EL MUNDO › PABLO CERIANI CERNADAS, DEL COMITé DE LA ONU PARA LA PROTECCIóN DE LOS DD.HH. DE LOS TRABAJADORES MIGRANTES
El experto argentino afirma que el ambiente laboral de los migrantes en Europa es de vulnerabilidad. Y señala una paradoja: “Quizás el inmigrante cobra un salario que es seis veces menor que el mínimo, pero puede enviar cien euros a su familia”.
La foto del niño sirio que apareció ahogado en las costas de Turquía, Aylan Kurdi, se transformó en la cara visible de un drama a nivel mundial cuya aparición responde a múltiples factores. Uno de los motivos que empuja a los migrantes a abandonar sus países de origen es la falta de oportunidades para poder llevar el sustento a sus familias. El integrante del Comité de Naciones Unidas para la Protección de los Derechos Humanos de los Trabajadores Migrantes y sus Familias, el argentino Pablo Ceriani Cernadas, señaló que la existencia de trabajadores extranjeros es funcional a las economías de los países miembros de la Unión Europea (UE). Desde Ginebra, y en exclusiva para Página/12, relató el vulnerable panorama laboral que viven día a día los refugiados que logran llegar al viejo continente.
Ceriani explicó que el modelo neoliberal supone, en el contexto europeo, la reducción progresiva del Estado de Bienestar y de los derechos laborales. Al compás de esto, hay un incremento permanente de las áreas más informales y desprotegidas del mercado de trabajo. “Hay dos fenómenos que se complementan. Por un lado, la permanente baja de la tasas de natalidad en Europa, lo que supone un desafío en tanto la cantidad necesaria de trabajadores para poder asegurar los mínimos básicos de seguridad social”, aseguró. “Por el otro, hay un rol cada vez más central de los trabajadores migrantes, que en muchos casos se encuentran desprotegidos y en situaciones irregulares”, dijo el especialista. Ceriani señaló que la actividad laboral de los migrantes no se restringe a un sólo sector, sino que se encuentra diversificada. “Suelen trabajar limpiando casas, en los campos recogiendo cosechas, en la construcción de vivienda y autopistas, en talleres textiles. En algunos países también, dependiendo el caso, algunos hombres se desempeñan en el sector minero y las mujeres incluso como trabajadoras sexuales”, explicó. El experto argentino señaló que el ambiente laboral es de vulnerabilidad, pero quizás para esas personas se trata de la única oportunidad. “Nos encontramos con esta paradoja: quizás el inmigrante cobra un salario que es seis veces menor que el mínimo, pero puede enviar 100 euros a una familia que vive en ámbitos rurales en Mali o en Libia, lo que hace una enorme diferencia”, analizó.
El especialista opinó que la situación planteada lleva a preguntarse por qué los países europeos ponen tantas trabas a los migrantes si, en efecto, ocupan un rol importante en el mercado laboral. “Estas personas tienen una funcionalidad en términos económicos. Trabajan por muchas horas, a veces en condiciones infrahumanas, y por muy poco dinero”. Ceriani explicó que esto significa un dilema para Europa: tras el acuerdo de Schengen (1985) se construyó, al menos en términos retóricos, la existencia de una base jurídica y moral que otorga igualdad de derechos y oportunidades. “Durante el régimen colonial, por ejemplo, esto no era un problema, dado que la igualdad era únicamente para los ciudadanos europeos. Pero los inmigrantes son personas con los mismos derechos y que exigen las oportunidades que les corresponde”, señaló. “De alguna manera, la crítica migratoria intenta resistir la inclusión. Pero ojalá que este proceso de ampliación de derechos sea irreversible, porque si no hay una base sobre el reconocimiento de derechos, la base es sobre el conflicto social”, explicó.
Investigador en la Universidad de Lanús, Ceriani explicó que lo que determina el destino final de los migrantes son las posibilidades de conseguir una residencia. En este aspecto, los más elegidos son los del norte del continente. “Alemania, con el crecimiento de su economía, aun en el contexto de crisis, genera atracción. Y lo mismo ocurre con países como Dinamarca, Suecia y en menor medida Noruega. Esto es porque hay una combinación de ofertas laborales con una política de asilo relativamente más abierta que en el resto de la Unión”, explicó.
Sin embargo, aclaró Ceriani, aunque el debate esté centrado en lo que sucede en el continente europeo, habría que preguntarse si no se está reproduciendo una situación similar en Medio Oriente. “Hay que empezar a mirar la realidad en Siria, por ejemplo”, afirmó. “De los más de cuatro millones de sirios que salieron del país desde que empezó el conflicto, hay dos millones en Turquía, un millón doscientos mil en el Líbano –que cuenta con cuatro millones de habitantes–, 700.000 refugiados en Jordania, y toda la UE no llega al diez por ciento”, expresó. El especialista opinó que es un tanto perverso afirmar que la crisis está en Europa, ya que el conflicto comenzó en los países de donde parten los migrantes. “La crisis que manifiesta tener Europa, que se ve desbordada a la hora de dar respuestas en materia de protección social o trabajo, eventualmente las puede tener Turquía, el Líbano y Jordania, y no por eso están permanentemente en los medios de comunicación”, explicó.
Ceriani manifestó que es irónico que la queja provenga de los países de la UE, que tienen una gran capacidad de absorción migratoria. “En términos mundiales, alrededor de la mitad de la población que se marcha de sus países en busca de mejores oportunidades, hace lo que se conoce como migración sur-sur, es decir, entre países de la misma región. Pero el debate actual en Europa tiene mucho que ver con el poder político y económico de los Estados que lo instalan.”
Informe: Gustavo Gerrtner.
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