EL MUNDO › A CUATRO MESES DEL ATENTADO A LA REVISTA SATIRICA FRANCESA
No menos de 40 libros analizan, evocan, elogian o fustigan ese ya histórico y mundializado 11 de enero de 2015 y su breve pero fulminante narrativa global: “Yo soy Charlie”. La fractura escéptica llegó al seno de la izquierda.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
El horror unió a un país, pero las ideas y las interpretaciones sobre lo que significó ese gran movimiento colectivo en defensa de la libertad de expresión que siguió al fatídico día en que los hermanos Kouachi perpetraron el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo hoy lo divide. Cuatro meses después del atentado, no menos de 40 libros analizan, evocan, elogian o fustigan ese ya histórico y mundializado 11 de enero de 2015 y su breve pero fulminante narrativa global: “Yo soy Charlie”. Filósofos, dibujantes, periodistas, profesores o escritores, todos se lanzaron a la búsqueda de una razón, de un sentido a esa convergencia colectiva que fue tan efímera como grandiosa. La pista del sentido dejó una fractura enorme hasta en el seno de la misma izquierda. El debate ya no concierne más la opción de ser o no ser Charlie, sino lo que representó en la cultura moderna esa movilización de cuatro millones de personas. Una vez que pasó la emoción, la fractura escéptica dejó de un lado a quienes ven en esos días de enero un mensaje de alcance social y filosófico profundo, y a quienes ven en esas jornadas la representación de las peores amenazas, la radiografía de la manipulación, la de- sigualdad, la islamofobia y el engaño. La hoguera de los debates la encendió el ensayista y demógrafo Emmanuel Todd. Figura influyente y sagaz de la Inteligencia francesa, paladín de las ofensivas contra el pensamiento unificado, feroz contradictor de la izquierda liberal, bien pensante y pro europea, Todd abrió una herida en el corazón del sentido.
En el libro que acaba de publicar, ¿Quién es Charlie? Sociología de una crisis religiosa, Emmanuel Todd decapita todo lo que la versión positiva y alentadora tejió sobre Charlie Hebdo, y también sobre el Partido Socialista. En esta obra picante, Todd identifica a los manifestantes como representantes de una clase media católica, en estado de “zombis” y unificada por un coro común: “la islamofobia”. En una extensa entrevista a Emmanuel Todd con la cual el semanario Le Nouvel Observateur hizo su tapa, el ensayista francés dice: “Cuando se reúne a cuatro millones de personas para decir que caricaturizar la religión de los otros es un derecho absoluto –e incluso un deber–, cuando esos mismos otros son la gente más débil de la sociedad, se puede pensar libremente que se está en la senda del bien, en el derecho, que somos un gran país formidable. Pero no es el caso. (...) Una simple mirada a tales niveles de movilización evoca una pura y simple impostura”. Esa es la frase, también desarrollada en el libro, que levantó las pasiones. Para Emmanuel Todd, el 11 de enero fue “una impostura”. Peor aún, fue “un acceso de histeria, una falsa conciencia, todo lo contrario de la unanimidad”. La voz de este autor converge con otras miradas críticas, como la del sociólogo Edgard Morin o la del filósofo Slavov Zizek. En su libro Algunas reflexiones blasfematorias, Islam y modernidad, Zizek, a partir de los atentados contra Charlie Hebdo y el supermercado Kasher del Este de París, se pregunta si aquellos terroristas son auténticos fundamentalistas, cuál es su relación con la modernidad. La pista analítica de Zizek se despliega en torno de este enunciado: ¿acaso las ideas vehiculadas por el Islam no llevan ya en ellas la marca de su derrota ideológica frente al modelo occidental y capitalista? El alegato de Emmanuel Todd es el más radical, incluso el más impensable. El ensayista francés concentra su potencia en analizar justamente a quienes estaban en la calle durante las manifestaciones. Su respuesta no es decir “el pueblo”, sino una “Francia blanca”, abiertamente “islamófoba”, un país célebre “en el mundo entero por sus valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad” pero que, en realidad, “se ha vuelto desigualitario, conservador y cerrado”.
Todd hace pedazos el relato republicano, y de paso aprovecha para trazar una imagen escatológica del socialismo gobernante y del presidente François Hollande, a quien le atribuye el poco glorioso mérito de “revelar que la izquierda podía conciliarse con las estructuras más desigualitarias, probando de paso que el sistema político francés está totalmente descompuesto”. En una columna publicada por el vespertino Le Monde y firmada por el actual primer ministro, Manuel Valls, éste responde punto por punto a Emmanuel Todd. Valls refuta uno por uno los argumentos de Todd y de otros ensayistas franceses para los cuales la movilización del 11 de enero fue una mera demostración contra el Islam. Valls toma los cuatro pilares de la argumentación de Todd –manifestación contra el Islam, libertad de expresión, la existencia de una Neo República blanca y católica y las definiciones críticas que Todd hace de la izquierda–. Para Valls, estas cuatro conjeturas del autor son “una impostura”. Sobre la primera, escribe: “Esa manifestación fue un grito lanzado con dignidad por la tolerancia, por la laicidad, que es una condición de esa tolerancia”.
Cada pluma, cada dibujo o reflexión, cada panfleto a favor o en contra testimonia del estado de efervescencia moral, filosófica y política que dejaron los atentados de enero de 2015. El filósofo Alain Badiou ya había fustigado en su momento el “espíritu Charlie” y esa tendencia que exhibió el Estado francés “cuando se lo vio, casi de forma autoritaria, llamar para que la gente viniera a manifestar. Sólo faltaba que Manuel Valls pusiera presos a los ausentes”, escribió Badiou. Lejos de esa línea, intelectuales como Laurent Joffrin asimilan la emoción de enero a un “despertar francés”, o, como el filósofo Abdennour Bidar, a un “alegato por la libertad”. La psicoanalista Julia Kristeva alega, por su parte, que la negación que hace Emmanuel Todd del espíritu del Siglo de las Luces “conduce a un derrotismo tóxico”. Sin embargo, antisemitas, pro semitas, islamistas radicales, el nuevo discurso social del Papa, la islamofobia o los enardecidos católicos integristas que se opusieron con vehemencia al matrimonio entre personas del mismo sexo, vienen a probar eso que Emmanuel Todd demuestra en su polémico alegato: en un mundo poblado por un aparente tecno agnosticismo, por manto de hedonismo de redes sociales, lo religioso sigue siendo dominante, continúa como una fuerza que trastorna las sociedades del mundo.
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