EL MUNDO › OPINIóN
› Por Mercedes López San Miguel
Los mismos medios que vieron a Alexis Tsipras como el diablo que sacaría a Grecia de la Zona Euro y daría marcha atrás a las privatizaciones hoy lo describen como el niño mimado de la Unión Europea, tras haber acordado las draconianas condiciones de los prestamistas a cambio de un tercer rescate. El líder de Syriza no es ni lo uno ni lo otro. Se lo podría definir como un político de las apuestas: apostó por ser el rostro del cambio político frente a los partidos tradicionales responsabilizados por la crisis económica que atraviesa Atenas desde 2009. Tras su llegada al gobierno, ocho meses atrás, Tsipras buscó lograr la mejor negociación posible sin salirse del euro y, al no conseguirla, apostó por la vía del referéndum para que fuera el pueblo griego el que decidiera el “No” a las recetas del ajuste. Y el pueblo lo respaldó.
Cuando todo el mundo creía que el triunfo del “No” era suficiente para relegitimar al líder de Syriza en su afán de no ceder a las exigencias de la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, el gobierno cedió ante las duras exigencias de Alemania. Criticado por haber hecho concesiones impensadas para un líder de la izquierda, Tsipras jugó su última carta: el 19 de agosto renunció y llamó a elecciones anticipadas, prometiendo que tratará de proteger a los más vulnerables al aplicar los ajustes fiscales, las reformas y las privatizaciones. Una parte de Syriza, liderada por el ex ministro de Energía Panayotis Lafazanis, se rebeló y creó un nuevo partido, Unidad Popular, abiertamente antiausteridad y que plantea la salida de Grecia de la Eurozona. El ex ministro de Finanzas Yanis Varufakis votó por esa formación, que ayer no logró ingresar al Parlamento –otra muestra de que una mayoría no quiere volver al dracma–.
Las elecciones se realizaron semanas antes de que Atenas adopte un nuevo paquete de medidas dolorosas que forman parte del tercer rescate. Inmediatamente tras la constitución del nuevo legislativo, los diputados deberán aprobar 31 medidas –que incluyen subas de impuestos y recortes de jubilaciones–, que los acreedores impusieron como requisito para desbloquear un tramo de 3 mil millones de euros de los 86 mil millones previstos durante tres años, así como el inicio de la negociación para la reestructuración de la deuda.
La baja del porcentaje de participación de casi diez puntos pone de relieve la apatía de un sector del electorado ante el giro dado por Tsipras. Con un 26 por ciento de desocupación, muchos pobres no creen que los comicios resuelvan sus problemas. Aun así, el líder de Syriza logró una clara victoria personal prometiendo que suavizará la aplicación del ajuste. Tsipras encabezará un nuevo gobierno no exento de jugadas arriesgadas.
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