Lun 13.04.2015

EL MUNDO  › OPINIóN

América latina después de la cumbre

› Por Juan Manuel Karg *

Primera conclusión: el bloque de 33 países que componen la Celac –Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños– quedó fortalecido tras la reunión de Panamá. Una imagen puede dar cuenta de esto: tras escuchar a Raúl Castro, y antes de que hablaran Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro, Obama se retiró de la plenaria de Jefes de Estado, en una actitud muy cuestionable. Esta imagen, que algunos analistas conservadores buscaron hacer pasar como una derrota de los países de la Unasur, supone más bien lo contrario: EE.UU. no puede dirigir un espacio que creó con ese fin, allá por 1994, lo que queda graficado con claridad en la salida de Obama del recinto. Así, el país que en décadas previas fue “amo y señor” de este tipo de encuentros, ni siquiera escuchó los discursos de buena parte de los presidentes de la región, en una actitud arrogante pero también defensiva.

Segunda conclusión: si alguien esperaba un discurso “light” de Castro en Panamá, producto del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, se equivocó. El cubano fue contundente en su explicación sobre la política de Washington de cara a la isla, a nivel histórico, más allá de los recortes malintencionados que luego intentaron diversos medios hegemónicos de la región. Recordó que en la guerra de la independencia los EE.UU. “entraron como aliados, y se apoderaron del país como ocupantes”. Luego manifestó que las penurias que produjo el bloqueo provocaron un mayor apoyo al modelo político, económico y social vigente en la isla desde 1959. Así, dijo que “el 77 por ciento de los cubanos nació bajo el bloqueo. Pero el hostigamiento trajo más revolución”. Por último, dio cuenta de la derrota del ALCA, la propuesta de libre comercio cuyo de-sarrollo se pergeñó precisamente en la Cumbre de las Américas, al afirmar que “el ALCA naufragó en 2005 en Mar del Plata bajo el liderazgo de Chávez, Kirchner y Lula”.

Tercera conclusión: la crítica a la orden ejecutiva proclamada por Obama, considerando a Venezuela una amenaza para Washington, se apoderó de buena parte de las intervenciones. Es decir: trastrocó una reunión cuyo punto esencial iba a ser la foto Obama-Castro. Cristina Fernández de Kirchner fue contundente: “Lo primero que hice fue reírme. ¿Una amenaza? Es inverosímil”, dijo primero, para después afirmar que “es una pena que esta cumbre se vea ensombrecida por esa decisión. Ese decreto debe ser dejado de lado”. Luego fue el propio Nicolás Maduro, quien llevó 11 millones de firmas al encuentro, el que sentenció que “este decreto se mete en la vida interna de Venezuela”. Tras ello, Maduro clarificó que busca una resolución diplomática del tema, al decir: “Le tiendo la mano, presidente Obama, para que resolvamos el tema sin intervención en asuntos internos”.

Cuarta conclusión: la ausencia de una declaración final marca el descontento de EE.UU. y Canadá con los ejes centrales de la reunión, algo similar a lo que sucedió en Cartagena de Indias, Colombia, durante 2012. Si bien Obama logró la foto que quería junto a Raúl Castro, y aprovechó los días previos para reunirse con los países del Caribe nucleados en Caricom –en vías a intentar debilitar la hegemonía venezolana en la zona a través de Petrocaribe–, podemos decir que el hecho de que no exista un documento final marca las divergencias entre el bloque Celac y los países de América del Norte, que se opusieron a posicionarse sobre el decreto ejecutivo contra Venezuela. Dos cumbres consecutivas sin posicionamiento conjunto demuestran los límites de una instancia tan abarcativa, con países muy divergentes en términos de orientación política y económica.

Diversos interrogantes quedan planteados luego del cónclave panameño, rumbo a la reunión de Perú 2018: ¿hasta qué punto la Cumbre de las Américas marcará el pulso de las discusiones regionales, visto y considerando que el bloque Celac ya arriba a dichas reuniones con consensos previos?; ¿de qué forma cambiará el escenario regional, plagado en la actualidad de un conjunto de gobiernos posneoliberales, de cara a la próxima Cumbre de las Américas?; ¿podrá EE.UU. lograr una mayor afinidad con los países del Caribe, a través de Caricom?

Como sea, aun luego de cambiar una política de histórica hostilidad con Cuba, el escenario regional sigue siendo muy complejo para EE.UU. Al fin y al cabo, tras la aparición de nuevas herramientas integracionistas –como Unasur, Celac y ALBA/Petrocaribe– la Cumbre de las Américas sigue siendo heredera de una etapa previa de la región: aquella del “Consenso de Washington”, derrotado precisamente diez años atrás en Mar del Plata. De modificar (o no) ese formato depende buena parte de la supervivencia de esta instancia, que parece haber quedado atrapada en un cambio de época de América latina.

* Politólogo UBA / Analista Internacional.

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