EL MUNDO › LA UE DECIDIó CASTIGAR, PERO NO EN LO ECONóMICO
Reino Unido, Suecia, Polonia y, en menor medida, Francia quieren un endurecimiento de la postura con Rusia. En cambio, Alemania, Italia y España optan por un enfoque más prudente.
› Por Eduardo Febbro
Los europeos siguen tambaleándose en la cuerda floja de una imposible posición común mucho más dura frente a Rusia. Los cancilleres de la Unión Europea decidieron ayer en Luxemburgo una nueva batería de sanciones contra Moscú sin tocar, sin embargo, el terreno de la punición económica. Dividida entre mantener un canal de diálogo con Rusia para dar con una salida pacífica al conflicto en Ucrania o apretar el botón de las sanciones más determinantes, Europa continúa a mitad de camino. El canciller francés, Laurent Fabius, advirtió que si las negociaciones de paz que se llevan a cabo este jueves en Ginebra no desembocan en un acuerdo, la UE podría celebrar una cumbre extraordinaria en la cual se impondrían sanciones de mayor alcance. La Europa de la Unión está no obstante dividida: Reino Unido, Suecia, Polonia y, en menor medida, Francia quieren un endurecimiento de la posición de los 28. En cambio, Alemania, Italia y España optan por un enfoque más prudente.
La reunión del jueves en Ginebra entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Ucrania busca la punta de la madeja a fin de desactivar una crisis que se agudiza con cada semana. Se hace evidente que la Europa que sopló sobre las brasas alentando la revuelta en Ucrania contra el presidente depuesto Viktor Yanukovich no midió las consecuencias desastrosas que acarrearía su entusiasmo democrático. Hicieron caer a un presidente teledirigido por Moscú, enfurecieron al presidente ruso Vladimir Putin, desencadenaron la partición de Ucrania con la consiguiente anexión de Crimea por parte de Moscú y, encima, activaron un terremoto de reivindicaciones territoriales cuya potencia puede desdibujar el mapa de la región. Adoptar un perfil más guerrero ante Moscú implica también un montón de problemas nuevos, que van desde el desabastecimiento de gas hasta, según las estimaciones oficiales que circulan en la UE, una caída del 0,5 por ciento del PIB de los países de la UE.
El eurodilema quedó perfectamente reflejado con la síntesis del canciller francés: “El objetivo consiste en dar muestras de firmeza y mantener el diálogo abierto”. El problema radica en que Rusia suministra alrededor del 30 por ciento del gas que se consume en Europa, y 15 por ciento de ese gas pasa por Ucrania. La semana pasada, Putin envió una carta a los líderes europeos exigiéndoles que arreglen el pago de 2200 millones de dólares que Ucrania le debe a Moscú por el suministro de gas. El presidente ruso dejó claro que si no se solucionaba esa deuda, la empresa gasífera Gazprom podrían cortar el envío de gas a Ucrania y, por añadidura, a la UE. Si los dirigentes del Viejo Continente incrementan las sanciones contra Rusia, el próximo otoño podría ser mucho más frío que el anterior. En 2009, Moscú había cerrado el envío de gas a Ucrania y ello tuvo un impacto enorme en Europa Occidental.
La Unión Europa habla mucho y cumple poco. Hace poco más de un mes, la Comisión Europa prometió a Kiev una ayuda de 11.000 millones de dólares, pero aún no entregó ni un céntimo. La comisión espera que Kiev cierre un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, un organismo que le plantea condiciones extremas a un país todavía envuelto en una semiguerra y sin un poder político legítimamente constituido. Hasta ahora, Europa prohibió la entrada y congeló los activos de 33 responsables de Rusia y Ucrania. Los cancilleres ampliaron esa lista, pero no especificaron a cuántas personas más. No sin razón, los rusos denuncian “la enorme hipocresía” de Occidente (Serguei Lavrov, ministro ruso de Relaciones Exteriores). Todas las expectativas están puestas ahora en la balanza inestable de las negociaciones cuatripartitas que empiezan este jueves en Ginebra. “No nos hacemos muchas ilusiones, pero vamos a intentar esta primera apertura”, dijo el canciller belga, Didier Reynders. Seguramente, tanto a Moscú como a la UE les conviene un compás de espera en la escalada. Cada parte detenta un arsenal político, energético y económico para perjudicar a la otra y hacer que, todos, terminen en una crisis sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría.
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