EL MUNDO › EN VEINTE AÑOS NINGUN DEBATE POLITICO HA CONMOVIDO TANTO LA FLEMATICA IMPASIBILIDAD INGLESA
En los ’70 y ’80 los laboristas eran los euroescépticos. Ahora son los conservadores y el tercer partido en número de votos en las elecciones de mayo, el independentista antieuropeo UKIP. Cameron, un proeuropeo moderado.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
El tema europeo marea a los británicos. El primer ministro David Cameron acaba de sufrir su primer revés en torno del referéndum. Los euroescépticos exigen una comisión que garantice la imparcialidad de la BBC durante la campaña. Los nacionalistas escoceses quieren que cuente la respuesta de cada nación de las que conforman el Reino Unido. No hay acuerdo ni con la fecha ni con la edad de los votantes. Casi nadie cuestiona el referendo mismo. La polarización aparece con la pregunta que se hacía el grupo punk The Clash en una de sus más famosas canciones: Should I stay or should I go?
En más de 20 años cubriendo la política británica este cronista no ha visto un tema que polarice más y conmueva tanto la flemática impasibilidad inglesa. Ni la eterna rivalidad conservadora-laborista, ni mucho menos los debates entre los desdibujados republicanos y los monarquistas tienen ese poder de encender pasiones: sólo Margaret Thatcher en los ’80 pudo generar un nivel similar de polarización.
Una de las tantas curiosidades es que esta polarización es extrema en el interior mismo del Partido Conservador, que en 1973 negoció el ingreso en la entonces Comunidad Económica Europea. En los ’70 y ’80 los laboristas eran los euroescépticos. Ahora son los conservadores y el tercer partido en número de votos en las elecciones de mayo, el independentista antieuropeo UKIP. Cameron, un proeuropeo moderado, se vio obligado a proponer un referendo por la presión de estos sectores.
La polarización lleva a un juego de trincheras en que cada paso es percibido como una trampa. Los euroescépticos cuestionan la pregunta del referendo –¿desean que el Reino Unido permanezca en la Unión Europea?– que consideran orientada hacia el “sí”. Entre las enmiendas al proyecto de ley está la propuesta de uno de los líderes de los euroescépticos, el conservador sir William Cash, para que haya un veedor especial de la cobertura de la BBC que garantice su imparcialidad. La BBC, que suele estar en el centro de la tormenta tanto con conservadores como con laboristas, niega haber tenido una cobertura parcial del tema europeo.
La fecha de la convocatoria también está en disputa con propuestas para que no coincida con las elecciones locales del próximo mayo. El proyecto de ley prevé que se pueda realizar hasta diciembre de 2017, pero el gobierno quiere aprovechar el viento de cola de su triunfo electoral y sacarse de encima el mayor obstáculo con una nueva victoria. Los euroescépticos apuestan en la dirección opuesta. Una convocatoria en 2017 podría convertirse en un referendo sobre el gobierno mismo que, en el Reino Unido como en la mayoría de las democracias, suele sufrir un voto castigo a mediados de su mandato.
Uno de los puntos más ferozmente debatidos es el uso de la propaganda oficial. El gobierno lo justificó diciendo que de otra manera tendría que interrumpir todas sus negociaciones con la UE, pero los euroescépticos lo acusaron inmediatamente de “unfair play” y el SNP comentó con ironía que en el referendo el año pasado sobre la independencia de Escocia no se le había permitido al gobierno nacionalista usar fondos oficiales.
El proyecto de ley tendrá también que definir en su paso por los comités de la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores quiénes participarán en la convocatoria. Los nacionalistas escoceses del SNP, tercera fuerza parlamentaria, y los laboristas quieren que el derecho al voto se amplíe a los 16 y 17 años. El gobierno se opone.
En la cumbre del G-7 el primer ministro David Cameron intentó poner orden y disciplina en la propia tropa durante una conferencia de prensa señalando que los diputados conservadores tenían un voto libre sobre el tema, pero los que formaban parte del gobierno debían aceptar el principio de “responsabilidad colectiva”: si no estaban de acuerdo con la política seguida por el primer ministro debían renunciar a su puesto.
El tiro le salió por la culata. Unos 60 diputados tories salieron a cuestionar sus palabras; los poderosos periódicos conservadores, mayoritariamente euroescépticos, les dieron amplio espacio a los rebeldes y el primer ministro tuvo que decir que se había malinterpretado sus palabras. “Yo me estaba refiriendo al proceso de renegociación (...no al referéndum....). Siempre dije que lo que quiero es una negociación que pueda mantener al Reino Unido en el interior de una Unión Europea reformada”, indicó el primer ministro.
En enero de 2013, acosado por derecha por el UKIP, Cameron prometió que si los conservadores ganaban las elecciones buscaría renegociar la relación del Reino Unido con la Unión Europea y luego sometería el resultado de esta renegociación a un referendo para que los británicos decidieran si querían seguir en la UE. El proceso de renegociación, lanzado informalmente poco después de que Cameron ganara las elecciones, se aceleró esta semana en los pasillos de la cumbre UE-Mercosur, entre el cruce que tuvo el primer ministro con el canciller argentino Héctor Timerman sobre Malvinas.
Cameron quiere excluir al Reino Unido de una mayor integración política de la UE y tener reglas especiales para los beneficios sociales que reciban otros miembros europeos en el país con un límites de hasta cuatro años de residencia para poder recibir seguro de desempleo y otras ayudas sociales. En su encuentro en Bruselas con Bélgica, Finlandia, España y Rumania quedó claro que las negociaciones van a ser muy duras porque algunos países se oponen a esas reformas y otros, que pueden simpatizar, temen que haya que cambiar el Tratado de Lisboa que rige como una suerte de constitución de la UE.
El telón de fondo de estos debates es la volatilidad de los mismos británicos. Una recopilación de las encuestas de Mori desde 1977, publicada esta semana por Daily Telegraph, muestra gigantescas oscilaciones. En 1980, con Margaret Thatcher en el poder, el 29 por ciento estaba a favor de la integración con Europa, el resto en contra. Once años más tarde el resultado era el inverso: 70 a favor, 30 en contra. En 1993 empieza un período de sondeos muy parejos con ligera ventaja para el “sí”, pero en 1999, 2000, 2001 y 2012 gana el “no” exactamente por el mismo margen: 52 a favor de salir de europa, 48 para permanecer en su interior.
En el último año la balanza se ha inclinado a favor de permanecer en la UE, pero después del gigantesco fiasco de las encuestas en las elecciones de mayo, nadie confía demasiado en los sondeos. El primer intento de Cameron de estampar su autoridad a nivel interno fracasó. Ahora necesita una mano de sus socios europeos para “renegociar” de una manera que pueda presentarse como exitosa la relación del Reino Unido con la UE y persuadir así a un electorado volátil e impredecible.
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