EL MUNDO › LA PRENSA FRANCESA HIZO DE LA POLíTICA DE ULTRADERECHA “UNA HEROíNA ROMANESCA”
Hija del fundador del Frente Nacional, la actual presidenta del partido se mueve cómoda en los estudios de televisión. Indigesta a los biempensantes, corroe la vida política y, sin embargo, atrae a partidarios y adversarios.
› Por Eduardo Febbro
Hay un instante en la vida de un dirigente político en que una suerte de leyenda empieza a posarse sobre su cabeza como la corona de un santo. Algo que, de pronto, está por encima de sus ideas y de la rama política que representa. Es él, emancipado de su ideología. Allí comienza la fascinación de adversarios y partidarios. En este caso se trata de ella: Marine Le Pen, la presidenta del partido de extrema derecha Frente Nacional. La hija del fundador del partido, Jean-Marie Le Pen, indigesta a los bienpensantes, corroe la vida política, acorrala a la derecha, deja amordazados a los socialistas y fascina a todo el mundo, empezando por los medios. Su mejor escenario es la televisión y los mitines, el peor, su plataforma política. Pero el efecto que produce en el primero borra las asperezas y aproximaciones del segundo.
En pocos años, la dirigente francesa humanizó a la extrema derecha, le sacó los velos negros que la cubrían, izó al FN a cimas electorales inéditas e hizo pasar a la ultraderecha del patíbulo al patio común de la casa de los ciudadanos. Allí donde su padre era una suerte de diablo, ella es una figura normalizada. Que los semanarios políticos le hayan consagrado primeras planas es una obviedad, pero que las revistas para mujeres como la célebre Elle o el semanario conservador Le Figaro Magazine, o que el semanario Paris Match le consagre une sesión de fotos matinal, además de las innumerables invitaciones que recibe para participar en programas de radio por la mañana o esas emisiones de televisión donde acuden futbolistas, cantantes humoristas y políticos, dice mucho acerca del ascenso que esta mujer de 47 años tiene en la sociedad.
Ese ha sido hilo conductor de su ascenso y el de la renovación del partido. En el entorno del palacio presidencial se comenta que la prensa ha hecho de Marine Le Pen “une heroína romanesca”. Primer partido de Francia en las elecciones europeas de 2014, el Frente Nacional encara la línea final hacia las elecciones regiones de los próximos 6 y 13 de diciembre en las mejores condiciones, con Marine Le Pen como su mejor bandera y el populismo xenófobo como resorte argumental. Su eficacia escénica y la combinación de una palpable irritación social, el desempleo, la obsesión por el ocaso de Francia, el colapso de los partidos políticos, el terror al islam, la idea fija de que Francia desaparece en un mundo globalizado y el rechazo masivo a la inmigración hacen el resto. Y como se ha vuelto una sensación normativa desechar a los políticos del sistema, cada vez que ella aparece en los medios para arremeter contra ese sistema, Marine Le Pen se lleva la bolsa de las apuestas. Con ello, la mujer encarna la lucha de clases, empezando la lucha contra las castas privilegiadas y gobernantes. Analistas, estrategas y dirigentes políticos siguen empecinados en combatirla en el terreno de los valores sin que el “valor” de referencia de las encuestas de opinión se mueva a favor de ellos.
La historia de la hija de Jean-Marie Le Pen es la trama de un ascenso imparable desde aquella noche del 22 de mayo del 2002 cuando su padre salió electo para disputar la segunda vuelta de la elección presidencial contra el mandatario saliente Jacques Chirac. Esa noche apareció por primera vez ante las cámaras para no dejarlas jamás. De una mala fe prodigiosa y una osadía monumental, Marine Le Pen eligió su primer domicilio político en la pantalla chica. En 2004, su mismo padre decía: “A Marine Le Pen la hicieron los medios”. Su punto de inflexión también lo alcanzó en la televisión, en el año 2006, durante un programa nocturno. Con expresión compungida y una mirada triste, Marine Le Pen contó las etapas de su vida: a los 8 años, cuando el departamento familiar fue volado por una bomba; a los 16, cuando tuvo que enfrentar el abandono del hogar por parte de su madre, Pierrette Le Pen, quien se escapó con un periodista que había venido a escribir la biografía del padre; o a los 18, cuando descubrió a su madre posando desnuda en la primera plana de Playboy. Poco a poco, Marine Le Pen se convirtió en la hija del pueblo. Por eso nunca rehusó identificarse con Eva Perón y con el peronismo. No hay nada común entre ambos, pero Marine Le Pen aceptó la interpretación de “un peronismo a la francesa”. En varios momentos coqueteó con el aura de Evita, y hasta se acercó a su prosa política con recurrentes mensajes sobre la unión del pueblo. Marine Le Pen entró en la vida de Evita mediante un libro escrito por un autor ligado a la extrema derecha, Jean-Claude Rolinat (Evita Perón, editorial Dualpha, 2010).
No hay puentes entre el Frente Nacional y el peronismo. El FN es clara e inobjetablemente una fuerza política reaccionaria y xenófoba, carece de bases sindicales masivas y más que los derechos de las clases trabajadoras defiende el derecho de la nación a no ser tragada por la obsesiva y obsesional figura del extranjero. Pero esa centralidad del pueblo y el hecho de que Evita sea mujer empapan el aura de “Marine”. Lo paradójico es que Marine Le Pen no proviene del pueblo. Se educó en un hogar burgués pero cada vez que aparece logra hacer que el otro, quien la interroga, salga retratado como un miembro del sistema de privilegios, totalmente alejado de las realidades populares que ella conoce y representa.
Periodistas de radio o de televisión, quienes la entrevistaron testimonian de su eficacia: “viene a jugar un partido y a ganarlo”, cuenta Bruce Toussaint, un periodista del canal ITelé. La mujer es todo un espectáculo: firmeza, humor, agresividad, vivezas, suavidad o rectitud, Marine Le Pen sabe interpretar en pocos minutos muchas emociones humanas. Sus intervenciones son vistas por el público no ya como un mensaje político, sino como un espectáculo. Aunque hoy se haya peleado irreconciliablemente con Jean Marie Le Pen, Marine Le Pen aprendió de él muchas de sus técnicas actuales. El padre le decía: “tomá cursos de ortofonía porque tus frases se caen al final, por falta de aliento”. Atribuirle todo el éxito político que ha tenido desde que, en enero de 2011, fue electa presidenta del Frente Nacional, sería inexacto y superficial. Marine Le Pen prosiguió la obra de su padre transformando las zonas tenebrosas en áreas políticamente digeribles. Modernizó a la ultraderecha, la desvistió de sus uniformes, cambió el antisemitismo original por un anti Islam arraigado en la sociedad y supo capitalizar el terror social ante un ultraliberalismo asumido hasta por los socialistas. Marine Le Pen, dicen, está convencida de que será presidenta de Francia. Nada es hoy imposible con una mujer que ha captado la voz popular que los socialistas, y los conservadores abandonaron a sus masivas incertidumbres.
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