Vie 23.01.2015

EL MUNDO  › OPINIóN

Afirma un camino

› Por Oscar Laborde *

Cuando el 21 de enero de 2006 Evo Morales recibía el bastón de mando de los pueblos originarios como su líder político y espiritual en Tiwanaku, previo al día de asunción de la presidencia formal de Bolivia, los allí presentes sabíamos que estábamos viviendo un acontecimiento histórico: era el primer presidente indígena en un país donde hasta 1952 éstos tenían negado el voto a pesar de ser la amplia mayoría de la población. Después de 500 años habían elegido a uno de ellos como presidente. Pero también porque afirmaba un camino comenzado por Chávez en 1998, continuado por Lula da Silva y Néstor Kirchner y afirmado pocos meses antes en Mar del Plata cuando se le dijo No al ALCA, donde Evo había participado como dirigente.

Por supuesto que la derecha local y continental aseguraba que ese experimento duraría un soplo, y rápidamente todo volvería a la “normalidad”. Sin embargo, Morales fue reelecto por segunda vez con un respaldo del 62 por ciento (en un país donde eran electos con un 25 o 30 por ciento), convirtiéndose en el presidente boliviano con más tiempo en el poder. Morales lidera una nación con un crecimiento envidiable en estos tiempos, y lo hace porque ha decidido poner al Estado al servicio de su país y de su pueblo. La nacionalización de los hidrocarburos permitió que lo recaudado por sus ventas anualmente subiera de 2000 a 10.000 millones de dólares y que las regalías que ingresan al Estado pasen de 300 a 6000 millones de dólares.

Eso permitió triplicar el gasto público, aumentar el salario real un 64 por ciento, cubrir con bonos de asistencia al 33 por ciento de la población y reducir la pobreza urbana de 24 al 14 por ciento, y la rural, del 63 al 43 por ciento. En 2009 se aprobó una Constitución que transformaría a Bolivia. No solo se declaraba el Estado Plurinacional (con todo lo que eso conlleva) sino que además otorgaba cuotas a parlamentarios indígenas, creaba el sistema judicial indígena poniéndolo al nivel de la Justicia ordinaria. Además establece un modelo social y comunitario constituido por organizaciones estatales, privadas y comunitarias cooperativas. Y determina que los recursos naturales pasan por derecho constitucional a manos del Estado.

A pesar de todas estas extraordinarias conquistas, lo más llamativo es el grado de consenso que han conseguido en la amplia mayoría de la sociedad los planteos que vienen haciendo Evo, su gobierno, su partido, el MAS, y los movimientos sociales. La consolidación de una hegemonía virtuosa, la cristalización de un tipo de integración lógica y moral de la sociedad. Esto se ha extendido evidentemente en los últimos años y ha sumado al sector social que acompañó a Evo desde el comienzo a toda la dirigencia sindical, a capas medias, a amplios sectores del empresariado. Y también esta influencia se extendió territorialmente a regiones donde hace algunos años planteaban la secesión de Bolivia, como Santa Cruz y Pando, y hoy gana claramente el MAS.

* Director del Instituto de Estudios de América Latina - CTA.

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