Sáb 02.01.2016

EL MUNDO  › LA PRESIDENTA BRASILEñA SUBIó EL SUELDO MíNIMO Y LA AYUDA SOCIAL

Dilma no se va de vacaciones

Ayer decretó el incremento por encima de la inflación para el programa social Bolsa Familia, que llega a 50 millones de ciudadanos. También autorizó que el Bandes recupere su capacidad de financiar a empresas nacionales.

› Por Darío Pignotti

Página/12 En Brasil

Desde Brasilia

Un talismán para espantar agoreros. Junto al repliegue, provisorio, de la escalada golpista se aplacó la agitación política en Brasilia donde esta semana las oficinas quedaron vacías. Salvo la de Dilma Rousseff. Luego de aumentar el salario mínimo por encima de la inflación esta semana, ayer autorizó que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social recupere su capacidad de financiar empresas nacionales, vetando un proyecto para maniatar a esa entidad estatal, que ha sido uno de los blancos más atacados por la oposición teledirigida por el lobby de la banca privada.

La prensa atacó la “heterodoxia” de estas iniciativas. El diario O Globo sostuvo que subir el salario mínimo es una idea “tosca” hija del pensamiento obsoleto del “lulopetismo” (neologismo que combina a Lula y el PT, el oficialista Partido de los Trabajadores). Estado de San Pablo alarmó a sus lectores proyectando que subir el salario agravará el déficit fiscal, causando un agujero de 2,9 mil millones de reales al presupuesto, o sea unos de 600 millones de dólares, al tiempo que respalda el aumento de las tasas de interés por las que el Estado paga a los bancos unos 120.000 millones de dólares. Esos dos diarios dedicaron amplia cobertura a la tapa de la liberal revista británica The Economist, que en su tapa publicó una foto de Dilma cabizbaja, y que avizora un “desastre” brasileño en 2016.

Hubiera sido impensable que la presidenta lance este paquete de medidas consideradas “populistas” por el mercado y la prensa si continuara en su cargo el ex ministro de Hacienda Joaquim Levy, reemplazado desde el 21 de diciembre por el desarrollista, Nelson Barbosa. La caída de Levy, un defensor del ajuste fiscal a costa de recortar gastos sociales e inversiones estatales, ocurrió días después de la masiva movilización contra el impeachment convocada por la Central Unica de los Trabajadores, el PT y los campesinos sin tierra.

Los 210 mil militantes que marcharon en San Pablo, Brasilia y otras capitales, no dieron un cheque en blanco al gobierno que respaldaron: sus consignas fueron “no va a haber golpe”. “Fuera Levy” y “fuera Eduardo Cunha”, el presidente de la Cámara de Diputados implicado en el impeachment.

Dilma tomó nota de ese apoyo condicionado de las fuerzas progresistas y legalistas antes de poner en marcha un “nuevo momento” de su gobierno, con vértice en el crecimiento, el desarrollo y la distribución, dijo el ministro de Trabajo Miguel Rossetto en entrevista con Página/12.

Siguiendo esa línea, ayer la presidenta anunció que convocará al Consejo de Desarrollo Social “formado por trabajadores, empresarios y ministros” para analizar nuevas prioridades económicas y un impulso al aparato productivo que permita revertir la recesión del 3,6 por ciento y el desempleo del 8,9 por ciento. “Es necesario respetar y dialogar con los movimientos sociales y ampliar la participación de la sociedad en las decisiones del gobierno y el Estado” señaló.

Paralelamente propuso reformas en la previsión social y el trabajo, dos puntos rechazados por Vagner Freitas y Joao Pedro Stédile, los lideres de la CUT y el MST.

Con una pulserita plateada refractaria al mal de ojo y otras maldiciones políticas, la presidenta suspendió sus habituales vacaciones de diciembre par mantener reuniones en el Palacio del Planalto hasta el jueves pasado. El último día del año que no hubo golpe.

“Sé que tuvimos un año difícil pero soy optimista frente a 2016... creo en la fuerza de nuestro pueblo y en la agenda que trazamos para Brasil”, reconoció.

2015 estuvo marcado por la “inestabilidad política que se profundizó por una conducta inmadura de sectores de la oposición que no aceptaron el resultado de las urnas” planteó ayer Dilma en Folha de San Pablo.

Refería al titular del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, que luego de ser derrotado en las presidenciales de 2014 optó por la estrategia destituyente.

Con la visión política nublada por su ambición de poder inmediato Neves adoptó el modus operandi de la oposición venezolana con la que se reunió a menudo,incluso en Caracas. Hasta adoptó parte del léxico incendiario de su amiga la dirigente Maria Corina Machado, vista como radical incluso por la derecha caribeña.

Hace seis meses pronosticó que el gobierno electo podría caer este año con la frase “noviembre será agosto”, evocando un mes trágico para la democracia. Neves y otros dirigentes creyeron que a Dilma estaba condenada a sufrir otro agosto, como aquel de 1954 en el que se truncó el mandato del presidente Getulio Vargas.

Al principio apoyado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y otros referentes del PSDB, Neves en las últimas semanas perdió el respaldo de aliados más realistas.

El impeachment era una idea consideraba “inminente, pero ahora lo veo distante e incierto... el gobierno ha sabido reaccionar y tiene aliados en el Senado” declaró ayer Silvio Torres, secretario general del PSDB.

Para Torres y otros socialdemócratas es inviable insistir en la destitución de Dilma asociados al presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, debido a las evidencias de sus cuentas en Suiza, dinero oriundo de la corrupción, y otros delitos por los que fue acusado en la Procuraduría General de la Unión.

El descrédito de Cunha no para de crecer y según una encuesta reciente más del 80 por ciento de los brasileños quieren que pierda los fueros. Esto no hace mella en el legislador que esta semana prometió retomar la agenda por el impeachment tan pronto se reinicien las sesiones parlamentarias. Cunha pertenece al Partido Movimiento Democrático Brasileño igual que el vicepresidente de la República, Michel Temer, también envuelto en el impeachment. Durante el verano mientras Cunha negocia con los diputados formar una mayoría para dar el golpe institucional contra Dilma, Temer recorrerá el país promocionándose como un candidato a asumir si cae la mandataria. El acuerdo implícito entre Cunha y Temer es tratado con poco interés por la prensa, en su mayoría opositora. Salvo la inteligente revista mensual Piauí, que en su última portada publicó una ilustración de Cunha y Temer abrazos y besándose en la boca.

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