Sáb 09.03.2002

EL MUNDO

La paz israelo-palestina en pos de la guerra iraquí

Preparar las condiciones del derrocamiento de Saddam Hussein es el proyecto que se encuentra detrás del tercer envío del general Anthony Zinni a Medio Oriente para mediar entre israelíes y palestinos. Es una apuesta muy riesgosa y nada asegura que pueda tener éxito.

Por Julian Borger *
Desde Washington

La decisión de mandar al general Anthony Zinni como enviado especial de Estados Unidos a Medio Oriente fue el precio que Washington tuvo que pagar por el asentimiento tácito de sus aliados árabes a una eventual ofensiva sobre Irak, dijeron ayer diplomáticos y analistas. El presidente George Bush y el vicepresidente Dick Cheney resistieron llamados del mundo árabe y del secretario de Estado norteamericano Colin Powell para que intervinieran directamente en el conflicto de Medio Oriente, hasta que el jueves se produjo un giro de 180 grados que nadie había anticipado.
La Casa Blanca creía que enviar al retirado general de marines a Medio Oriente por tercera vez, cuando había pocas esperanzas de lograr un cese de fuego, socavaría la credibilidad de Estados Unidos en la región. Pero los mensajes entregados por el presidente Hosni Mubarak de Egipto, que se reunió con Bush el lunes, y por el príncipe regente saudita Abdula, que está patrocinando una iniciativa de territorio a cambio de paz, eran que la gira de Cheney a Medio Oriente la semana que viene, en preparación del camino para la acción contra Saddam Hussein, se toparía con un muro de resistencia si no se progresaba en pos de controlar la violencia israelopalestina.
“Quedó en claro que ayudaría mucho al viaje de Cheney si este tema ya estuviera abordado”, dijo en Washington un diplomático árabe. El vicepresidente debe partir de Washington mañana en una gira de 10 días por 12 países, que lo llevará a Londres y gran parte de Medio Oriente. La misión original de Cheney era convencer a los aliados de Estados Unidos en la región –como Arabia Saudita, Turquía, Kuwait y Jordania– que las armas de destrucción masiva de Irak plantean una seria amenaza y que Estados Unidos es serio en su intención de derrocar al régimen de Bagdad, así como seguir la cacería contra las amenazas terroristas en otras partes del mundo árabe.
Cualquier operación militar de Estados Unidos contra Irak dependería del acceso a las bases en la región, tales como la base aérea Príncipe Sultán en Arabia Saudita, Incirlik en Turquía, y Camp Doha en Kuwait, y los tres países están preocupados por el impacto que podría producir un ataque contra Irak en su seguridad y estabilidad interna. Judith Kipper, una analista de Medio Oriente para el Consejo de Relaciones Exteriores, dice que la administración Bush “finalmente se convenció que enviar al vicepresidente a hablar sobre Irak, la guerra, etc, mientras los fuegos estaban vivos en el conflicto israelo-palestino, no iba a funcionar”.
Sin embargo, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, jefe de los halcones de la administración, insistió ayer que una guerra con Irak no iba a ser rehén de la paz en Medio Oriente. Rumsfeld dijo ayer: “Durante toda mi vida adulta existieron problemas entre Israel, y los árabes y los palestinos en esa región. Es algo que pasa década tras década. En todo este tiempo, hemos tenido un número de guerras, y no veo que eso sea el determinante”.
Desde que fue nombrado enviado especial, el general Zinni, ex jefe del Comando Central de Estados Unidos, ha viajado a la región dos veces y ambas veces fue obligado a retirarse ante la escalada de violencia. Los críticos en el mundo árabe y en Europa han sugerido que parte del motivo de su fracaso estaba en la reticencia de la Casa Blanca de presionar al gobierno israelí para se moderara como lo había hecho con el líder palestino, Yasser Arafat. Esta semana, Powell hizo declaraciones inusualmente críticas sobre el primer ministro israelí, Sharon, llamándolo a repensar sus políticas y advirtiendo que su declaración de guerra a los palestinos no funcionaría. Powell, el líder de las palomas de la administración, es también el funcionario más sensible a las presiones del mundo árabe y los intereses petroleros, y ha encabezado consistentemente una política de ataques abiertos a las represalias israelíes, acusándolas de “contraproducentes” y “desproporcionadas”.
El presidente Bush se negó a hacerse eco explícitamente el jueves de las críticas de Powell, pero Kipper señaló que esto no implicaba necesariamente un desacuerdo. En cambio, la presencia de Powell y Cheney al lado del presidente cuando este anunció la nueva misión del general Zinni, intentaba mostrar el consenso. Sin embargo, ni los observadores ni los diplomáticos en Washington sabían ayer lo que el general Zinni llevaría en su portafolio cuando parta a fines de la semana que viene. “Si tiene un fuerte mandato del presidente, puede hacer mucho –dijo Kipper–. “La cuestión es si estamos listos para decir quién hace qué, y hacer nombres, y decir que habrá consecuencias”.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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