EL MUNDO › OPINIóN
› Por Lorena Freitez y Alfredo Serrano Mancilla *
El relativo silencio chavista luego de la derrota electoral del 6D ha sido compensando con un descomunal ruido en el seno de la oposición venezolana. Ni saben perder ni tampoco ganar. Las divisiones internas dentro de la Mesa Unidad Democrática (MUD) no se han hecho esperar. Cada jinete tomó su caballo, y comenzó su carrera para llegar en la mejor posición posible el día de instalarse la Asamblea Nacional. La Unidad quedó subordinada a una suerte de competitividad interna que ha quedado perfectamente fotografiada en prensa y redes sociales. De nuevo, en cuanto se acaba una cita electoral, vuelven a relucir las sustanciosas divergencias tácticas en el accionar político.
El ala más radical liderada principalmente por Leopoldo López suplica otra vez más un plan inmediato para sacar al presidente constitucional Nicolás Maduro del gobierno en los próximos seis meses. El objetivo es poder llegar a filmar la segunda temporada de la serie La Salida. María Corina Machado desea ser nuevamente una protagonista principal en este suceso, pero todo parece indicar que esta vez se quedará como actriz de reparto. La emergencia de la figura de la esposa de Leopoldo, Lilian Tintori, con sus guardianes internacionales, ha eclipsado en buena medida a la anterior. Antonio Ledezma sigue ahí escondido entre bambalinas asumiendo su papel secundario pero sin bajar nunca el tono cada vez que le toca apelar a este plan violento anti constitucional. El objetivo de todos ellos coincide en llamar “a las calle” para provocar confrontaciones que justifiquen salidas violentas, aun cuando ya comprobaron que este método trajo consigo muchas muertes hace un par de años. Este sector opositor se siente incómodo adentro de la Unidad. Creen ciegamente en la vía no democrática y discrepan frontalmente de otros opositores que sí creen que para gobernar en Venezuela se requiere el apoyo de la mayoría.
En esta línea, está Capriles Radonski quien pide tiempo y calma poniendo el acento en todos los problemas que acucian al país. Así aparece en escena luego de dos derrotas, procurando autoproclamarse el único líder opositor, disfrazado como hombre de Estado. De esta forma, se diferencia del otro personaje en competición, Leopoldo, procurando presentarse como el gran valedor de esta vía democrática con capacidad real para derrotar al chavismo en la próxima elección presidencial. Capriles opta por algunos rasgos característicos de la derecha del siglo XXI: confronta menos, dice buscar diálogo aunque lo practique poco, apenas toca a Chávez, llama a sumar a los desencantados, e incluso procura pescar en el mismo seno del chavismo. Tanto es así que Capriles recientemente en una entrevista en el periódico Tal Cual reconoció que: “Nosotros decíamos que había que organizar una mayoría, con piso en los barrios del país, fuerza política”. Capriles, o quizás sus asesores, por fin han entendido algo de la nueva identidad política existente en Venezuela: para vencer al chavismo política y electoralmente, se ha de construir otra gran mayoría.
Sin embargo, ninguno de los nombres previos tienen cabida en la nueva Asamblea Nacional (AN), siendo ésta el nuevo frente estratégico para golpear al poder ejecutivo. Es precisamente la carrera para ser el Presidente de la AN lo que ha desatado aún más las desuniones en la Mesa opositora. En este río revuelto, han querido pescar todos. Pero han sido los adecos, segunda fuerza electoral de la AN, con Ramos Allup como su máximo exponente, quienes han sabido moverse mejor. Han acabado coronando la ansiada presidencia del parlamento gracias al apoyo de Voluntad Popular (de Leopoldo López). Así que Julio Borges (de Primero Justicia, el mismo partido de Capriles), el otro contrincante en la contienda, se queda afuera de este primer puesto. Así que finalmente un diputado de la tercera fuerza más votada, como es el caso de Ramos Allup, queda proclamado Presidente de la AN. Por encima de este partido, en diputados, estaba el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y Primero Justicia. Pero no. La vieja partidocracia logró imponerse gracias a la alianza con Leopoldo López quien sigue moviendo hilos desde la cárcel.
Por tanto está servida la disputa interna de la Mesa al interior de la AN. Por un lado, Tomás Guanipa, el secretario general de Primero Justicia, sigue en la línea caprilista priorizando la tarea legislativa en los próximos meses sobre aquellos asuntos prioritarios, y a partir de ahí, esperar cómo reacciona el gobierno. Por el otro, el presidente de la Asamblea, Ramos Allup, en asociación con Leopoldo López, buscarán que sea el Parlamento el que se ponga manos a la obra para llevar a cabo este año La Salida en versión de golpe institucional.
Las diferencias, en definitiva, adentro de la Mesa son eminentemente tácticas: unos pretenden incendiar todo cuanto antes mientras otros confían en el fuego lento. El objetivo, el mismo: derrocar al chavismo y especialmente al presidente Nicolás Maduro. La oposición ha demostrado que lo único que la mantiene unida es confrontar contra el chavismo. Cuando se ponen a discutir entre ellos, entonces la Mesa de Unidad deja de ser una mesa unida para pasar a ser un conjunto de partidos de oposición con fracciones de intereses específicos que en nada representan a la unidad de Venezuela. Seguramente, la Mesa estará deseando que el chavismo vuelva cuanto antes a la palestra, porque de no ser así, la oposición seguirá haciéndose el haraquiri entre ellos mismos.
* Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).
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