EL MUNDO › OPINIóN
› Por Eric Nepomuceno
Dilma Rousseff lleva seis meses y pico ejerciendo su segundo mandato, conquistado en las urnas.
Así, y acorde a la Constitución, faltan tres años para que los electores determinen, en octubre del 2018, quién la sucederá en la presidencia.
Hoy por hoy, el país está sumergido en una crisis económica seria, y en una crisis política más seria aún. La oposición no se resigna a admitir el resultado de las urnas. Los fantasmas de un golpe cruzan los aires con la misma intensidad con que aviones cruzan los aires sobre el aeropuerto de Ezeiza esperando su vez de tocar tierra.
En ese escenario, de repente se divulga el resultado de un sondeo electoral de una sola pregunta: “Si las elecciones fuesen hoy, ¿por quién votaría usted?”.
El resultado no sorprende a nadie: el vencedor sería el mismo neoliberal Aécio Neves derrotado por Dilma el pasado octubre.
Neves obtendría, hoy, sonoros 59 por ciento de los votos, frente a tibios 41 por ciento de Lula da Silva.
Es comprensible. El gobierno de Dilma y del PT andan mal en la opinión pública, con una aprobación de escasos 9 por ciento. Es el resultado del arduo desgaste de más de 12 años de poder, por no mencionar los equívocos cometidos.
Pero ocurre que no hay elecciones presidenciales antes del 2018. Y especular con el futuro no es algo surgido de alguna mente dispuesta al ocio inocente: no sin razón, hay los que desconfían que esa encuesta es parte de un movimiento mucho más amplio y profundo, cuyo objetivo es liquidar el mandato de Dilma Rousseff y hundir el PT de Lula da Silva.
Sin que importe el punto de vista desde el cual se analice el cuadro, hay datos indiscutibles.
El primero: es archisabido que una encuesta de opinión pública no hace más que reflejar una tendencia momentánea. Sirve para indicar una determinada tendencia en un determinado momento, y no es ningún secreto que tanto Dilma como el PT enfrentan graves dificultades.
Por lo tanto, cualquier encuesta no haría más que mostrar el instante de fragilidad del partido y de sus principales dirigentes.
Segundo: la volatilidad del cuadro político brasileño, tal como se dan las coordinadas actuales, no permite que, a semejante distancia en el tiempo –de julio de 2015 a octubre del 2018–, se pueda prever cuál será la tendencia del electorado.
Podrá empeorar para el PT, o el PT podrá reconquistar parte substancial del terreno eventualmente perdido.
Tercero: realizar, en este momento, semejante sondeo de opinión pública, y luego divulgar su resultado, no parece ser otra cosa que reforzar la campaña contra el gobierno de Dilma Rousseff, acosado por todos los lados por un sinfín de argumentos que buscan justificar algún tipo de golpe, ya sea parlamentar, ya sea jurídico.
Los analistas políticos y los explicadores del obvio suelen insistir en un punto: es imposible prever, hoy por hoy, cuál será la opción del electorado dentro de tres años y medio.
Al fin y al cabo, la sensación que se vive en Brasil es de tal manera incierta, que sería imposible trazar un cuadro razonablemente sólido para 2018. Más valdría concentrar esfuerzos y atenciones para tratar de prever qué pasará en seis meses, tarea igualmente ingrata. ¿Logrará la oposición acorralar a Dilma al punto de terminar abruptamente su mandato constitucional?
¿Cuáles serán las consecuencias de la reiterada campaña del mismo Aécio Neves y su PSDB para que se desconozca la voluntad popular expresada el pasado octubre?
De seguir el actual cuadro de presión económica y social, con la inflación rondando la casa de los 10 por ciento anuales, el desempleo rondando la marca de los 8 por ciento de la fuerza de trabajo, la recesión presionando cada poro de cada centímetro de piel de cada brasileño, ¿qué espacio de reacción le quedará a Dilma, al PT y al gobierno?
Lo que urge es saber hasta qué punto el Aécio Neves derrotado hace siete meses seguirá buscando, por todos los caminos, hacer ilegítimo el resultado de una elección clara y evidente. Saber hasta qué punto logrará respaldo inflado de los medios de comunicación para seguir intentando imponer su resentimiento de niño mimado que no se resigna a perder.
Si hoy hubiese elecciones, Aécio Neves derrotaría a Lula da Silva. ¿Será verdad? No importa: no habrá elecciones antes de octubre del 2018.
Mientras, lo que hay es un país atravesando un periodo especialmente difícil. Y, a la vez, hay, en ese país, un señorito de provincias que no se resigna a perder y parece dispuesto a cualquier cosa para dejar bien claro que las cosas o son como él quiere, o no son. Pobre Brasil.
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