EL MUNDO › DENUNCIAS DE OSCUROS FUNCIONARIOS JUDICIALES BASADAS EN RECORTES PERIODISTICOS
En Brasil, un fiscal subrogante, sin mayor currículum académico y una foja de servicios judiciales en la que sobresalen 245 amonestaciones por desempeño negligente y/o demorado, acusó en tiempo record al ex presidente y líder del PT.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Carpetas vacías. En diciembre de 1989 las intenciones de voto del candidato Luiz Inácio Lula da Silva crecían sostenidamente mientras se estacionaban las del favorito Fernando Collor de Melo, finalmente electo presidente gracias al auxilio prestado por la corporación de medios Globo. Había que desconstruir la imagen, o mejor la legitimidad, de Lula a través de noticias tramposas y el montaje del debate final en un estudio televisivo al que Collor llegó con una voluminosa carpeta en la que aseguró había pruebas irrefutables de los ilícitos cometidos por su rival. Veintiún años después el ex director de Globo reconoció haber ideado el espectáculo de Collor posando de justiciero ante cámaras con un portafolio lleno de papeles en blanco.
Estudios posteriores coincidieron en que ese fraude electrónico, complementado por una reedición del debate de los candidatos igualmente tendenciosa, revirtió la curva de aprobación ascendente de Lula que tres días más tarde, el 17 de diciembre de 1989, sufriría su primera derrota presidencial ante Globo, la única fuerza política que sobrevivió impune a los 21 años de dictadura, obstruyó la transición democrática (censurando las movilizaciones masivas por elecciones directas), y se prolongó como partido hegemónico hasta la actualidad.
Hace dos semanas un fiscal subrogante, sin mayor currículum académico y una foja de servicios judiciales en la que sobresalen las 245 amonestaciones por desempeño negligente y/o demorado, abrió un “Proceso de Investigación Criminal” en tiempo record contra Lula, a quien sospecha incurso en el delito de “tráfico de influencias internacional”.
El funcionario suplente conocido por su velocidad de tortuga en la comarca judicial de Brasilia (integrada por varios procuradores y jueces antilulistas) inició el procedimiento investigativo atropellando el plazo previsto por la fiscal titular que expiraba en septiembre.
Y lo hizo basado en artículos publicados por el grupo Globo en los que se asociaban los viajes de Lula al exterior entre 2011 y 2014 con presuntas maniobras dolosas a favor de la constructora Odebrecht, con actuación en varios países y desde hace décadas favorecida por las gestiones de gobernantes civiles y militares.
En un artículo ilustrado con la imagen de Lula con gesto intrigante la revista Epoca lo define como un “operador” de las empresas constructoras y asocia, sin nexo documental ni testimonial, su agenda internacional con el tráfico de influencias.
El semanario de Globo muestra facsímiles que confirman los viajes, lo cual es redundante porque éstos fueron públicos, y se soslaya que el grueso de los mismos no se realizaron a instancias de Odebrecht. Para completar la desinformación, la nota elude explicar debidamente que varios de esos periplos en el extranjero fueron para recibir premios y doctorados honoris causa en España, Estados Unidos y México o mantener reuniones con ex presidentes, como lo hizo dos veces con Bill Clinton.
Quien haya leído y releído los casi 20.000 caracteres del cuerpo central de ese reportaje publicado el 30 de abril pasado y citado por el fiscal para fundamentar sus sospechas llegará a la conclusión de que contiene tantos indicios contra Lula como los que guardaban las carpetas vacías que llevaron a la presidencia a la dupla Collor-Globo en 1989.
La nada informativa aportada por Globo en esa y otras materias similares se convertiría en escándalo mundial en cuestión de horas: agencias internacionales y cadenas televisivas globales replicaron la noticia de que Lula estaría envuelto en una trama sospechosa. La bola de nieve se agigantó con el correr de las semanas y aquella noticia hueca inspiró análisis sesudos, especialmente en la prensa anglosajona, y más aún en los medios financieros anglosajones como el Financial Times, que la semana pasada escribió un editorial sobre la “película de terror” de un Brasil que se hunde en la corrupción y sólo se salvará con un plan de ajuste ejemplar. ¿Acaso como el impuesto a Grecia? Posiblemente sí.
Por cierto las tesis neoliberales al extremo del Financial Times son tomadas como propias por Globo para lo que imagina como un futuro próximo post Lula y post Dilma Rousseff, a la que quieren fuera del Planalto a pesar de la política ortodoxa de su ministro de Hacienda Joaquim Levy, que antes fue funcionario del FMI y del banco privado Bradesco.
La urgencia del grupo mediático más concentrado de América latina por dar vuelta la página de la era “lulopetista” se resumió la semana pasada en un artículo de opinión titulado “Sin tiempo” con argumentos a favor de una salida anticipada de Dilma y la continuidad del ortodoxo ministro Levy en una gestión post golpe institucional.
Pocos periodistas conocen como Tereza Cruvinel la lógica política de Globo, empresa de la que se fue luego de trabajar durante más de una década como panoramista política. Cruvinel asegura que el plan editorial para acabar con el capital simbólico y político de Lula tiene un capítulo crucial con su llegada al poder en 2003.
“Esta novela comenzó a ser esbozada desde 2003 y ahora comienza a tomar forma. En el epílogo deseado por sus autores Lula sale de la historia, lugar al que tiene derecho por su trayectoria, y termina vergonzosamente como un procesado (la Justicia lo declara), inelegible, y así el pueblo no repite la osadía de volver a elegir a alguien que salió de la pobreza y la clase trabajadora”, razona Cruvinel.
Lula respondió el viernes ante las estocadas de Globo en colusión con fiscales y partidos de derecha. “Tengo la impresión de que lo que vemos en la televisión se parece a los nazis criminalizando al pueblo judío, a los romanos criminalizando a los cristianos. Estoy cansado de ver este tipo de criminalización contra las izquierdas”, dijo.
Colorado de indignación enalteció la honestidad de Dilma, calumniada a diario con insinuaciones sin pruebas, al hablar en un acto con sindicalistas en el cordón industrial de San Pablo. Poniéndose el overol de militante el ex presidente recorre Brasil denunciando el intento de golpe blanco contra Dilma, reivindicando la política económica distribucionista de los gobiernos petistas así como de la continuidad de la política externa latinoamericanista.
A pesar de las campañas en su contra ha mantenido una agenda de encuentros internacionales que en los últimos meses incluyó a los presidentes Evo Morales y Cristina Fernández, el secretario general de Unasur Ernesto Samper y el titular del Parlamento venezolano Diosdado Cabello, encuentro ocurrido poco antes de que una misión de senadores opositores brasileños viajara a Venezuela para encontrarse con los referentes golpistas.
Lula es el único sobreviviente de la troika sudamericana, junto a Néstor Kirchner y Hugo Chávez, que en 2005 frenó el proyecto de “anexión” del ALCA plantando cara a George Walker Bush cuando éste desembarcó en Mar del Plata creyendo que nadie se le atrevería. Tenía como ladero al corpulento presidente mexicano Vicente Fox que se reveló un enano político de torpeza diplomática impar.
El eventual retorno del líder petista en las elecciones de 2018 es una hipótesis contra la que trabaja la familia Marinho, dueña de Globo, y sus socios políticos locales. Ese bloque contrario al eventual regreso de Lula en 2018 posiblemente cuenta com el aval de grupos de interés extranjeros, “probablemente norteamericanos”, comprometidos con la restauración de un proyecto de libre mercado hemisférico, comentó a este diario el jefe del bloque de diputados del PT, Siba Machado.
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