EL MUNDO › EL NUEVO LíDER LABORISTA BRITáNICO BUSCARá CONVERTIRSE EN UNA ALTERNATIVA REAL DE GOBIERNO
El congreso anual laborista, que empezó ayer, es uno de los eventos más importantes del calendario político británico. Allí se definirá la agenda programática del partido opositor. Corbyn dará mañana su primer discurso como flamante líder.
› Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
Jeremy Corbyn no ha parado. El nuevo líder del laborismo británico se pasó el verano londinense haciendo campaña por todo el país (casi 100 actos en 2 meses), fue electo el 12 de septiembre y desde entonces ocupa un lugar mediático tan central como el primer ministro David Cameron. El congreso anual Laborista, que empezó ayer, es uno de los eventos más importantes del calendario político británico. En su primer discurso como líder mañana y en los debates y propuestas de diputados y militantes se definirá su agenda programática y sus posibilidades de convertirse en una alternativa real de gobierno.
El congreso puede mostrar a un partido unido detrás del nuevo líder o sumergido en una guerra civil interna. Un mensaje de mail enviado este viernes a todos los que lo apoyaron señala que Corbyn no se apartará de su lema (“straight talking, honest politics”; decir la verdad y ser honesto) y de las políticas que enunció durante su campaña, algunas de las cuales son particularmente conflictivas, como la eliminación del sistema nuclear Trident. Página/12 analiza cuatro retos que deberá superar Corbyn para convertirse en una alternativa real de poder.
Corbyn se convirtió en líder del partido con más del 50 por ciento de los votos de los tres grupos participantes: los afiliados, los “adherentes” y los sindicatos. La victoria fue aplastante, pero el apoyo que tiene entre los 232 diputados electos el 7 de mayo es irrisorio: sólo 20 lo respaldan. Por el momento, Corbyn logró sobrellevar este déficit apoyado en el fuerte mandato de las elecciones internas. Contrario a lo que se había rumoreado antes de la elección y a los vaticinios pesimistas de la prensa conservadora (es decir, de casi toda la prensa), Corbyn logró formar un gabinete en la sombra (que replica el gabinete en el gobierno), representativo tanto de la izquierda como del centro y, más sorprendente aún, del blairismo. Pero ha sido a un doble precio. Algunos pesos pesado del partido declinaron formar parte de su gabinete porque las diferencias programáticas eran demasiado grandes mientras que entre muchos de los que aceptaron el cargo, muy pronto quedaron en claro posiciones antagónicas en torno a temas clave como defensa y la Unión Europea, expresadas abiertamente por el canciller en la sombra Hilary Benn, un centrista, y el blairista de Justicia, Lord Charles Falconer.
Entre los más rabiosamente blairistas se perfila una alianza non sancta con los medios conservadores para socavar la autoridad de Corbyn y llevar a una aplastante derrota en las elecciones de mayo próximo (alcalde de Londres, municipales y Parlamento escocés) que permita defenestrarlo con el argumento de que no es “elegible”. Los blairistas se librarían de su izquierda, pero los medios tienen un objetivo más ambicioso: aniquilar al laborismo en su conjunto, sea izquierda o blairista.
La virulencia de los medios contra Corbyn en estas primeras dos semanas de liderazgo no respetó siquiera esas convenciones a la que son tan afectos los ingleses de dar un “breathing space” (tiempo para asentarse) a los recién elegidos. El mismo día en que fue elegido comenzó el bombardeo. Desde que no se abrochó el botón de la corbata en un acto oficial y no asistió a un partido de rugby de Inglaterra hasta que no había cantado el “God save the Queen”, abundaron las trivialidades convertidas en titulares estilo catástrofe. Pero el propio laborismo ha presentado flancos vulnerables. Las divisiones entre corbynistas y blairistas en torno a temas tan sustanciales como la economía de mercado, la reforma del sistema de bienestar social o el sistema nuclear no son invento de los medios conservadores.
El corbynismo también ha facilitado las cosas al no tener una política mediática afinada que permitió que pasos positivos (más de la mitad de los puestos del gabinete en la sombra ocupado por mujeres) fueran presentados como negativos (los puestos “top” –finanzas, cancillería e interior– los ocupan hombres). El mismo Corbyn tiene que tomar una decisión. Su enorme popularidad deriva en parte de que es un político alternativo y auténtico que dice lo que piensa (“straight talking”) y no deja que los medios fijen su agenda. Al mismo tiempo, en una sociedad compleja, los medios son inevitables canales de transmisión masiva que tienen el poder de significar a su manera cada cosa que diga o deje de decir un líder político. Lograr una síntesis de esta contradicción en un ambiente tan desfavorable no será fácil.
La presencia de la BBC neutraliza un poco la ofensiva televisivaradial privada, pero entre los diarios la oposición es casi unánime. Según un analista, Ian Dunt, Corbyn tendrá que diferenciar entre sus enemigos más recalcitrantes y aquellos a los que pueda atraer con alguna de sus políticas. “No tiene sentido que se gaste con el The Sun, Express, Mail, Times o The Telegraph. No lo van a oír. El Mirror, el The Guardian, el Independent, e incluso el Financial Times pueden apoyarlo en algunos temas, aunque nunca vayan a respaldarlo por completo”, señaló Dunt.
Una cosa está clara. Twitter o las redes sociales o los actos públicos fueron clave para su victoria en la interna laborista, pero no bastan para ganar un apoyo a nivel nacional.
El Reino Unido es la cuna de la Revolución Industrial, uno de los más vastos ex imperios de la historia, la sexta economía mundial, la segunda o tercera (depende de la medición) de la Unión Europea. Una sociedad con este nivel de desarrollo tiene una compleja estructura social que obliga a Corbyn a formar una coalición de intereses dispares si quiere ganar una elección. Los votos de la clase obrera no bastan porque hoy el sector industrial representa el 16 por ciento del PBI británico y sobrevive a duras penas en la tierra arrasada que dejó el thatcherismo. Los más pobres y postergados tampoco bastan aunque en la regresión social que ha vivido este país en las últimas tres décadas uno de cada cinco trabajadores ganan menos del salario mínimo y precisan ayuda estatal para llegar a fin de mes. Los cuentapropistas se han multiplicado en los últimos años y son equivalentes en número a los empleados estatales (unos 5 millones y medio de británicos). “El laborismo tiene que representar a sus grupos naturales, como los obreros y los más postergados, pero necesita formular una política para otros grupos. Los que llevan adelante microemprendimientos o pequeñas empresas necesitan políticas diferenciadas que representen su aspiración al progreso económico”, señala Owen Jones, uno de los escasos periodistas que ha apoyado al corbynismo.
¿Cómo hacerlo? ¿Se puede bajar sus impuestos o subsidiar su crecimiento sin desfinanciar la ayuda social a otros grupos? ¿Hay una nueva síntesis de “capitalismo progresista” que evita la fórmula blairista?
El Reino Unido forma parte del consejo permanente de seguridad de la ONU con Estados Unidos, Francia, Rusia y China, todos países con armas nucleares. El sistema nuclear Trident debe renovarse el próximo año y tendría, en caso de aprobarse, un costo inicial de unas 20 mil millones de libras (27 mil millones de dólares) más unas adicionales dos mil millones anuales de mantenimiento en momentos de Austeridad y recortes del gasto social. Con una fuerte trayectoria pacifista, Corbyn no quiere renovar el sistema y se opone también a toda nueva aventura militar, como la que podría debatir el parlamento en noviembre respecto al posible bombardeo de Estado Islámico en Siria.
La mayoría de su gabinete en la sombra y los diputados está a favor de la renovación y, en menor medida, del bombardeo al Estado Islámico en Siria: los afiliados y los sindicatos están en contra de ambas medidas.
El primer ministro David Cameron y los conservadores saludaron la victoria de Corbyn con twits que lo pintaban como el hombre que pondría en peligro la seguridad del Reino Unido.
La mayoría de los británicos está a favor de Trident, aunque en Escocia, un lugar que el laborismo tiene que recobrar si quiere ser gobierno, la ecuación es la inversa. Así las cosas parecería que Corbyn necesitará algún pase de magia para resolver tantas contradicciones y no terminar en un callejón sin salida. El conejo que termine sacando de la galera será fundamental para su futuro político, el del laborismo y el del Reino Unido.
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