Mar 26.05.2015

EL MUNDO  › EL PRESIDENTE ESPAñOL ADMITE EL DESPLOME, PERO DESCARTA HACER NINGúN TIPO DE CAMBIO EN SU GESTIóN

El poder de Rajoy en manos de la izquierda

La permanencia del Partido Popular en el gobierno de seis regiones depende de los acuerdos que alcancen, principalmente, los socialistas y Podemos tras los comicios de este domingo. Los resultados dibujan una España que cambia de bando.

› Por Flor Ragucci

Página/12 En España

Desde Barcelona

Los innumerables casos de corrupción, los recortes sociales en respuesta a la crisis económica y el retroceso en derechos humanos que trajo consigo leyes sacadas en solitario como la “mordaza” hicieron que en las urnas gran parte de la población española tomara una decisión: no más mayorías absolutas del Partido Popular (PP) en el gobierno.

Así lo demuestra la pérdida de 10,5 puntos y más de 2,4 millones de votos del grupo de Rajoy en las elecciones municipales y regionales celebradas este domingo, con respecto a las anteriores, de 2011. Y así no le quedó más remedio que reconocerlo al presidente Mariano Rajoy en su primera aparición ante los medios tras los comicios. “Los resultados de ayer (por el domingo) no son los que nos hubiera gustado tener”, admitió el primer mandatario, con seriedad.

Los conservadores no lograron mantener ninguna de las mayorías absolutas que hasta ahora tenían en ocho comunidades y su perpetuidad en el poder pende de un hilo, el que tejan los partidos de izquierda, que en las diferentes autonomías y ciudades le pisaron los talones en escaños. El PP ganó, sí, en número de votos, pero su diferencia mínima con el Partido Socialista (PSOE) –del que se aleja sólo por menos de dos puntos– no le alcanza para hacer frente a la potente irrupción de las nuevas candidaturas en las principales ciudades y en sus más sagrados bastiones.

“La victoria es incuestionable, pero hemos sufrido una notable pérdida de votos y no podemos estar satisfechos. Negarlo sería tan absurdo como negar que hemos ganado las elecciones”, afirma Rajoy, apelando al hecho de haber sido la lista más votada, que su grupo utilizó como tabla de salvación el domingo al finalizar el recuento.

Los resultados de las elecciones dibujan una España que está a punto de cambiarse de bando y girar hacia la izquierda. Si PSOE y Podemos llegan a un pacto, el PP podría quedarse sin las intendencias de capitales clave, como Madrid, Valencia y Valladolid. También gracias a los posibles acuerdos entre estas formaciones, las comunidades de Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Valencia y Extremadura dejarían de estar bajo el control de los populares. Las únicas cuatro regiones a las que aún puede aspirar el partido de Rajoy son Madrid, Castilla y León, La Rioja y Murcia, pero sólo si Ciudadanos –la otra formación emergente que pisó fuerte en estos comicios– se resuelve a pactar con él.

El símbolo de la renovación política en España puede verse, principalmente, en el éxito cosechado por las plataformas herederas del 15M en sus dos ciudades más importantes: Madrid y Barcelona. En la capital, Manuela Carmena encabezó una candidatura ciudadana que, enarbolando los ideales de los Indignados, consiguió veinte concejales, sólo uno menos que Esperanza Aguirre, la elegida por Rajoy. Este resultado deja a las puertas de la intendencia a Ahora Madrid, una confluencia de izquierdas apoyada por Podemos que destronaría al PP, tras veinticuatro años ininterrumpidos de gobierno.

Ayer, en su primera lectura de los comicios ante la prensa, Manuela Carmena se mostró confiada en que será investida “alcaldesa” de Madrid gracias a la alianza con el candidato del PSOE, Antonio Miguel Carmona (ver aparte). “Es todo cuesta abajo”, aseguró la ex jueza que, si el socialista la apoya con sus nueve concejales, lograría hacerse con el cargo. Carmena insiste en que durante la campaña quedó patente que ambas formaciones tienen el “objetivo común” de luchar contra la corrupción, aunque todavía no se han contactado más que para felicitarse por los resultados.

La líder de Ahora Madrid, eso sí, aseguró no haber perdido el tiempo y ya haber comenzado a celebrar reuniones con el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y con el juez decano de la capital para “impulsar una oficina para parar los desahucios”, según explicó.

En Barcelona es donde el deseo de cambio llegó aún más lejos: Ada Colau, representante de la candidatura ciudadana Barcelona en Comú, consiguió el gobierno de la capital catalana con once escaños, frente a los diez del partido conservador que actualmente está en el poder, Convergència i Unió (CIU). Como la diferencia de votos, de todos modos, es escasa, la plataforma encabezada por la activista también tendrá que pactar para llevar a cabo su acción de gobierno, pero Colau dejó claro –en la rueda de prensa de ayer– con quién sí y con quién no está dispuesta a hacerlo. El PP, Ciutadans (sección catalana del partido conservador Ciudadanos) y CIU quedan afuera de todo acuerdo, subrayando que las diferencias con esas formaciones son insalvables porque corresponden a “otra forma de hacer política y a otro modelo de ciudad, frente a la ciudad injusta y de fomento de la precariedad que nos han impuesto”, tal como manifestó ante los periodistas.

Ada Colau no bajó la guardia ni en sus primeras declaraciones tras la larga noche de victoria electoral y, después de agradecer las felicitaciones del todavía intendente de Barcelona, Xavier Trias, hizo público que ayer mismo la estaban citando para firmar contratos de último momento con grandes empresas con el fin de darles adjudicaciones antes del traspaso de poderes, a lo cual ella se opuso severamente. “Convocaremos públicamente, y con plena transparencia, a esas multinacionales que proveen los servicios públicos de la ciudad porque estamos en una situación de emergencia y de vulneración de derechos”, aseguró la futura intendenta (ver pág. 22).

Tal como lo remarcó Ada Colau en su comparecencia, el vuelco electoral en otras ciudades como La Coruña, Madrid o Valencia también demuestran la trascendencia de lo que ella llamó “fuerzas del cambio”. En esta última, el PP recibió uno de los embates más duros, dado que perdió la mayoría que ostenta hace veinte años, y ahora el gobierno de Rita Bárbera –que hasta hoy parecía intocable pese al despilfarro y la corrupción característicos de sus dos décadas de gestión– será posiblemente desbancado por un tripartito de izquierdas.

Quien no está hecho a los cambios es el presidente Rajoy, que remarcó que no tiene previsto hacer modificaciones ni en su gobierno ni en su formación. “Llevo muchos años en este partido y estoy muy cómodo y muy tranquilo. No me parece que el problema venga de cambiar o dejar de cambiar”, declaró airoso el líder del Partido Popular.

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