EL MUNDO › ENTREVISTA AL DIRECTOR DE AMéRICA LATINA DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS RUSA
Vladimir Davydov explicó a Página/12 el potencial del grupo Brics, convocó a fundar otras agencias calificadoras, habló de petróleo y materias primas, dijo que en América latina hay una orientación hacia el centroizquierda con peso de políticas pragmáticas y opinó que, sin más regulaciones, la crisis financiera se puede repetir con resultados todavía peores.
› Por Martín Granovsky
Graduado en Economía Internacional en la Universidad Lomonosov de Moscú (1967) y doctor en Economía en 1973, Vladimir Davydov habla un español perfecto. Es director del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia y miembro de la Federación Internacional de Estudios en América latina y el Caribe. En medio de una visita por países de la región aceptó conversar con este diario en la embajada rusa con sede en Buenos Aires y analizar, entre otros temas, el futuro previsible del grupo Brics que Rusia integra junto con Brasil, China, India y Sudáfrica.
–En todos los organismos internacionales estamos presentes –informó Davydov–. Trabajamos fuerte en los marcos de la comunidad científica internacional. Nuestro instituto tiene más de 50 años y logró reconocimiento, lo cual no es tan sencillo porque la comunidad de latinoamericanistas del mundo es más organizada que americanistas y europeístas.
–¿Más organizada?
–Sí, casi todos los años tenemos congresos en algún lugar del mundo y ahí vamos los rusos con nuestra bandera.
–¿Cuál es?
–Somos serios y aportamos a una rama en crecimiento. No crece sólo en Europa. También en Asia.
–En China.
–Por supuesto. Y no sólo en China. ambién en Turquía, Irán, Pakistán, India y Filipinas.
–¿Por qué ese interés?
–En parte por la cuestión de la identidad. Ya América latina tiene más de un siglo, cada uno con su identidad, y es un objeto interesante de estudio. Es muy importante examinar cómo los latinoamericanos se ubican en el mundo con identidad propia, o como huérfanos de ese mundo, o como primos de la civilización occidental, pero siempre en búsqueda de una personalidad diferente. Eso tiene proyección hacia otros temas, como el acceso a los mecanismos de regulación global.
–El tema de los organismos multilaterales de crédito, por ejemplo.
–La economía global. Es importantísima y a la vez el sector que tarda más en adaptarse a las nuevas realidades. Todos reconocen que los mecanismos de Bretton Woods ya no sirven para las condiciones actuales del siglo XXI. Todos lo dicen. Quedó subrayado al principio de la actual crisis, en 2008, y acentuado en 2009. Cuando digo todos, incluyo a Barack Obama y Angela Merkel. También ellos comenzaban por esos años a comentar que un sistema debía ser corregido.
–Lo cual no sucedió.
–No, no pasó. Que esa corrección no se haya realizado es un error trágico. Hoy la agenda de temas es enorme, incluso en el G-20, pero no hay ningún mecanismo de implementación decidido.
–¿Qué puede pasar si no se profundiza la discusión y no empiezan los cambios?
–Que la crisis se repita de una manera aún más acentuada. A nivel nacional los Estados Unidos regulan algo. Ellos mismos saben que regular no es sencillo, y a nivel internacional menos. Pero muchos en los Estados Unidos tienen conciencia de que algo hay que hacer. Todos saben que es necesario adecuar los pesos y los votos en los organismos a la nueva correlación de fuerzas. Pero en los centros nacionales no hay ganas de hacerlo. No es una presunción mía: basta observar la práctica. El ejemplo aleccionador es la decisión de 2010 de cambiar las proporciones en el Fondo Monetario Internacional. Estaba claro que había que aumentar la representación de los Brics y de otros emergentes. Pero hasta hoy no se hizo nada. Y el mayor obstáculo es Washington. Sin embargo, tarde o temprano esa representación aumentará porque no se trata sólo de una cuestión del Fondo y su responsabilidad como núcleo de regulación. También serviría para perfeccionar todo el sistema. No puedo dar recetas prefabricadas. Es un proceso de maduración de la arquitectura económico financiera mundial. Se hace a nivel regional y no sólo global. En el ámbito regional ese proceso puede ser más rápido.
–¿Los Brics son un proceso rápido o lento?
–Constituyen un intento de llevar a cabo a nivel global un proyecto alternativo. Soy experto en el tema desde 2004 y pienso que es todavía incipiente. La agrupación no está institucionalizada adecuadamente. No estamos en la niñez de los Brics pero seguro sí en su juventud. Hay que tener un mayor entendimiento adentro. Un mayor consenso para convertirse en una estructura eficiente y no perder de vista lo principal: hay un comienzo promisorio en la formación de un nuevo banco de desarrollo, con un capital que equivale a 100 mil millones de dólares.
–¿Está bien la cifra?
–Es considerable para el comienzo. Se requieren dos o tres años para ponerlo en marcha. Esas estructuras no funcionan de la noche a la mañana. Es un comienzo de institucionalización del propio Brics, porque un banco sin estatuto ni reglas de juego no es un banco. Ese banco a nivel de análisis estratégico podría jugar un papel muy importante. No sólo a nivel de los integrantes de los Brics.
–¿Cuál sería su importancia?
–El pool de recursos líquidos de los Brics es importante incluso teniendo en cuenta las lecciones de la última crisis, que fue una muestra clara de inestabilidad y de turbulencias. Hay que tener un mecanismo colectivo de apoyo en situaciones de dificultades de uno u otro miembro de la agrupación. Se pueden hacer más cosas prácticas. La agenda es muy amplia. Ya se firmó un acuerdo de alianza bursátil. Eso quiere decir que es necesario crear el mercado común de valores para la capitalización y la creación de condiciones verdaderas, que se adecuen a la realidad. Surge también el problema de diversificación de recursos monetarios de reserva. Hay que utilizar monedas nacionales en los intercambios multi y bilaterales. Ya estamos trabajando en eso con China. Hay un acuerdo de los bancos centrales.
–Está el acuerdo argentino-chino con los swaps para disponer de recursos.
–Sí, una de las soluciones extrapolar. Pero tanto los brasileños como nosotros y los indios estamos interesados en añadir las propias monedas. También hay que comenzar el trabajo para la creación de agencias calificadoras de riesgo.
–¿Agencias alternativas?
–Sí, por ejemplo vinculadas con nuestras universidades y nuestras corporaciones que actúan en el mercado de valor. Los últimos años mostraron que las agencias que existen y nacieron en el mundo occidental están excesivamente politizadas. El juego político provoca deformaciones. No es honesto seguir sus datos. En cambio con la aparición de organismos alternativos sí será posible tomar en cuenta las informaciones. Aclaro que en este mismo momento no puedo decir cuál sería la alternativa. Sólo señalo que esa alternativa es posible y es necesaria. Otro tema es el campo de la información. Los países Brics tienen que unir fuerzas en la creación de un organismo conjunto de información política y también económica. En el caso de Ucrania está claro: perdemos la guerra informativa. Y no se trata sólo de nosotros. Pierden también los indios, los chinos, los brasileños, los sudafricanos... Sigo con las ideas: también vale la pena unir fuerzas para armar un mecanismo eficiente y colectivo de ciberseguridad. Y es posible realizar proyectos de envergadura en infraestructura y estudios espaciales. O en programas de formación para el Artico y para el estudio de espacios hasta hoy día poco controlados, como la Antártida. Ya tenemos colaboración fructífera con la Argentina y con Chile. Tenemos ciertos recursos y podemos usar nuestro know how para prospección desde el espacio. Tenemos tecnología avanzada en energía no tradicional e incluimos energía nuclear.
–El intento ruso con Vladimir Putin de reconstrucción del Estado y mayor peso internacional despertó hipótesis, a veces dichas con alegría y a veces con tristeza, acerca del surgimiento de una nueva Guerra Fría. ¿Existe?
–La situación es diferente. Antes vivíamos la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Dos participantes básicos. Hoy participan otros actores, otros protagonistas en la escena internacional. Mucho depende de la capacidad de convocatoria de cada uno. En otras palabras, mucho depende de la capacidad de mostrar eficiencia y autoridad. Y de las ventajas morales. La cultura debe jugar un papel más importante. Nosotros preferimos hoy día medir cada fenómeno sólo en millones de dólares. Cometemos un error ignorando las ventajas culturales.
–O sea que no hay un eje Washington versus Moscú.
–La confrontación no es la opción principal que adopta hoy Rusia. Todavía Rusia no es capaz de reconstruir su potencial histórico. Le falta tiempo histórico para restablecer la proyección tradicional de nuestro país. Poner la casa en orden. Desde ese punto de vista una confrontación sería prematura. Putin hizo mucho para restablecer las fuerzas del Estado. Elevó seriamente el nivel de gobernabilidad en Rusia. Es una premisa para el avance económico y para la modernización. Pero sinceramente dicho, se habló y no se hizo mucho en la práctica, lo cual es importante si uno tiene en cuenta que en condiciones de confrontación geopolítica el imperativo de modernización es más potente. Ustedes lo saben bien. La renta natural durante mucho tiempo postergó la modernización en la Argentina. Incluso en el agro. Algo parecido pasó con los hidrocarburos. Pero ya no hay paso atrás. Con una economía y un predominio exagerado de excavaciones de gas y petróleo no podemos avanzar mucho.
–¿Cuál es el poderío potencial ruso?
–Rusia tiene uno de los mayores acervos de recursos naturales y de know how. Tenemos Siberia y el Lejano Oriente. Reservas de agua potable, de energía, de madera, de potasio, de toda índole. Rusia tiene también la ventaja de la que no disponen muchos otros países: uno de los mercados más solventes, junto con Estados Unidos, Europa y China. Estamos al lado de dos de esos mercados, además. Debemos usar nuestra ventaja comparativa. No hay mal que por bien no venga. Nuestro intercambio con la Unión Europea sobrepasó lo recomendable en más del 50 por ciento del volumen de intercambio. No convenía. El problema no es la dependencia respecto de Rusia. Es la interdependencia. Hoy estamos reorientando el intercambio hacia países del Asia y del Pacífico, y también Latinoamérica.
–¿Cómo observa la última década o década y media como latinoamericanista ruso?
–Podría decir que en general se produjo un giro a la izquierda, o más bien un rumbo que genéricamente se orientó hacia la izquierda. Digo esto porque no se trata de una recta en movimiento. Tiene oscilaciones. Es algo natural. Francis Fukuyama publicó hace varios años el libro llamado Trust. Confianza. En el prólogo promete encontrar una explicación de por qué los latinos tienen menos progreso que otros. Leí con detenimiento el epílogo. No encontré la explicación final. Sólo dos hipótesis. Una es la polarización en los ingresos. Otra, instituciones débiles. Yo pienso que la explicación debería ser más amplia y más rica. Es obvio que la cultura política de izquierda inevitablemente se reproduce, incluso en formas radicales. Pero pienso que la experiencia requiere cierto tiempo histórico. Eso no significa que el tiempo es necesario para que desaparezca. Al contrario: para que se enriquezca con el acervo humanista y humanitario. Los sucesos se encaminan en ese sentido. La inclinación, aun oscilante, hacia la izquierda muestra diversidad y al mismo tiempo cierta pragmatización.
–Con un papel más central del Estado, ¿no?
–Sí, claro. Soy optimista. Hay muchos ejemplos exitosos que muestran capacidad de gobernabilidad sostenida en el tiempo. Aseguran estabilidad política y cierta eficiencia económica. Hay ejemplos interesantes. La política de Rafael Correa, por caso. Nadie esperaba un éxito así de Evo Morales. Es una sorpresa. Y también un resultado lógico, justamente porque hay un aumento de la pragmatización. La izquierda es mucho más madura y puede manejar el know how económico. Es más disciplinada en las finanzas. Por ejemplo Daniel Ortega, en ese sentido es una sorpresa incluso para los estadounidenses por su capacidad de encontrar consensos. Es posible otro mundo. Es posible otro Brasil. Es posible otra Argentina. Espero que sea posible que el kirchnerismo haya consolidado que la gente común restableciera su fe en el futuro. Es posible tener un ingreso digno para jubilados. Es posible la movilidad social ascendente, que volvió a ser una característica de hoy en día. En la Argentina también es importante la gran capacidad de modernización en agroindustrias, y la capacidad de ocupar posiciones clave en el mercado mundial. Lo mismo Brasil. América latina puede convertirse en un jugador de primer orden en un sector que será de valor estratégico.
–¿Incluso con la caída de los precios de las materias primas?
–Se trata de algo coyuntural. En procesos a largo plazo no podemos juzgar con rapidez. Estoy seguro de que aumentarán otra vez los precios en el sector alimentario.
–¿Y el petróleo? ¿La baja es por conspiración o por acumulación de stocks en los Estados Unidos?
–Podríamos hablar de cierta conspiración pero depende más de factores objetivos. Es un movimiento cíclico de la economía mundial. No es la primera vez que sucede. Los períodos de baja son más cortos que los períodos de alta. Hoy día la demanda en el mercado mundial no depende más sólo de los centros tradicionales de la economía mundial sino de los centros emergentes, incluyendo India, China, Indonesia, Malasia... Son grandes consumidores del mercado mundial. Ellos determinarán la coyuntura. No sólo los Estados Unidos. El peso de los Estados Unidos tiene tendencia a la disminución. Los chinos quieren tener un país de ingreso medio para el 2020 y 2030. Serán unos 500 millones de chinos en las capas medias. Hay que añadir 300 millones en la India. La suma sobrepasa con creces las poblaciones totales de los Estados Unidos y de Europa. Podemos añadir las capas medias de Rusia, las capas medias de Brasil... Tarde o temprano tendremos un aumento en los precios. No hace falta llegar a los 100 dólares por barril. Pienso en 70 u 80. Menos no es rentable para la industria del shale gas en los Estados Unidos. Por eso pienso que es probable el regreso a nivel de 70 u 80 a corto plazo.
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