“El corazón de Delia Garcilazo, referente emblemática de la organización y lucha de los familiares de víctimas de la represión, ha dejado de latir”, informó Correpi en un comunicado. “Nos quedamos sin Delia, la compañera que por más de veinte años encabezó nuestras movilizaciones apoyada en sus muletas”, le dijo a Página/12 María del Carmen Verdú. Delia se contactó con Correpi en 1992, cuando guardias de la cárcel de Caseros asesinaron a su hijo, Rodolfo “Fito” Ríos. Por iniciativa suya se hizo el primer informe de Correpi sobre casos de gatillo fácil y torturas desde 1983 hasta hoy. “Sueño con un país sin chicos en la calle revolviendo basura”, decía Delia, que de joven sufrió la amputación de una pierna.
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