EL MUNDO › OPINION
› Por Emir Sader
Cuando explotó la Primera Guerra Mundial, el efecto de sus bombas no eludió a la izquierda. Provocó la más importante ruptura, que ha conformado a las dos corrientes que han dominado el escenario político por varias décadas: la socialdemócrata y la comunista.
Lo primero que hace un gobierno cuando decide hacer una guerra es solicitar al Parlamento licencia para desplazar libremente los recursos, con prioridad absoluta para la guerra. Los partidos socialistas se vieron entonces frente a la alternativa de apoyar a sus gobiernos o reafirmar sus políticas pacifistas e internacionalistas, apoyadas en los análisis de Lenin, de que se trataba de guerras interimperialistas, de división y redivisión de las colonias entre las potencias.
Colocados frente al dilema de sumarse a la guerra interimperialista, en que las burguesías de cada país peleaban por sus colonias en contra de las de otros países, llevados por el clima patriótico generado en cada país que va a la guerra, o de afirmar el pacifismo, la mayoría de los países socialistas optó por la primera posibilidad.
Cada uno de los partidos socialistas se alineó con la burguesía de su país y privilegió la cuestión nacional en desmedro de la cuestión social, apoyando el envío de la masa de la población, en su gran mayoría trabajadores, a pelear en los campos de batalla en contra de los pueblos de los otros países, para defender los intereses de las clases dominantes de sus países.
La minoría, entre ellos Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotsky, manteniendo las tesis del pacifismo y del internacionalismo, rompió con la Segunda Internacional, y poco tiempo más tarde fundaría la Tercera Internacional. Reafirmaban el análisis de Lenin de que, si es cierto –como decían algunos dirigentes que se han quedado en la Segunda Internacional– que nunca una revolución es tan difícil como en el comienzo de una guerra –por el predominio del clima de unión patriótica por la guerra–, nunca es tan posible como en el transcurso de una guerra, cuando el pueblo se da cuenta de lo que significa.
Fue una fractura traumática para la izquierda, generando la división entre la socialdemocracia que apoyó la guerra y los comunistas pacifistas internacionalistas. Posteriormente la ruptura fue asumiendo otro carácter, con la socialdemocracia renunciando al socialismo y optando por la democratización del capitalismo y acusando a la URSS de totalitaria, mientras los comunistas asumían a la URSS como modelo y acusaban a la socialdemocracia de haber abandonado el socialismo y de haberse reconvertido a la reproducción del capitalismo.
Aquel momento clave sirvió para definir opciones entre la prioridad de la cuestión nacional, bajo su forma chauvinista, o la cuestión social, por el anticapitalismo. Fue un momento trágico para la izquierda mundial, cuando la mayoría de los partidos de izquierda se rindió a la guerra de sus elites dominantes y las dos corrientes ni siquiera lograron unificarse en la lucha en contra del nazismo ascendente pocos años más tarde.
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