EL MUNDO › PRIMER DEBATE DE PRECANDIDATOS DEL PARTIDO REPUBLICANO EN CLEVELAND, ESTADOS UNIDOS
Desafiante, Trump disipó cualquier idea de que podría ir al debate arrepentido o por lo menos con un tono más sobrio para hablar de inmigración, política exterior, derecho al aborto y el desafío de vencer a la demócrata Hillary Clinton.
› Por David Usborne *
Desde Cleveland
Los republicanos se despertaron con una resaca espantosa ayer por haber absorbido demasiadas porciones de Donald Trump en primer debate de la interna del partido realizada en Cleveland el jueves por la noche, un veneno que el partido parece incapaz de resistir a pesar de que el menú incluye las opciones menos letales de Jeb Bush, Marco Rubio o John Kasich.
Por el lado positivo, el debate que por momentos parecía asemejarse a un carnaval, por cierto llamó la atención de la nación. Moderado por tres conductores de Fox News, cifras preliminares de la organización Nielsen sugirieron que el 16 por ciento de todos los hogares estadounidenses lo siguieron, estableciendo fácilmente un record para eventos de este tipo. Hace cuatro años, el encuentro de mayor audiencia llegó sólo al 5 por ciento de los hogares.
Fue un asunto de pantalla dividida. Los espectadores por televisión, así como la fuerte y con frecuencia estridente audiencia en vivo de 5000 personas dentro del Quicken Loans Arena, por un lado pudieron disfrutar de su fascinación por Trump y su empeño por ser el candidato presidencial menos presidenciable de todos los tiempos y, por el otro, medir cuál entre los otros nueve rivales en el escenario podría encumbrarse cuando su insólita burbuja finalmente estalle.
En los dos sentidos, la noche no decepcionó. Marco Rubio, el senador por Florida, se destacó mirando más allá de la tempestad Trump y apostando con éxito a su juventud, a los 44 años de edad. Kasich, el actual gobernador de Ohio y un tardío participante en la carrera, también tuvo una noche fuerte, ofreciendo compasión para los estadounidenses homosexuales incluso mientras decía que se oponía al matrimonio gay.
En cambio Jeb Bush, el ex gobernador de Florida, nunca llegó a comandar el escenario. Aparte de mirar inquieto cuando se lo presionaba para que respondiera a preguntas acerca de la preparación de los Estados Unidos para más dinastía Bush y sobre la invasión de su hermano a Irak, no cometió errores no forzados. Pero dadas las expectativas establecidas en septiembre, cuando entró en carrera, eso era sin duda lo menos que de él esperaban sus seguidores.
Un desafiante Trump, por su parte, disipó cualquier idea de que podría venir a Cleveland luciendo un tono más sobrio o incluso dando a entender que había pensado seriamente en temas como la inmigración, la política exterior, el derecho al aborto y el desafío de vencer a la posible candidata demócrata Hillary Clinton. En cambio, fue cáustico, sarcástico, grandilocuente y a menudo incoherente. Sobre el Obamacare imediatamente elogió a Escocia por su “sistema de pagador único” (presumiblemente el Estado), pero luego dijo que aunque podría haber funcionado en los Estados Unidos “en una era diferente” ahora prefería el sistema de salud privado.
Los moderadores de Fox trabajaron más duro para hacer tropezar a Trump que a cualquiera de los otros candidatos, desafiando las cambiantes posiciones del magnate de Nueva York sobre la reforma sanitaria de Obama y el aborto legal, cuestionando su registro de negocios y sus bien documentadas cuatro quiebras, así como sus recientes donaciones a Hillary Clinton. Mayormente, respondió con bravatas y desprecio absoluto.
Trump tuvo muchos momentos peligrosos. quizás el más importante ocurrió cuando fue desafiado por la moderadora Megyn Kelly sobre su presunta costumbre de llamar a las mujeres “cerdas gordas”, “perras”, “patanes” y “animales repugnantes”. El la esquivó, diciendo que “no tengo tiempo para lo políticamente correcto”, justamente el eslogan de su candidatura. Y jugó al límite de arruinar la fiesta, al negarse a apoyar al eventual candidato republicano si no es él, y al negarse a prometer que en tal caso no se relanzaría como candidato independiente. Si su actuación en el debate dañó su amplia ventaja en la carrera hacia la candidatura presidencial republicana, o si lo ayudó a hacerla crecer, se verá en los próximos días, a medida que surjan los números de las encuestas. Ayer afirmó que no recordaba haberse referido a las mujeres en forma despectiva. “No reconozco esas palabras para nada”, dijo a la cadena ABC.
Mientras en el escenario era todo un showman, después del debate Trump parecía un candidato a la defensiva. Tras provocar casi una estampida de cámaras y reporteros al entrar en el área de prensa, 40 minutos después del debate, Trump se declaró ganador, pero luego comenzó a quejarse de cómo lo trató la cadena Fox. “Creo que las preguntas que me hicieron fueron mucho más duras que las de los demás candidatos”, afirmó.
El gobernador de Wisconsin, Scott Walker, quien pelea el segundo lugar en las encuestas con Bush, sobrevivió intacto a la audición, y se anotó un punto al criticar en broma a los gobiernos extranjeros acusados de ataques cibernéticos en Estados Unidos y a Hillary Clinton por el secretismo de su correo electrónico, todo a la vez. “Probablemente el gobierno ruso y el chino saben más sobre el servidor de correo electrónico de Hillary Clinton que los miembros del Congreso de los Estados Unidos.”
Si no fuera por el show de Trump, el momento más memorable habría sido una pelea a gritos entre el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, que ha visto desvanecerse su status de principal candidato, y el libertario Rand, sobre el pedido del último de menos vigilancia de los teléfonos de los estadounidense sin orden judicial. “Quiero recoger más registros de los terroristas pero menos registros de estadounidenses inocentes”, declaró Paul. Christie fue desdeñoso, llamando a su declaración “ridícula”. “¿Cómo se supone que debes saber quién es terrorista y quién no lo es?”, preguntó. Fue otro momento apasionante. No está claro si Christie o Paul habrán obtenido algún beneficio de la disputa. O si Trump acaparó el espectáculo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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