Mar 03.05.2016

EL MUNDO  › EN AFGANISTáN CONFLUYEN LOS TRES GRUPOS TERRORISTAS

EI, Al Qaida y el talibán

La organización que fundó Bin Laden está una vez más extendiendo sus tentáculos en suelo afgano, pese a que el líder fue asesinado hace cinco años. Ese suelo le sirvió de base para planear ataques en el extranjero.

› Por Kim Sengupta *

Al Qaida está de vuelta en Afganistán, sumándose al Estado Islámico (EI) y al talibán para luchar por la Jihad. Los tres grupos terroristas islámicos más conocidos en el mundo están ahora en un escenario violento y empujando nuevamente a Occidente a un conflicto sangriento que había tratado de dejar atrás.

La CIA está celebrando el quinto aniversario de la muerte de Osama bin Laden publicando en Twitter una descripción de la misión secreta realizada por las fuerzas especiales de Estados Unidos, que lo mataron en Pakistán. La medida está destinada a destacar el legado del presidente Barack Obama en la lucha de Estados Unidos contra el enemigo número uno y subrayar la parte que jugó la agencia de inteligencia tras ese objetivo.

Sin embargo, 15 años después de que George W. Bush declarara la guerra contra el terrorismo tras los ataques del 11 de septiembre, con la promesa específica de destruir a Al Qaida en Afganistán, la organización que fundó Bin Laden está una vez más extendiendo sus tentáculos en todo el país que antes le sirviera de base para planear ataques en el extranjero.

Los funcionarios estadounidenses habían desdeñado informes sobre la creciente presencia de Al Qaida. Eso cambió recientemente con el reconocimiento del general de Jeff Buchanan, el segundo jefe de las fuerzas estadounidenses en el país: “El año pasado había una gran cantidad de cálculos de inteligencia que decían que dentro de Afganistán, Al Qaida probablemente tiene 50 a 100 miembros. Pero entonces se encontraron en un solo campo más de 150 combatientes. Dar con Al Qaida en Afganistán nuevamente fue bastante problemático”.

El campo en cuestión estaba en el distrito Shorabak de Kandahar. Capturarlo les llevó a las tropas estadounidenses, respaldadas por 63 ataques aéreos, dos días de intensos combates. Resultó ser el mayor complejo de Al Qaida encontrado en Afganistán, de una extensión no menor a 30 kilómetros cuadrados. Masoom Stanekzai, en calidad de ministro de Defensa del país, quiso hacer hincapié en el peligro que representa en el futuro: “Al Qaida es realmente muy activo. Se están preparando para ataques más grandes. Están trabajando detrás de otras redes, dándoles apoyo y la experiencia que tuvieron en otros lugares ... No están hablando demasiado, pero son una gran amenaza”. Una evaluación reciente de la OTAN encontró que los combatientes de Al Qaida están ahora activos en por lo menos 20 provincias.

Hubo rechazos iniciales similares el año pasado por parte de los funcionarios occidentales sobre la creciente fuerza del EI en Afganistán. El grupo que promete lealtad a Abu-Bakr al Baghdadi ahora nuclea a alrededor de 3000 combatientes que han llevado al conflicto a un nuevo nivel de barbarie con la tortura y decapitaciones de prisioneros.

El talibán por su parte continuó haciéndose cargo de parte de áreas, formando “gobiernos de la sombra” y en repetidas ocasiones llevando a cabo ataques en el corazón de la capital, Kabul. Las esperanzas de que el grupo avance en las conversaciones de paz con el gobierno afgano prácticamente han desaparecido.

No hubo mucha cobertura de noticias de Afganistán en los últimos tiempos con el foco puesto más en el último video del EI que salió de Siria. Pero Afganistán fue la cuna de la jihad moderna. La brigada internacional islamista financiada y entrenada por Occidente y sus aliados contra las fuerzas de ocupación rusas que se llevan la guerra santa a sus respectivas tierras.

Las esperanzas de Barack Obama de ser el presidente que apartó a Estados Unidos de Afganistán e Irak se han desvanecido. La renovada participación de las fuerzas estadounidenses en Afganistán se está llevando a cabo, sin embargo, bajo la menor mirada pública que en Irak. Tres años después que Estados Unidos lideró a ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) finalizó oficialmente su misión de combate, la actual fuerza de las tropas estadounidenses en el país asciende a casi 10.000. El total en Irak es 4500.

Uno de los comandantes de mayor prestigio del ejército de Estados Unidos, el general John Nicholson, ex jefe de las fuerzas aerotransportadas, fue nombrado recientemente jefe de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán, y ya se produjeron algunos avances significativos contra los insurgentes desde su llegada. Pero el general puso de relieve los peligros planteados por una “mayor vinculación” entre los talibán y Al Qaida y le dijo al Senado que va a volver a evaluar la propuesta anterior de reducción de tropas a 5500 el año que viene a la luz de la creciente violencia.

Esto no debía suceder. Tras la caída del régimen talibán del mulá Omar, Tony Blair declaró “esta vez no vamos a irnos”, como había hecho Occidente cuando abandonó el país al talibán y a la pobreza después de usar a los afganos para luchar contra los rusos. Pero eso es lo que efectivamente sucedió. Los recursos necesarios para garantizar la seguridad y la reconstrucción de Afganistán fueron enterrados, en cambio, en el agujero negro de Irak después de que George W. Bush decidió derrocar a Saddam Hussein –Blair lo acompañó fielmente–. No se hizo nada acerca de los refugios seguros en Pakistán, donde el talibán fue alimentado y provisto de agua por remanentes del ejército paquistaní y la policía secreta, ISI; como resultado, una insurgencia repuesta regresó al otro lado de la frontera para crear el caos.

ISAF fue enviado a Afganistán. Pero en 2013, frente a un público aliado cansado por la larga guerra, Occidente tomó la decisión de desvincularse. Esto fue seguido por el anuncio público de un calendario para la retirada, permitiendo así a los insurgentes y sus partidarios esperar y prepararse para ir a la ofensiva cuando llegara el momento.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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