EL MUNDO › BUENA ONDA ENTRE LOS LíDERES DE EE.UU. Y CANADá
El presidente de EE.UU., de 54 años, señaló que comparte con Trudeau, diez años menor, similares objetivos y la búsqueda de una sociedad menos desigual. Elogios mutuos.
Barack Obama, que abandonará el poder en menos de un año, y Justin Trudeau, que acaba de llegar al gobierno de Canadá, exhibieron ayer en Washington una fuerte complicidad y la voluntad de estrechar los lazos entre Estados Unidos y Canadá.
Obama recibió con gran pompa en la Casa Blanca a Trudeau, quien inició una visita oficial a Estados Unidos. Lo acogió en el jardín sur de la sede presidencial estadounidense, y luego ambos mantuvieron una reunión en el Salón Oval. El presidente estadounidense, de 54 años, señaló que comparte con Trudeau, diez años menor, similares objetivos y la búsqueda de una sociedad menos desigual y no escatimó elogios sobre el visitante al aceptar su invitación para visitar Ottawa al final del verano para dar un discurso ante el Parlamento canadiense.
“Será un gran honor para mí”, dijo Obama en conferencia de prensa tras el encuentro entre ambos dirigentes. “Estoy esperando la oportunidad de hablar directamente al pueblo canadiense sobre el extraordinario futuro que podemos construir juntos”, agregó. Y luego hizo un comentario probablemente dirigido a aquellos canadienses que se sienten ignorados por su vecino mayor: “Hay cosas que los estadounidenses no decimos lo suficiente, como lo mucho que valoramos a nuestros socios y aliados del norte”.
Trudeau “hizo campaña en base a un mensaje de esperanza y de cambio”, subrayó aludiendo al eslogan de su propia campaña, en 2008. “Su visión positiva y optimista es una inspiración para los jóvenes”, agregó. El canadiense no se quedó atrás en cumplidos y describió a su anfitrión como “un hombre con un gran corazón y un gran intelecto”.
Para el joven dirigente canadiense, que sigue estando en lo más alto de los sondeos de popularidad, esta visita fue ocasión para destacar el profundo cambio de orientación que introdujo en su país tras la salida del poder del conservador Stephen Harper. Por ejemplo, en materia medioambiental, en particular en el combate al cambio climático. Más temprano ayer, la Casa Blanca anunció que ambos países se comprometieron a reducir sus emisiones de gas metano de 40 por ciento a 45 por ciento antes de 2025 respecto a sus niveles de 2012. Durante el largo mandato de Harper el tema del medioambiente era, pro el contrario, un punto de fricción entre los dos países norteamericanos. Harper defendió con ahínco la construcción de un nuevo gasoducto transfronterizo para llevar crudo canadiense a través de Estados Unidos, un plan que Obama finalmente vetó.
Trudeau destacó que la protección del medioambiente es uno de los temas que lo acercan a Obama, y hacen de Estados Unidos un “amigo, socio, aliado” de Ottawa.
“Estoy orgulloso de ser el primer presidente estadounidense que se encuentra con un primer ministro canadiense y ambos son capaces de decir que el cuidado de la salud no es un privilegio para unos pocos, sino un derecho de todos en nuestras dos naciones”, dijo también Obama, que ha promovido una amplia reforma sanitaria.
Ambos gobernantes dejaron de lado las diferencias sobre Siria y la lucha contra el grupo Estado Islámico. Trudeau se ha negado a reconsiderar la decisión de retirar las tropas canadienses de Irak y Siria, una promesa de campaña. “No hay ninguna relación en el mundo entero como la relación entre Canadá y Estados Unidos”, insistió a su vez el gobernante canadiense.
Interrogado sobre la eventualidad de una victoria del magnate republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de fin de año, Trudeau se limitó a dar una respuesta diplomática y a recordar que los lazos entre ambas naciones van más allá de sus dirigentes. Los vínculos económicos bilaterales son en efecto son muy estrechos. Tres cuartas partes de las exportaciones canadienses van a Estados Unidos, mientras Canadá es el principal destino de las ventas de 33 estados de la Unión.
A mediados de diciembre pasado, el primer ministro canadiense había manifestado implícitamente su desagrado por el tono de la campaña del extravagante Trump, denunciando “las políticas basadas en el miedo, la intolerancia o la retórica del odio”.
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