del país. No obstante, esas mismas características ayudaron a que un incendio desatado el sábado redujera a cenizas más de dos mil viviendas y pusiera en la calle a nueve mil personas que lo perdieron todo. Ya van, al menos, quince muertos. Uno de ellos por un paro cardíaco al ver cómo ardía su casa. Seguramente no será la cifra final. La autoridad declaró a Valparaíso como zona de excepción tras el siniestro de proporciones nunca antes vistas. Aunque anoche había sido controlado, el fuego no descansa, apenas una brisa puede revivirlo.
Ayer pasó de nuevo. Otra vez el miedo, la evacuación, la rabia. Los albergues están repletos. La autoridad está coordinando las acciones y los voluntarios no paran de trabajar ordenando una ayuda que llega a raudales desde todos los rincones de este golpeado Chile. Incluso, desde el norte, azotado hace dos semanas por un terremoto. “Nos vamos a poner de pie”, dice Laura entre sollozos. Su casa es ahora un montón de palos quemados. No tiene nada, ni sus mascotas se salvaron. Sólo le queda el apoyo de este país que se vuelve solidario en la catástrofe. “Quiero decirles a los que fueron afectados que no los vamos a dejar solos”, asegura Alvaro Elizalde, el vocero de La Moneda. “Se ha desplegado la mayor operación de combate de incendios forestales con ayuda internacional”, agregó.
El gobierno de Michelle Bachelet solicitó a la Casa Rosada el envío de aeronaves hidrantes que puedan cubrir las zonas que pudieran quedar desprotegidas. Hay 21 aeronaves trabajando exclusivamente en la zona del incendio en Valparaíso, pero hacen poco.
El jefe de Gabinete de Cristina Fernández, Jorge Capitanich, confirmó que Argentina puso a disposición del gobierno chileno desde Cascos Blancos hasta aviones hidrantes para enfrentar las consecuencias del incendio en la ciudad puerto (ver aparte). Valparaíso, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, está impregnado del denso olor a quemado. Todo es humo, carraspera, ojos rojos y lágrimas. Gente deambula con algunos enseres, otros no pueden creer el estado en que están sus bienes. Nada es como antes. Los aviones no paran de arrojar agua en los cerros donde nace otra vez el fuego. No habrá tranquilidad en varios días más, ha dicho la autoridad.
Bachelet estuvo el domingo en el lugar de la tragedia. Recorrió los albergues y las zonas afectadas. Fue recriminada y aplaudida. Su presencia trajo algo de fe en medio de este infierno. “Probablemente éste sea el peor incendio en la historia de Valparaíso”, dijo la presidenta al recorrer las calles siniestradas y conversar con los vecinos. Volvió a Santiago, pero dejó a su ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, en Valparaíso. Ayer, antes de las 8 de la mañana, Bachelet convocó a todos los ministros para encauzar las tareas. Incluso, dada la magnitud de la tragedia, canceló su primera gira internacional, que la llevaría a Argentina y Uruguay.
También explicó que la declaración de Estado de excepción obedeció a “asegurar un orden interno que permita que se pueda ir, efectivamente, a apoyar a las familias damnificadas”. Desde el domingo, unos 900 policías resguardan el orden y la seguridad en Valparaíso. También se decretó la entrega de un bono equivalente a 370 dólares para que los damnificados puedan comprar ropa y otros artículos de primera necesidad y comenzó un proceso de vacunación preventiva entre los afectados.
Mientras tanto, el alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, quien se declaró “impotente” ante la emergencia, declaró que “somos una ciudad demasiado vulnerable. Hemos sido constructores y arquitectos de nuestros propios peligros”. Sus dichos los efectuó el domingo por televisión, cuando todo Chile se estremecía con las imágenes del siniestro. Niños en los brazos de sus madres, ancianos huyendo con lo puesto, animales chamuscados, mostraron el tenor de la tragedia.
Las autoridades han suspendido las clases en toda la ciudad, situada a 120 kilómetros al oeste de Santiago y donde habitan unas 250.000 personas.
Además, se informó que un total de 187 reclusas del centro penitenciario femenino de Valparaíso fueron trasladadas a las cárceles de San Joaquín y San Miguel, ubicadas en Santiago.
En este sentido, el fiscal jefe de Valparaíso, Cristián Andrade, ofició ayer a Carabineros a realizar los peritajes necesarios a fin de aclarar el origen del incendio. En tanto, la policía uniformada envió personal desde Santiago para colaborar con estas labores. Para el director regional de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), Guillermo de la Maza, no hay duda de una intervención de terceros en el origen del siniestro. Pero nada ha sido comprobado. “Hay intervención de terceros sin duda y no se debe a un accidente eléctrico”, dijo.
Sin embargo, para el presidente del Colegio de Arquitectos, Sebastián Gray, hay otras responsabilidades. Aseguró, en El Mostrador, que hace más de 40 años Valparaíso creció sin control. Acusa que el municipio de la ciudad no tiene planes de contingencia adecuados y que se ha dedicado a regularizar construcciones que no cuentan con un buen diseño. El ancho de las calles y el diseño público en general han quedado al arbitrio de los habitantes del puerto, pariendo una geografía caótica que no aguanta los vehículos de emergencia.
Gray aseveró que, históricamente, el Estado ha aprendido de las tragedias para perfeccionar sus programas preventivos y de emergencia y señala que es lo que debiera de ocurrir tras el desastre en Valparaíso: “Tiene que pasar una desgracia tan gigantesca como ésta para que el Estado de Chile dé un salto hacia el futuro y se planteen las cosas de una manera distinta de como las venía haciendo por décadas. Es parecido al efecto de un terremoto. Con cada terremoto grande en la historia de Chile, la norma se fue perfeccionando. Es posible que con este enorme desastre se les exija a los municipios la debida previsión y se pongan a disposición de los municipios pobres los recursos necesarios para generarla”.
Lejos de esa polémica se mantuvo el diputado Iván Fuentes, quien como un ciudadano común y corriente llegó a colaborar con la remoción de escombros. Fuentes se hizo conocido luego de encabezar –como dirigente de los pescadores– el movimiento social de la zona austral de Chile. Su fotografía mojado y con la cara tiznada fue ampliamente comentada. “Con más políticos como éste, tendríamos otro Chile”, se leyó en la red social. “La labor fue muy difícil, y no se podía quedar ajeno. Alguien de buena voluntad paró en una camioneta y nos llevó hasta arriba”, dijo. “El gobierno está en pleno trabajando por la causa; sin embargo, sólo no va a poder con todo el peso de la tragedia. Eso es lo que valoro del grupo anónimo que está allí, la fuerza de la juventud, hombres y mujeres con voluntad y una mística tremenda que es muy importante que así sea. Cada vez que apagábamos un punto (de fuego) se gritaba un Viva Chile, era mágico”, señaló el diputado, dando un ejemplo de lo que se está viviendo en Valparaíso. Miles de manos anónimas ayudando a la reconstrucción de un pueblo devastado, pero que no se da por vencido.
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