EL MUNDO › ALEMANIA QUIERE NEGOCIAR DESPUéS DEL REFERéNDUM Y FRANCIA APUESTA A SEGUIR TRAMITANDO UN ACUERDO CON ATENAS
Tsipras ratificó la consulta y dijo que era erróneo afirmar que “con el No yo sacaré a Grecia de la UE”. Los alemanes apuestan por una victoria del Sí y, en consecuencia, por la desaparición de la escena política del líder griego.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Alexis Tsipras rompió el consenso. El resultado más espectacular de la estrategia adoptada por el primer ministro griego en la brutal negociación que se está llevando a cabo entre los acreedores y Grecia se plasmó con el quiebre del sacrosanto eje franco-alemán. Tras varios meses de convergencia, François Hollande y Angela Merkel optan por dos caminos distintos: la canciller de Alemania no quiere entablar ninguna negociación con Atenas antes del referéndum del domingo 5 de julio. Los alemanes apuestan por una victoria del Sí y, por consiguiente, por la desaparición de la escena política de Tsipras y Syriza. Por primera vez y de forma cortante, Hollande defendió una opción contraria. El jefe del Estado francés dijo: “Tenemos que ser claros: el acuerdo es enseguida, no puede ser diferido, tiene que venir”. Luego, en una nueva intervención televisiva, el premier griego salió a desmentir todas las falacias que el eje liberal y bancario hace circular sobre la consulta del próximo domingo. Tsipras dijo que no tenía “ambiciones secretas” y que era erróneo afirmar que “con el No yo sacaré a Grecia de la UE. Les están mintiendo”. El jefe del gobierno reiteró que “el referéndum del domingo en Grecia nada tiene que ver con el euro o con Europa” y que constituye antes que todo “un arma” para negociar, un “paso decisivo para un mejor acuerdo”. Tsipras pidió otra vez al pueblo griego que votara “No” para poder contar con “un futuro no hipotecado”.
Los últimos sondeos provenientes de Atenas dan cuenta de una evolución del “Sí”, aunque el “No” sigue siendo mayoritario (46 por ciento contra 37 por ciento). Por lo pronto, las declaraciones de Hollande marcan un hito en este antagonismo lleno de patrañas, malversaciones mastodónticas, ofensas públicas, mentiras, manipulaciones, abusos de toda índole y maltrato al pueblo griego. El pronunciamiento del presidente francés intervino luego de que trascendiera que Atenas había entregado un nuevo pliego de reformas que se acercaba bastante al modelo que le exige la troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo).
Sin embargo, el Eurogrupo cerró filas detrás de Berlín. Al cabo de una serie de intercambios mantenidos ayer, un comunicado firmado por el presidente del Eurogrupo, el intratable Jeroen Dijsselbloem, dice que este órgano esperará “el referéndum del domingo”. En coordinación con ellos, el tétrico Fondo Monetario Internacional negó a Grecia el plazo que Atenas había pedido la víspera para hacer efectivo el reembolso pendiente de 1600 millones de euros. El único actor financiero que no le sacó la asistencia a Atenas es el Banco Central Europeo. Pese a la posición hostil de un Eurogrupo capitaneado por Berlín, el BCE no bajó el piso de la llamada “ayuda de emergencia” (Emergency Liquidity Assistance, ELA) destinada a los bancos griegos.
La narrativa de la jornada revela que algo denso pasó entre el martes y ayer. El Financial Times publicó una carta enviada por Grecia a Europa en la cual Atenas se rendía ante prácticamente todos los requerimientos de sus socios y del FMI, los mismos que había rechazado hace una semana. El texto circuló con ecos de victoria, pero luego desapareció de la discusión y el antagonismo regresó al primer plano. Los eurobancarios consideran que esta nueva propuesta vino a destiempo. En realidad, no le perdonan ni le perdonarán nunca a Tsipras que haya recurrido al referéndum, es decir, a buscar una mayoría nacional contra la mayoría financiera de Bruselas. El actual ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, publicó en su blog un texto de seis puntos que esclarece muchas cosas. En el numero uno, Varoufakis explica: “Las negociaciones se estancaron porque los acreedores de Grecia renunciaron a reducir nuestra impagable deuda pública e insistieron en que debe ser paramétricamente vuelta a pagar por los más débiles de nuestra sociedad, sus hijos y sus nietos”.
Entre retórica de bombón y declaraciones amenazantes, la situación se tornó dramática, un juego de vida o muerte donde se busca poner de rodillas a un país y derrocar a sus representantes electos. Esta crisis nació con una falsificación: el maquillaje de las cuentas griegas para forzar el ingreso de Grecia al euro. Esa operación no la llevó a cabo Grecia por su cuenta, sino que contó con la complicidad de bancos internacionales, de la Unión Europea y sus supuestos mecanismos de control. La memoria bancaria es más corta que los plazos de un crédito. En 2001, Goldman Sachs ayudó a Grecia a realizar un intercambio ficticio de su deuda y, con ello, disimular la realidad de sus cuentas públicas. La deuda fue cambiada a una tasa del 2 por ciento menor a su peso real. El gobierno de Atenas le pagó 600 millones de euros a Goldman Sachs por esa operación. Pero luego, la institución financiera norteamericana vendió el producto derivado que se utilizó para esconder el montaje. De los 2,8 mil millones iniciales, Grecia se encontró con una deuda de 5,1 mil millones de euros en 2005. Esta es sólo una de las incontables triquiñuelas que se emplearon en ese entonces. En cuanto a la posición de Tsipras frente al euro, ésta ha sido constante. En una entrevista que el actual jefe de gobierno concedió a Página/12 en 2012, Tsipras decía: “El problema no es la moneda única, sino las políticas que acompañan esta moneda. El euro se ha convertido en una cárcel para los pueblos de Europa, en especial para las economías más débiles de la periferia que están enfrentando la crisis. La contradicción está en la base con que se construyó el euro. El euro es un polvorín que va a explotar si seguimos con este rumbo. Las políticas de ajuste que van mano a mano con el modelo neoliberal dentro del euro nos van a conducir a la destrucción del euro. Pero esta perspectiva la van a pagar los pueblos y no los bancos, que van a salvarse, o a tratar de salvarse. El sectarismo dogmático de las elites europeas que defienden ese modelo conduce a Europa a muchas décadas atrás”.
El desenlace será tal vez incierto hasta este domingo. Pero, desde ya, el antagonismo griego se desplazó al corazón de la política francesa. La derecha más liberal brama sus sempiternas recetas de moralismo financiero y cumplimiento, mientras que, a la izquierda y en otros círculos conservadores, se han despertado sectores que exigen lucidez. En una tribuna publicada por el semanario Marianne, unas 40 personalidades francesas argumentan que “salvar a Grecia es salvar a Europa”. Entre los firmantes están Thomas Piketty (autor de El Capital en el Siglo XXI); el presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolome; el ex ministro francés de Economía Arnaud Montebourg, diputados del ala izquierda del PS, ecologistas, comunistas o diputados de la derecha como Henri Guaino. Todos alegan que si Europa fracasa en pactar un acuerdo equitativo con Atenas, “habrá que juntar dos cadáveres: el de Grecia y el de la idea europea”. Esta megacrisis nos muestra que esa idea estaba guardada desde hacía mucho en la caja fuerte de los bancos.
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