Lun 23.03.2015

EL MUNDO  › LA UMP FRENA EL AVANCE DE LE PEN EN LOS COMICIOS DEPARTAMENTALES DE FRANCIA

Una victoria para Sarkozy

El xenófobo Frente Nacional marcó una etapa más en su progresión, a la vez que el partido de derecha del ex mandatario les arrebató a los socialistas varios departamentos. Y el PS parece haber puesto un límite a su constante ocaso en las urnas.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Los sondeos de opinión ya habían escrito el guión, sólo faltaba que los actores, es decir, los votantes, confirmaran la trama anunciada de la primera vuelta de las elecciones departamentales. El resultado no es tan parecido a lo esperado: la ultraderecha del Frente Nacional, situada entre el 23 y el 23,5 por ciento de los votos, obtuvo ayer el resultado más importante de su historia en las elecciones locales, sin alcanzar con ello su sueño de convertirse en el primer partido de Francia. A su vez, la derecha de la UMP liderada por el ex presidente Nicolas Sarkozy alcanzó el 30 por ciento de los votos, mientras que el gobernante PS, con 21 por ciento, se situó bastante por encima de las previsiones electorales.

Incontestablemente, las tres fuerzas políticas principales marcaron puntos. Los dos ganadores más claros son Sarkozy y el Frente Nacional. El FN marcó una etapa más en su progresión, a la vez que el partido del ex mandatario les arrebató a los socialistas varios departamentos y, al mismo tiempo, iluminó las ambiciones de Sarkozy para las elecciones presidenciales de 2017. Esta fue la primera prueba de fuego electoral desde que, el año pasado, Sarkozy regresó a la política luego de su derrota en las elecciones presidenciales de 2012. Pese los esperados resultados adversos, el socialismo francés no protagonizó un domingo catastrófico. Con estos resultados, el PS parece haber puesto un límite a su constante ocaso en las urnas. Ya no aparece como un partido que va de derrota en derrota, sino que sus electores le dieron ahora un perfil de partido que resiste. La izquierda radial, aliada con los ecologistas, también levantó vuelo con porcentajes que la acercan al 10 por ciento. Si hubo una sorpresa fue precisamente los resultados del PS. Analistas y sondeos auguraban una paliza memorable, tal como ocurrió en las elecciones europeas y municipales. Eso no se plasmó en los resultados con la dimensión esperada. El partido del presidente francés, François Hollande, no pagó en las urnas la impopularidad del mandatario. Más aún, si se adicionan los porcentajes de toda la izquierda francesa, ésta llega a casi un 38 por ciento de los votos, un resultado más que honroso para un arco de partidos en el poder, para una elección intermedia y en un contexto de crisis y desempleo como el que atraviesa Francia. Comparados uno con otro, los porcentajes de la izquierda y la derecha son bastantes parejos. Ambos acertaron en sus dinámica: la derecha en poner en marcha un movimiento de relegitimidad; los socialistas en romper la dinámica de la derrota constante.

Al cabo de la elección, el primer ministro francés, Manuel Valls, hizo una síntesis pertinente de los resultados: “Las formaciones republicanas mantuvieron sus posiciones. La extrema derecha, incluso si está demasiado alta, no es la primera formación política de Francia”, dijo Valls. Ahí está precisamente la frontera con la que chocó la extrema derecha. Su líder, Marine Le Pen, quería que el FN fuese ese “primer partido”. Las encuestas de opinión habían pronosticado un 30 por ciento al movimiento de Marine Le Pen. Si bien las proyecciones no se realizaron, ello no le resta ninguna validez a esta consulta en la cual la ultraderecha francesa no hace sino confirmar su estatuto de partido arraigado y normalizado a escala nacional. El Frente Nacional es hoy la tercera fuerza política del país. Su visión xenófoba y antieuropea la llevó a jugar en las grandes ligas. La fuerte implantación de la ultraderecha tiene además otra consecuencia: el fin del bipartidismo izquierda-derecha quedó consumado con la instalación del Frente Nacional como tercer eje político del país.

La consulta de ayer debía elegir a más de 4108 consejeros, los cuales serán decisivos para designar los poderes de los 99 departamentos una vez que se celebre la segunda vuelta, el próximo 29 de marzo. Estas elecciones departamentales también sellaron un hito en la historia política del país. Por primera vez, todas las candidaturas fueron mixtas, o sea, un hombre y una mujer. Recién dentro de una semana se podrán sacar las cuentas finales.

El buen resultado del PS y sus satélites aliados no permite enterrar a la izquierda por anticipado. La cita del próximo domingo trae consigo la eterna querella de los duelos dobles entre la izquierda y la extrema derecha y su consiguiente consigna de voto. A este respecto, Sarkozy permaneció fiel a su línea, la llamada “ni ni”, o sea, ni “acuerdo local o nacional con la extrema derecha”, ni consigna de voto a favor de la izquierda. Los electores tienen conductas curiosas. Depositan su confianza en una movimiento de ultraderecha cuyo discurso consiste en denunciar la semejanza entre la socialdemocracia y la derecha, impugnar a Europa, despreciar a los extranjeros y diabolizar al Islam. Al mismo tiempo, restauran la legitimidad de una oposición conservadora minada por las querellas intestinas, los escándalos por corrupción y cuyo jefe, Sarkozy, tiene media docena de pesados legajos judiciales que lo acechan desde hace varios años. La impunidad es, ciertamente, el valor más corriente compartido por la clase política mundial.

La victoria de la derecha clásica es amplia. Sus líderes se sacan de encima un pasado turbio de rencillas y oprobio popular. Para Sarkozy, las elecciones fueron un regalo. Los resultados le permiten aparecer limpiamente como el jefe de un partido unido, que supo agruparse por encima de las divisiones para ganar una elección. El guión escrito por las encuestas de opinión está aún lleno de páginas inciertas. El 29 de marzo la película política estará terminada, pero las tendencias de esta primera vuelta son claras: una derecha fuerte, una ultraderecha sólida pero privada de un triunfo histórico y una izquierda que salió de la agonía para entrar en la resistencia.

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