Mar 24.03.2015

EL MUNDO  › EYTAN GILBOA, EXPERTO DE LA UNIVERSIDAD DE BAR ILAN E INVESTIGADOR DEL BEGIN-SADAT CENTER

“Obama quería que perdiera Netanyahu”

Gilboa, especialista en las relaciones entre Israel y Estados Unidos, afirma que el mandatario demócrata tuvo diferencias con su par israelí no sólo sobre la cuestión palestina sino también sobre Irán, Egipto, Siria y el Estado Islámico.

› Por Patricio Porta

Pese a los deseos de la Casa Blanca, el primer ministro Benjamin Netanyahu es el gran ganador de las recientes elecciones de Israel. Gracias a los aliados de la extrema derecha, el premier cuenta con mayoría en el Parlamento para endurecer su política hacia los palestinos. El principal temor del gobierno del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es que cualquier esfuerzo para acercar a palestinos e israelíes a la mesa de negociaciones se vea frustrado por la intransigencia de Netanyahu y sus socios políticos. “Obama quería que Netanyahu perdiera las elecciones. Ahora tendrá que superar esa hostilidad y encontrar maneras de cooperar con él. Los dos países comparten muchos intereses que se deben abordar en un futuro próximo. Ambos líderes han sido responsables del deterioro de las relaciones y ambos tienen que repararlas”, dijo a Página/12 Eytan Gilboa, experto en las relaciones entre Israel y Estados Unidos de la Universidad de Bar Ilan e investigador del Begin-Sadat Center.

Las contradictorias declaraciones de Netanyahu respecto de la solución de dos Estados –a horas de los comicios, aseguró que mientras él sea primer ministro de Israel no existirá un Estado palestino, pero luego de conocerse su triunfo en las urnas se desdijo– causaron malestar en Washington, principal patrocinador del proceso de paz en la región. Ante las presiones de su histórico aliado, Netanyahu pareció recapacitar: recalcó frente a las cámaras de la cadena norteamericana NBC que sí creía en un Estado palestino aunque, aclaró, “desmilitarizado”. “Lo que en realidad dijo Netanyahu es que dado el caos en Medio Oriente, incluida la guerra civil en Siria, las atrocidades del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, la creciente violencia de los grupos radicales en el Sinaí, cerca de la frontera entre Israel y Egipto y la violencia de Hamas en Gaza, esta solución (de dos Estados) no puede aplicarse plenamente en el futuro cercano”, explicó el especialista israelí.

Para Gilboa, la relación privilegiada entre Estados Unidos e Israel se enfrió considerablemente por las negociaciones nucleares entre Washington y Teherán. “Obama ha adoptado una concepción del mundo que excluye a Israel y a los aliados árabes tradicionales. Al contrario de lo que dijo alguna vez, no considera a Israel como el más fiable y el más fuerte aliado de Estados Unidos en Medio Oriente. Ha habido serias diferencias políticas, no sólo sobre la cuestión palestino-israelí, sino también sobre Irán, la Primavera Arabe, la revolución y la contrarrevolución en Egipto, la guerra civil en Siria y el EI”, señaló.

“El próximo presidente, sea demócrata o republicano, restaurará más equilibrio a la política exterior de Estados Unidos y es probable que restablezca las relaciones israelí-estadounidenses al patrón pre Obama”, agregó Gilboa. Netanyahu espera que en las elecciones norteamericanas de 2016 Obama sea reemplazado por un republicano o por un “halcón” de su propio partido, como la ex secretaria de Estado Hillary Clinton.

Por otro lado, el experto de la Universidad de Bar Ilan indicó que la composición del próximo gobierno de coalición en Israel –que incluye desde nacionalistas antiárabes hasta colonos ultrarreligiosos– tendrá un impacto en la dinámica regional: “No es el primer gobierno conservador en Israel. El primero tuvo lugar entre 1981 y 1984. Esto no significa un gran cambio para los asuntos domésticos, pero podría ser más difícil en lo referido a las relaciones regionales e internacionales.”

El programa de Campo Sionista, la alianza del laborista Isaac Herzog y la centrista Tzipi Livni, que buscaba un acercamiento con los palestinos, no pudo superar a Netanyahu, lo que marca el corrimiento a la derecha del electorado israelí. “La campaña del centroizquierda fue demasiado ofensiva y negativa en términos personales contra Netanyahu, y fracasó a la hora de convencer a la mayoría de los votantes de que podían hacer mejor las cosas que el Likud (oficialista) en relación con los asuntos internos y de seguridad”, destacó Gilboa.

La sorpresa de los comicios fue Lista Conjunta, la coalición electoral de partidos árabes-israelíes, que obtuvo 14 escaños en el Parlamento (o Kenesset, compuesta por 120 miembros). La comunidad árabe de Israel representa el 20 por ciento de la población y suele ser blanco de grupos nacionalistas y xenófobos, algunos cercanos al primer ministro. El resultado de Lista Conjunta es alentador, pero las probabilidades de generar un cambio en la política local o hacia los palestinos son muy reducidas. “La lista árabe unificada no tiene mucha proyección ni parece que pueda ayudar a mejorar el nivel de vida de los árabes-israelíes. Incluye grupos que no tienen nada en común: islamistas, comunistas, secularistas y ultranacionalistas. Es probable que se divida”, evaluó Gilboa.

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