EL MUNDO › EL REINICIO DE SESIONES DEL LEGISLATIVO EN BRASIL ENCUENTRA AL OFICIALISMO A LA DEFENSIVA
El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, podría admitir alguno de los doce pedidos de juicio político contra Rousseff. Consciente, la mandataria buscó apoyo entre los 26 gobernadores para desarmar la táctica opositora.
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
En los últimos días, la presidenta Dilma Rousseff y su equipo se movieron intensamente. El objetivo no podría ser más claro: tratar de armar escudos y defensas frente a la reanudación de las sesiones en el Congreso, luego de un receso de dos semanas.
Una de las tácticas utilizadas por el gobierno para seducir parlamentarios rebeldes fue la misma, vieja y polémica práctica que parece dominar la política brasileña: liberar recursos para proyectos de diputados y senadores. De salida, el gobierno, que se dice determinado a un ajuste en las cuentas públicas, liberó a los diputados alrededor de 300 millones de dólares para contemplar programas destinados a sus respectivos corrales electorales. Además, prometió liberar otros mil 500 millones de dólares de aquí a diciembre. Pese a semejante generosidad, no hay ninguna garantía de que los parlamentarios, inclusive (o quizá principalmente) los de partidos que conforman con el PT la alianza de base del gobierno, abandonen su rebeldía.
Además de ese movimiento destinado al Congreso, ayer la presidenta se reunió con 26 gobernadores de provincias, más el del Distrito Federal. Luego de largas y plácidas digresiones, fue directo al grano: pidió apoyo para desarmar las anunciadas “agendas-bomba” que seguramente serán lanzadas por el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha.
En un momento en que la economía está en clara recesión, que crece el desempleo y avanza la inflación, la popularidad tanto del gobierno como de la misma presidenta se encuentra en niveles insólitamente bajos. La imagen de un gobierno sin liderazgo y sin capacidad de articulación seguramente no contribuye para animar gobernadores a enfrentarse a la opinión pública y salir respaldando a Dilma Rousseff. Pero a la presidenta no le queda otra que buscar aliados para lograr enfrentar y neutralizar la furia vengativa del todopoderoso presidente de Diputados.
Otra amenaza, esta del Senado, igualmente preocupa al gobierno. Pero el presidente de los senadores, Renan Calheiros, quizá por mayor experiencia que su par en Diputados, parece más flexible a algún diálogo, siempre que sean respetadas y cumplidas las normas del juego político en el país. Léase: liberación de recursos para proyectos de interés directo de los senadores y generosa distribución de puestos y cargos en la administración.
La gran amenaza manipulada por Eduardo Cunha es admitir alguno de los doce pedidos de impeachment recibidos por la Cámara de Diputados. Acosado por denuncias de haber recibido coima para favorecer a empresas de laconstrucción, Cunha reaccionó con furia desmedida. Pese a haber sido, a lo largo de toda su carrera política, denunciado por malas prácticas administrativas, o sea, pese a tener un vasto historial de irregularidades y atentados contra la ética más básica que se puede esperar de un funcionario, Cunha jamás se vio tan acosado como ahora. Convencido de que la Justicia obedece ciegamente a un plan del gobierno para aniquilarlo –para constatar el absurdo de la tesis basta con recordar que altas figuras del mismo PT y del gobierno también están bajo investigación–, Cunha decidió hacer de la vida de la fragilizada presidenta un infierno cotidiano.
Queda por ver si Dilma logrará contrarrestar esa decisión del presidente de la Cámara de Diputados. La actual Legislatura brasileña es, de lejos, la más retrógrada y polémica de los últimos 30 años, cuando se recuperó la democracia. Para comprobarlo, basta con recordar que tanto el presidente de Diputados como el del Senado están bajo investigación policial por denuncias de corrupción. Y más: 10 por ciento del Congreso está en la misma condición.
Brasil tiene cierta tradición electoral: votar a figuras esdrújulas. En 1959, por ejemplo, el “candidato” más votado para concejal en la ciudad de San Pablo, que en la época ya era la más rica y poblada del país, fue “Cacareco”. En realidad, y pese al nombre masculino, se trataba de una rinoceronte, estrella del zoológico de la ciudad. Y en las elecciones municipales de Río de Janeiro en 1988, el chimpancé “Macaco Tiao” fue el tercero más votado para alcalde.
Se trataba de un buen humorado voto de protesta, inocuo, inofensivo. Pero cuando se observa el mapa de votaciones de la actual Legislatura nacional, hay peculiaridades intrigantes. El diputado nacional más votado en San Pablo, la mayor, más poblada y más rica provincia brasileña, se llama Paulo Salim Maluf. Se trata de un parlamentario que no puede cruzar las fronteras brasileñas: sobre él, pesa una orden de inmediata captura, determinada por la Interpol y que abarca a 190 naciones. Bueno, Maluf podría viajar a Corea del Norte, pero siempre que sea en un vuelo sin escalas. Ya en Río de Janeiro, que se propone como la ciudad más politizada del país, con fuerte tradición progresista, el diputado nacional más votado se llama Jair Bolsonaro. Se trata de un militar retirado que defiende a hierro y fuego la dictadura, dice que la tortura fue terrible pero indispensable y, entre otras joyas de su pensamiento y su conducta, está la frase que lanzó a una colega, la diputada Maria do Rosario, del PT, ex ministra de Derechos Humanos de Dilma: “Yo no te estupro porque no mereces”. Los dos, vale reiterar, fueron campeones de votos en las dos principales provincias brasileñas. A partir de ahí, se puede imaginar el resto de la composición de una Cámara controlada por un filibustero.
Buenos tiempos los de Cacareco y Macaco Tiao... Como no asumieron sus escaños, no hicieron nada malo al país.
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