EL MUNDO › UNA CRISIS EN EL PARTIDO GOBERNANTE AMENAZA CON DESESTABILIZAR AL GOBIERNO DE ESSEBSI
Diputados de la principal formación en la coalición gubernamental fueron golpeados al intentar asistir a una reunión del comité ejecutivo. En una carta, acusaron al entorno del Hafedh Caid Essebsi, hijo del presidente.
A un año de imponerse en las últimas elecciones tunecinas, una crisis abierta en el partido laico Nidá Tunis (Llamamiento por Túnez) amenaza con de- sestabilizar al primer gobierno postransición del país norafricano donde hace casi cinco años estalló la revuelta que encendió las protestas de la llamada Primavera árabe. El detonante del cortocircuito ocurrió anteayer cuando diputados de la principal formación en la coalición gubernamental (que incluye al partido islamista Ennahda) fueron golpeados al intentar asistir a una reunión del comité ejecutivo en la ciudad de Hammamet, ubicada a orillas del Mediterráneo y a 60 kilómetros de la capital tunecina. El violento episodio desencadenó una crisis que mezcla el viejo y el nuevo Túnez y que tiene como uno de los principales protagonistas a Hafedh Caid Essebsi, ambicioso hijo del actual presidente tunecino, el octogenario Beji Caid Essebsi.
Preocupado por el impacto que podría generar el ataque y que atenta contra la estabilidad de la cada vez más endeble alianza de gobierno, el mandatario tunecino de 88 años invitó a parlamentarios de su bloque a reunirse en el palacio presidencial de Cartago, con el objetivo de limar las asperezas. Responsables de Nidá Tunis, partido conservador y laico, confirmaron que la cita había sido convocada, con carácter de urgente, después de que una treintena de parlamentarios se quejaran por escrito por haber sido víctimas de una serie de los violentos incidentes en Hammamet.
Según testigos de las agresiones, varios diputados fueron expulsados por la fuerza cuando pretendían acudir a una reunión del comité ejecutivo de Nidá Tunis que tendría lugar en un conocido hotel de la localidad turística.
En la misiva, los diputados acusan al entorno del Hafedh Caid Essebsi, quien además es vicepresidente de la formación laica, y al jefe del Gabinete presidencial, Ridha Belhaj, de utilizar milicias y organizar la violencia. “No queremos que el presidente se inmiscuya en los asuntos del partido, aunque sí nos gustaría que aclare su posición sobre el comportamiento de su hijo y del jefe de su Gabinete”, señaló consultada por una radio local la diputada Sabrine Gubantini.
Pero el encuentro convocado por el presidente tunecino fue rechazado por los afectados, profundizando de ese modo una crisis política sobre la que se proyecta la alargada sombra del régimen dictatorial de Zine El Abidine Ben Ali, quien condujo el país por más de 21 años y fue derrocado en 2011 por la revuelta que comenzó el 17 de diciembre del 2010, cuando un vendedor ambulante se inmoló después de que un policía le secuestrara la mercadería en la ciudad costera de Sidi Bouzid.
Aquel acto de desesperación fue la chispa que prendió la mecha que devino en la revuelta tunecina, provocando una reacción en cadena que puso patas arriba el fosilizado orden político del mundo árabe, que enseguida se vio sacudido por rebeliones en Egipto, Bahrein y Yemen, entre otros países.
El origen de la sangría del partido que hace un año logró juntar a grupos dispares, pero con un deseo compartido de ruptura con el pasado, se remonta a principios de 2015, cuando el hijo del presidente fue ascendido al cargo de vice presidente de la formación.
Desde entonces, cientos de militantes, empresarios afines y profesionales de diversos campos decidieron abandonar las filas del partido entre denuncias de nepotismo y críticas lanzadas contra la presunta relación de Hafedh Essebsi con responsables del régimen derrocado. Salidas que se sumaron a la desbandada que hubo al inicio de la actual legislatura, cuando miles de simpatizantes dijeron haberse sentido traicionados por la inclusión en el actual Gabinete de ministros pertenecientes al partido islamista Ennahda. También decidieron alejarse por las atribuciones que parece haberse arrogado y que incluyen viajes oficiales y reuniones con altos dirigentes como la que mantuvo en agosto en Ankara con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
El 6 de octubre, el ex ministro tunecino a cargo de las relaciones con el Parlamento, Mohamed Lazhar Akremi, presentó su renuncia luego de denunciar desinterés en la lucha contra la corrupción y se convirtió en el primer alto cargo de Nidá Tunis en alejarse del Gabinete. Dos semanas después, el primer ministro, Habib Essid, anunciaba que el ex ministro de Justicia, Mohamed Salah Ben Aissa, cesaba en sus funciones veinticuatro horas después de que éste se ausentara de una votación en el Parlamento en la que se iba a debatir la nueva ley para el Consejo Superior de la Magistratura, proyecto al que se opuso de antemano. El mismo día, los diputados de la Unión Patriótica Libre (UPL), tercera fuerza política en el país, decidieron retirar su apoyo a la coalición tras denunciar que se sienten marginados tanto dentro como fuera de la Cámara.
Túnez, único país de la llamada Primavera árabe que concluyó una transición política, afronta un período de inestabilidad a causa de la crisis económica y la violencia provocada por el jihadismo. En las últimas semanas grupos vinculados a la oposición protestaron por la polémica ley de reconciliación económica, una amnistía fiscal que prepara el Gobierno para perdonar a los corruptos de la dictadura a cambio de que devuelvan lo robado.
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