EL MUNDO › DOS MIRADAS SOBRE EL ESCENARIO QUE DEJó EL REFERéNDUM CONSTITUCIONAL
El presidente Evo Morales no podrá presentarse a los comicios de 2019 tras el triunfo del No en la consulta del domingo 21. Qué factores locales y a nivel regional contribuyeron a la ajustada victoria opositora y qué retos tendrá por delante el gobernante Movimiento al Socialismo.
Opinión
Por Oscar Laborde *
El triunfo del No en el plebiscito en Bolivia, donde se ponía a consideración la posibilidad de que Evo Morales se presentara para un nuevo mandato en el 2019, que no estaba prevista por la Constitución, viene a dar un gran aporte a este momento de avance de la derecha sobre los procesos populares que comenzaron hace unos años
Y a pesar de la particularidad del proceso boliviano, la influencia del triunfo de Macri en Argentina y de la oposición a Maduro en las recientes elecciones legislativas, tuvieron su influencia en una derrota que tiene muchas causas.
El presidente de Ecuador Rafael Correa viene hablando desde hace un tiempo del intento “restauración conservadora” que llevan adelante los Estados Unidos, las derechas locales y los medios de comunicación concentrados, que articulan argumentos, críticas y ataques desestabilizadores. Por su puesto que estos ataques no son de una elevada discusión académica. Son los fondos buitre atacando a Argentina, son los paramilitares colombianos interviniendo en Venezuela, son las difamaciones, es el poder judicial persiguiendo a los gobiernos populares con causas sin el mínimo sustento legal.
Cuando se produjo el No al ALCA en Mar del Plata en noviembre de 2005, EE.UU. inmediatamente se puso en acción para revertir ese triunfo de las voluntades soberanas de algunos presidentes, y de todo el pueblo latinoamericano. Creó una propuesta de integración alternativa al Mercosur, la Alianza del Pacífico. Impulsó con argumentos, ideas, recursos y articulación a una nueva derecha que pudiera cumplir el rol que los dirigentes afines al imperio no lograban por estar agotada su credibilidad. Así atacó, sin piedad, al gobierno de Brasil, Venezuela y Argentina, a los que consideraba pilares de la nueva integración con contenido regional, soberano y popular.
Pero, además de las operaciones y aciertos de la derecha y sus jefes, los norteamericanos, ¿cuáles fueron las insuficiencias y dificultades del Movimiento al Socialismo y de Evo Morales, que lo llevaron a su primera derrota electoral desde que asumiera en el 2006?
En primer lugar este tipo de consulta reúne a todo un arco heterogéneo y contradictorio, que suma votos “en contra”, desde racistas hasta sectores críticos a la falta de profundización del proceso indigenista. Por otro lado, hay un desgaste de la figura de Evo por los años de gestión, y por la agresión interna y externa. Hay críticas de sectores internos del MAS a cierto personalismo de Evo y una exageración en la centralidad en todos los temas, lo que provoca una excesiva exposición, el pago de todos los costos y el empañamiento de otros dirigentes.
Hay también una fatiga de los sectores medios de la población (originarios o no) ante la reiteración de algunos temas, que si bien son aceptados, irritan ante la permanente repetición como el antiimperialismo y el indigenismo. Fue trabajada con inteligencia por la oposición la idea del “peligro de la eternización” y, el temor que si triunfaba el Sí Evo podría luego pretender estar un período más.
Por otro lado se generó una disidencia, que militó por el No, integrada por agrupaciones juveniles, pensadores de izquierda, dirigentes sociales y políticos que apoyan el proceso, que reconocen lo logrado en estos años, pero que tienen varias críticas, reclamando más debate y participación.
La derrota electoral está lejos de significar el fin del proceso revolucionario en Bolivia. Su fortaleza, sus logros y el nivel de conciencia adquirido permiten pensar en una recuperación para las elecciones presidenciales del 2019.
El sociólogo Salvador Schavetzon plantea que “esta derrota puede significar una oportunidad para corregir errores, fortalecerse y revertir la desconexión del gobierno con todo lo que representa”. Además a la oposición le será casi imposible conseguir un solo candidato a presidente que represente lo heterogéneo, dispar y contradictorio que confluyó al interior del voto por el No.
El MAS y Evo Morales tienen el tiempo suficiente, la experiencia adquirida y el respaldo popular para revertir esta derrota. Y son conscientes de su responsabilidad histórica.
* Director del Instituto de Estudios de América latina, CTA.
Opinión
Por Ayelén Oliva *
La noche en que Evo Morales salió al balcón del Palacio Quemado, a confirmar que por decisión de la mayoría de los bolivianos ejercería por tercera vez la presidencia, cometió el error de agradecer al pueblo paceño por los siguientes nueve años de gobierno. Al instante rectificó la confusión, no eran nueve sino cinco, pero la frase ya había caído como la primera pieza de dominó que golpea a la siguiente hasta terminar a los pocos meses con una iniciativa de reforma constitucional con miras a habilitar su cuarta presidencia.
La diferencia menor a los tres puntos que alcanzó el rechazo a la propuesta de reforma sumada al amplio respaldo electoral que recibió el MAS en las últimas elecciones generales, nos hace suponer que lo que pasó el domingo 21 no pone en riesgo la gobernabilidad del presidente de Bolivia que todavía tiene por adelante cuatro años de gestión y una mayoría intacta en el parlamento.
Pero algo valioso se perdió en esta apuesta. El oficialismo dejó escapar la ilusión del fin del país dividido, la mayor conquista simbólica de este último tiempo que el gobierno supo construir a conciencia y en silencio, una meta que no logró alcanzar ningún otro gobierno progresista ni de izquierda en Latinoamérica. Mientras las últimas elecciones presidenciales de Venezuela, Brasil y Argentina dibujaron paisajes políticos de una geografía fragmentada casi sin puentes entre las partes, los resultados de las últimas elecciones presidenciales en Bolivia, con más del 60 por ciento de los votos a favor del gobierno, sumado a la expansión hegemónica en terreno que marcó el último triunfo del MAS en ocho de los nueve departamentos, demuestran que esa ilusión social, contradictoria de hecho pero necesaria, estaba del lado de Evo.
Los resultados del referéndum junto a la antesala del incendio en la alcaldía del El Alto que dejaron seis muertos despiertan los fantasma de la vieja Bolivia fragmentada y violenta que había sido sepultada. Aunque lejos queda el empate catastrófico de 2008, los resultados dejan un país partido al medio, en bloques casi idénticos, aunque de un lado queda un bando organizado mientras del otro lado los actores se mantienen dispersos. Una vez más los votantes del oriente boliviano liderado por Santa Cruz y Beni le dieron la espalda a la consulta, mientras las zonas rurales y los departamentos tradicionalmente aliados como La Paz fueron quienes acortaron la distancia.
Probablemente la decisión de los votantes que rechazaron la propuesta de reforma constitucional pero que eligieron las boletas del MAS en la última elección a la presidencial, tiene menos que ver con el desencanto con la gestión de gobierno que con el respaldo a una institucionalidad democrática, cada vez más parecida a su gente, que supo exigir la sociedad boliviana, impulsar el oficialismo y terminó por formalizar este gobierno. Esa institucionalidad necesaria para crear normalidad dentro de la excepcionalidad que implica todo proceso de cambio es también sinónimo de la estabilidad política y social de la que habla Evo.
Por otro lado, si bien el votante del MAS es disciplinado, también mantiene hasta hoy ciertos márgenes de autonomía en relación con los deberes electorales que envía la dirigencia política, a causa de su esencia movimentista que se diferencia en su lógica de cualquier dispositivo electoral creado desde arriba. Eso quedó reflejado en la incongruencia electoral que se originó en distritos como La Paz entre los resultados de las presidenciales de octubre de 2014 con un respaldo al oficialismo superior al 70 por ciento y la sorpresiva derrota electoral en las departamentales y municipales de comienzos del año siguiente.
El Movimiento al Socialismo, con Evo Morales a la cabeza, ha arriesgado mucho más de lo conveniente con esta apuesta pero aún así conserva un amplio margen de maniobra y el tiempo suficiente para diseñar un candidato para el 2020 que emerja como exponente de su propia fuerza política.
* Politóloga de la UBA.
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