De izq. a der. los precandidatos republicanos Marco Rubio, Donald Trump y Ben Carson.
Imagen: AFP.

El senador de Florida, Marco Rubio, apareció con fuerza en el tercer debate republicano por el camino hacia la Casa Blanca, fue la figura de la noche dedicada a abordar la economía estadounidense y dejó a un lado, incluso, al polémico Donald Trump, que no logró capitalizar el protagonismo de los encuentros anteriores. El perdedor del debate fue el ex gobernador por Florida Jeb Bush, que no supo aprovechar el momento de gran exposición para diferenciarse y subir en las encuestas que lo mantienen empatado, en un quinto lugar, con la ex CEO de Hewlett-Packard Carly Fiorina. Bush fue uno de los precandidatos que hablaron menos tiempo y, cuando lo hizo, se ubicó en el centro de la discusión, pero por los contragolpes recibidos por parte de algunos de sus rivales, como Marco Rubio, que había sido acusado por el gobernador de no atender su trabajo como senador, sugiriéndole entonces renunciar a su cargo. “Alguien te convenció de que atacarme te iba a ayudar”, lanzó Rubio dando por finalizada la discusión y ganando uno de los puntos a favor en el debate.

Otro de los postulantes para llegar a Washington a partir de enero de 2017 que también desperdiciaron sus chances durante las dos horas de debate que tuvo lugar en Colorado fue el ex neurocirujano Ben Carson, que a pesar de haber llegado por primera vez como único líder en las encuestas, tuvo una escasa participación en el intercambio de ideas. En cambio, se dedicó a advertir, desde un comienzo, que no buscaría atacar a sus “compatriotas” parados detrás de los atriles: Carson mantuvo esa premisa aun cuando fue puesto contra las cuerdas por algunos rivales e incluso por los moderadores de la cadena CNBC, a cargo de la transmisión del debate, con preguntas acerca de su opinión sobre la homosexualidad o sobre el polémico supuesto apoyo a una compañía de suplementos de nutrición que se encuentra en la mira por aclamar que cura enfermedades como el cáncer y el autismo.

Por su parte, la ex CEO de Hewlett-Packard, Carly Fiorina, una de las precandidatas ajenas a Washington, reiteró cuando pudo su posición contra la intervención del gobierno federal en la economía nacional, pero su momento llegó cuando quiso mostrarse como la postulante con chances de complicar la campaña presidencial de Hillary Clinton. “Puede que no sea la candidata de tus sueños aún, pero puedo ser la peor pesadilla de Clinton”, afirmó Fiorina, con la mirada fija en las cámaras, en el cierre de la noche. Mientras que el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, citó en varias oportunidades a la demócrata que encabeza las primarias del partido oficial, el ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, sostuvo en cambio que “Trump sería mejor presidente que Hillary Clinton cada día de la semana”.

Huckabee provocó la risa del público y aportó distensión en el debate al mostrar su atuendo y señalar que vestía una corbata de la marca de ropa de Donald Trump. Al ser consultado por el límite de la deuda estadounidense, Ted Cruz llamó a los tres periodistas que oficiaron de moderadores –criticados por los republicanos en las redes sociales mientras duraba el debate– a que hablasen sobre “cosas sustantivas que a la gente le interesan”. El senador de Texas se ganó el festejo de los presentes pero dejó pendiente la respuesta.

Por su parte, el senador de Kentucky, Rand Paul, y el gobernador de Ohio, John Kasich, ambos se mantienen con cuatro puntos en las encuestas de opinión, se sumaron al grupo de los precandidatos que no obtuvieron beneficios en el tercer debate presidencial republicano. El cansancio de los televidentes, que tienen ocho debates por delante, fue visible en los datos de medición de una audiencia que se ubicó en los 14 millones, según la cadena de televisión NBC, por debajo de los 25 millones que rondaron las dos emisiones previas.