Dom 16.11.2014

EL MUNDO  › OPINION

México duele

› Por Emir Sader

México fue el primer país en firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (en ese caso, también con Canadá). Lo hizo en 1994, el mismo año en que explotaba la primera crisis neoliberal en el continente y la rebelión de Chiapas.

Eran señales de las consecuencias del camino que México escogía. Pero nada impidió que el país siguiera adelante –con fraudes electorales de por medio– en esa alianza subordinada con EE.UU. que, a la vez, distanciaba aún más a México de los otros países de América latina.

El balance de los 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte no podría ser más negativo para México, habiendo favorecido ampliamente, a su vez, a los EE.UU. México se ha vuelto más desigual, con más pobreza y más miseria. El haber destinado más del 90 por ciento de su comercio exterior a EE.UU. ha hecho que el estancamiento de la economía norteamericana frenara cualquier posibilidad de que México creciera. Y, principalmente, la adopción del modelo neoliberal ha hecho de México un país peor y no mejor que antes, más desigual, con más pobreza y más miseria.

No bastarán los efectos socialmente devastadores del modelo neoliberal – agudizados por la crisis recesiva internacional iniciada en 2008–, México es el corredor de llegada del narcotráfico al mercado consumidor más grande del mundo –los EE.UU–. Además de los daños graves que ese mismo fenómeno produce en los países de Centroamérica –en particular Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala–, en México la articulación entre narcotráfico, corrupción y violencia produce como resultado la descomposición social y política del país.

A la fracasada “guerra contra el narcortráfico” del ex presidente Felipe Calderón le siguió la impotencia del gobierno de Peña Nieto para enfrentar con un mínimo de eficacia la conjunción de esos fenómenos explosivos. Cuando se buscaban los cuerpos de los 43 estudiantes desaparecidos en el estado de Guerrero, se han encontrado varias fosas con otros cadáveres, demostrando cómo ese macabro fenómeno se ha multiplicado a lo largo de los últimos años.

Mientras tanto, la izquierda mexicana se ha dividido todavía más que antes, con la salida del grupo de López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), para fundar un nuevo grupo, con el nombre Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). Movimiento que se suma al PRD y a los zapatistas, como tres ejes diferenciados y con menos chances todavía de ganar las elecciones presidenciales del país.

A todos los que amamos a México nos duele profundamente ver la situación del país y del pueblo mexicano. En lugar de acercarse a los países latinoamericanos que combaten el neoliberalismo, que logran disminuir la desigualdad, aun en medio de la crisis recesiva mundial y del aumento de la desigualdad en el mundo, México sigue estrechando sus vínculos con EE.UU., dando la espalda al continente con el cual tienen tantos vínculos esenciales.

México se desangra por los poros, sin esperanza, con padres desesperados, sin aceptar la versión oficial sobre sus hijos, con profesores que no retoman sus clases sin sus 43 estudiantes, con estudiantes que se no resignan a la desaparición de sus colegas. Con un episodio que revela, todavía más que todos los anteriores, la relación promiscua entre las élites políticas de México, los narcotraficantes y los grupos armados que los protegen. Ojalá que esta vez el pueblo mexicano tenga la fuerza necesaria para decirle basta a la situación que el neoliberalismo, la alianza con EE.UU. y el narcotráfico han llevado al país de Zapata, de Pancho Villa y de Lázaro Cárdenas.

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