EL MUNDO › EL ISIS BUSCA DESTRUIR LA IDENTIDAD DEL QUE NO SE ADOCTRINA EN LAS REGIONES QUE CONTROLA EN IRAK
La experta argentina Irene Massimino señala que el Estado Islámico no sólo elimina a las personas, también sus sitios religiosos. Se estima que la expansión territorial del grupo jihadista está siendo frenada con respecto al 2014.
› Por Mercedes López San Miguel
En el verano de 2014 el Estado Islámico de Irak y el Levante (nombrado también Estado Islámico o Isis, por sus siglas en inglés) tuvo un rápido surgimiento: conquistó territorios desde la frontera de Irak con Irán hasta el Kurdistán iraquí y la periferia de Alepo, la ciudad más grande de Siria. Hoy las fuerzas iraquíes llevan adelante una ofensiva para liberar la provincia Nínive, cuya capital es Mosul, feudo de los combatientes jihadistas. Como señala Patrick Cockburn en el libro Isis, el retorno de la Jihad, los jefes de este grupo terrorista fueron producto de una década de guerra en Irak y Siria, combinan el fanatismo religioso y la experiencia militar, y buscan establecer un califato en ambos países bajo el liderazgo de Abu Bakr al Baghdadi.
Desde entonces el Isis impuso a los habitantes de las zonas bajo su control la sumisión a su variante exclusiva y sectaria del Islam, asesinó o forzó a huir a todos aquellos a los que consideraba apóstatas y politeístas. La experta argentina en derechos humanos, Irene Victoria Massimino, estuvo en el norte de Irak en enero, a unos diez kilómetros de Mosul, donde recorrió fosas comunes y habló con víctimas del grupo armado. Fue al Kurdistán, un territorio que tiene cierta autonomía del gobierno central iraquí. Massimino afirmó a Página/12 que existen indicios de un genocidio contra las minorías religiosas. “El Isis obliga a todos los que no son musulmanes a convertirse al islam sunnita o si no deben pagar un monto de dinero para vivir como minoría en su llamado califato. A los cristianos les dan la posibilidad de escaparse, los abandonan en medio del desierto a su suerte. Los que pudieron sobrevivir, se quedaron sin nada. El Isis ofende la dignidad, a los ancianos les quitan los zapatos y a las mujeres las joyas”.
Massimino es abogada y secretaria de la Asociación Internacional de Investigadores sobre genocidio (International Association of Genocide Scholars), una organización fundada en 1994 que nuclea a investigadores de todo el mundo. La experta insiste en que prevalece una intención de destruir la identidad del que no es adoctrinado. “No es solo la eliminación física, también la destrucción de la identidad y la intención del adoctrinamiento que hace el Isis, de su comprensión particular del Islam. Hay manuscritos, iglesias y monasterios destruidos totalmente.”
El Isis es un ejército de 30 mil combatientes que ha reclutado a menores de 15 años y que paga con dinero y mujeres. Cuenta Massimino: “Entrevisté a dos mujeres de la religión jazidí que habían sido víctimas de la violencia sexual, esclavas sexuales por un año en manos del Estado Islámico. Ellas vivían en un campo de refugiados en una carpa y nos invitaron a comer, a mí y a dos trabajadores de mi organización. No nos quedamos porque nos dijeron que ellos tienen solo una ración de comida. Fue conmovedor: nos sacamos selfies, algo insólito en una guerra. Por esas dos horas sus vidas habían mejorado un poco”.
Los miembros del Isis son expertos en miedo, así los describe el periodista británico Cockburn. “Los videos que producen de sus combatientes ejecutando soldados chiítas y conductores de camiones desempeñaron un papel importante para desmoralizar a los soldados.”
Massimino afirma que conocía a la organización por sus videos de decapitaciones, ese horror hollywoodense, pero el nivel de destrucción es mucho mayor en vidas humanas y en cultura milenaria. “Lo que más me impactó fue hablar con las mujeres. Una adolescente que había estado secuestrada por los jihadistas cuando tenía 13 años y con quien conversé dos años después. No le pregunté directamente, pero es muy probable que haya sido esclava sexual”. La especialista habló con los desplazados internos, aquellos que abandonan sus casas ante la amenaza del Isis. “Hay más de dos millones de desplazados en el Kurdistán. Los campos de refugiados están cerrados como campos de concentración. Los cristianos tienen sus propios campos de refugiados y los manejan junto a Ongs. Cuando se les pregunta por el rol de las Naciones Unidas, es frecuente escuchar la frase ‘United por nothing`(unidos para nada)”.
Aunque se estima que la expansión territorial del Isis está siendo frenada y varios de sus jefes asesinados –el Pentágono informó el viernes que el número dos del grupo Abdel Rahmane al Qadouli había muerto en un bombardeo en Siria– la presencia de los jihadistas transformó en dos años la vida de millones de iraquíes. Las minorías religiosas que vieron trastrocadas sus realidades con la invasión norteamericana y la guerra hoy temen más que nunca la desintegración de sus comunidades.
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