EL MUNDO
› HABLA MILTON HERNANDEZ, VOCERO REGIONAL DEL ELN COLOMBIANO
“Vivimos una dictadura cívico-militar”
La fuga de un secuestrado por el Ejército de Liberación Nacional, segunda guerrilla izquierdista de Colombia, y la admisión por este grupo de que tiene de rehenes a varios turistas extranjeros raptados a comienzos de mes volvieron a poner en primer plano el peor conflicto regional. En estas páginas, el relato de la fuga y reportajes a un vocero del ELN y al ex presidente Ernesto Samper.
Página/12
en Brasil
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
El presidente Alvaro Uribe Vélez es un aprendiz de Bush que sueña convertir a Colombia en la Israel regional: un gendarme de Estados Unidos controlando la Amazonia. El diagnóstico es del Milton Hernández, vocero del Ejército de Liberación Nacional, organización donde se alistan unos 5000 rebeldes que llevan “38 años combatiendo en la guerra civil colombiana”. Hernández concedió una entrevista de dos horas a Página/12 en Brasil, adonde llegó para desplegar una suerte de diplomacia clandestina.
Hernández habló de guerra. Cree que la paz está lejos, que Uribe es mal estratega, que el conflicto se desplaza del campo a la ciudad y que la magnitud de las Fuerzas Armadas colombianas no amenaza a la guerrilla sino al equilibrio militar regional. La ecuación del guerrillero es simple: los países vecinos deben intervenir “políticamente” en Colombia antes de que sea tarde y haya combates en Brasil, Perú, Ecuador y Venezuela.
Para “politizar regionalmente” el conflicto el canciller del ELN viajó a Brasil donde habría mantenido encuentros para reencaminar el diálogo roto en Colombia. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ganó espacio en el conflicto y dos semanas atrás conversó formalmente con Uribe sobre un encuentro entre los guerrilleros de las FARC y la ONU en territorio brasileño. Para el ELN Brasil es “imprescindible” para “la solución política” del conflicto. Sin embargo, Brasil censuró las acciones “terroristas” atribuidas a las FARC y el ELN, como fueron el coche bomba que estalló en el Club El Nogal de Bogotá o el atentado contra el centro comercial en Cúcuta.
–¿Estos antecedentes confirmarían que el ELN es una organización terrorista?
–El ELN no acciona como terrorista, no tuvimos nada que ver con la bomba que explotó en Cúcuta y las FARC negaron la autoría de los hechos en el Club El Nogal, fueron dos casos de terrorismo de Estado perpetrados por escuadrones de la muerte. Vea usted que lo de El Nogal se produjo dos días antes de la Cumbre de la OEA, cuando Uribe planteó que se caracterizara al movimiento insurgente, en especial a las FARC, como terrorista. El hecho del centro comercial de Cúcuta buscó el mismo propósito, le recuerdo que se produjo tres días antes de que Uribe visitara Brasil.
–En Cúcuta hay fuerte presencia del ELN. Si no fueron sus compañeros, ¿quiénes cometieron el atentado?
–No podríamos responder con datos, pero le digo que hay antecedentes de escuadrones de la muerte saboteando los procesos de diálogo. En 1987, un vocero de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal, fue asesinado en pleno diálogo; en 1991, después de la desmovilización del M-19 (guerrilla), los servicios de inteligencia le dispararon tres tiros en la cabeza a su comandante, Carlos Pizarro León Gómez. Estos antecedentes nos hacen decir que las Fuerzas Armadas entrenan grupos para sabotear cualquier acercamiento político.
–¿Cuál es su caracterización del gobierno de Uribe?
–Uribe preside una dictadura cívico militar.
–Pero fue electo por amplia mayoría y un año después de asumir preserva una alta popularidad.
–El sistema electoral colombiano es fraudulento y no representa al pueblo, que vota en un porcentaje inferior al 40 por ciento. Pero al llamar dictadura a este régimen lo hacemos teniendo en cuenta elementos objetivos, como impulsar la creación de un millón de informantes, compuesta por colaboradores civiles que van a tener que denunciar anomalías de vecinos y amigos. Hay una militarización total de la sociedad civil. Uribe dijo sin ningún rubor que pretendía aumentar la red deinformantes de un millón a cinco millones en los cuatro años, como una forma de combatir el desempleo.
–El desarme de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, ¿abre paso a la desintegración de esas fuerzas?
–Es una trampa publicitaria. Mientras se hace alarde con ese tema el gobierno está planteando crear una red de 20.000 nuevos soldados campesinos. Soldados campesinos ubicados en 450 bases de municipios donde supuestamente no había presencia de las Fuerzas Armadas. Eso busca legalizar el paramilitarismo de Estado, para no seguir pagando tantos costos internacionales por las denuncias sobre violación de derechos humanos. En realidad, están buscando una salida social a los escuadrones de la muerte.
–¿Quedan muchos años de guerra por delante en Colombia?
–El cuadro militar está congelado, ellos no pueden avanzar ni exterminarnos y es cierto que las tres guerrillas no estamos en condiciones de un triunfo militar ahora. Desde 1964 la guerra en Colombia ha dejado dos millones y medio de muertos y hondas huellas en la cultura del país. Ningún pueblo quiere la guerra, pero creo que ésta tiende a profundizarse. La nueva realidad nacional e internacional indica que habrá más guerra y eso nos obliga a fortalecernos militarmente, para no perder vigencia política. Vamos a seguir empuñando y defendiendo con las armas lo que políticamente se nos está negando.
–Hubo un incremento de los atentados urbanos de ELN y FARC. En términos militares, ¿eso significa que la guerra emigró del campo a la ciudad?
–En los últimos meses tanto el ELN como las FARC reforzamos a los comandos urbanos para multiplicar nuestra presencia social como parte de nuevas definiciones tomadas por nuestra dirección nacional. El ELN ya tiene inserción en las periferias de ciudades importantes como Bogotá, Medellín, Cali y Cúcuta.
–Parece anacrónico librar una guerra campesina en un país con un 70 por ciento de población urbana.
–Esa pregunte nos somete a un análisis de la sociedad colombiana. Primero digamos que el ELN y las FARC nacimos cuando el país social, económico y político se movía en un 60 por ciento en el campo. Hoy el país es un 70 por ciento urbano. Por eso hemos decidido que a la guerrilla rural hay que acercarla a los grandes centros económicos del país. Lo que estamos haciendo con las FARC es reordenar nuestras fuerzas para dar un salto de calidad a las nuevas batallas que se avecinan en el espacio urbano.
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