EL MUNDO › OPINION
› Por David Enoch *
Las fotos del horror y las historias de brutalidad en Gaza son insoportables. Ninguna persona de bien puede permanecer inconmovible ante ante tanto sufrimiento y dolor –en muchos casos de gente inocente, incluyendo niños–. Pero la gente decente muchas veces atempera sus emociones. Suelen decir: Entonces, ¿qué proponés? No es que sea una pregunta ilegítima; la gente tiene el derecho a no ser atacada. Tienen derecho a exigir que su país los proteja de los ataques. El Estado tiene la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos. Por las manipulaciones de Hamas –por ejemplo el uso de civiles como escudos humanos– y por razones como la sobrepoblación en Gaza, Israel no tiene otra manera de cumplir con su responsabilidad causando menos bajas civiles. En otras palabras, si se te ocurre otra manera, decilo. Si no, callate.
Una manera de ver los problemas que tiene esa afirmación es considerar que las naciones tienen derecho a su autodeterminación. Tienen derecho a no vivir bajo ocupación, represión o bloqueo, siendo degradados como personas y como nación. La gente tiene derecho a un nivel de vida razonable. Los líderes tienen la responsabilidad de asegurarse de que estos derechos no le sean negados a su gente.
Por las manipulaciones de Israel –la política de asentamientos, la negativa a entablar negociaciones serias– y por las disparidades económicas, tecnológicas y militares, los líderes de Palestina no tienen forma de garantizar estos derechos si no emplean el terror, incluyendo el uso de escudos humanos. En otras palabras, si tenés idea de otra manera de hacerlo, decilo. Si no, callate.
A muchos de nosotros no nos convence esta afirmación, por buenas razones. Pero, ¿por qué no? ¿Y en qué se diferencia esta afirmación del argumento similar sobre los brutales ataques en Gaza?
El problema cuando se justifica el terror es que cuando cierto objetivo parece justo y cierto método parece ser el más efectivo para obtenerlo no quiere decir que ese método deba ser usado. Rige el principio general: algunos medios –aunque sean los mejores para obtener un objetivo, pueden ser tan malos que deben ser descartados, siempre y cuando no estemos obligados a usarlos–. Si la única manera de promover la libertad ante la represión es el terror, es suficiente para descartar este objetivo legítimo.
Del mismo modo, si la única manera de protegernos de la amenaza de los cohetes y aun de la amenaza de los túneles es causar muertes, heridos sufrimiento y destrucción en Gaza, quizá deberíamos descartar el objetivo legítimo de prevenir esos peligros.
Pero quizá no hace falta apurarse en descartar estos objetivos. Por ejemplo, el lado palestino puede hacer una campaña no violenta en favor de su independencia. Y el lado israelí podría entablar negociaciones sinceras para resolver los problemas en Gaza, no derrotar a Gaza. El minuto en que uno mira más allá del momento presente aparecen las posibilidades.
Un trabajo clave para los líderes es prevenir escenarios trágicos en que los objetivos legítimos sólo se pueden alcanzar con medios horribles.
Los líderes palestinos a veces parecen no cumplir con esta obligación. Los líderes israelíes ciertamente no la cumplen. Su políticas de los últimos años han precipitado esta situación –los asentamientos, el bloqueo de Gaza, la deslegitimación de la Autoridad Palestina y sus líderes, y especialmente el esfuerzo deliberado en semanas recientes para romper la reconciliación palestina.
No soy ingenuo. Las personas y los países no suelen ceder en sus objetivos estratégicos porque alcanzarlos acarrea un costo moral imperdonable, especialmente si el precio se paga con muertes del otro bando. Israel continuará causando un sufrimiento incalculable y desproporcionado con respecto a sus objetivos. Y Hamas continuará atacando a civiles para causar terror. Pero al menos deberíamos despojarnos de nuestro sentimiento de superioridad moral. Cualquiera que dice “entonces, ¿qué proponés?” como si pudiera enterrar el horror, está usando el mismo argumento que usan los terroristas.
* Profesor de Filosofía y Derecho, Universidad Hebrea de Jerusalén.
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