EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Nunca Estados Unidos ha estado tan aislado en el continente, como en este siglo. Desde que Lula fue elegido presidente de Brasil en 2002 y, enseguida, al comienzo de su política exterior, conducida por Celso Amorim, el país frenó la firma del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) y se inició un proceso de consolidación y expansión de los proyectos de integración regional, que aislaron como nunca antes a Estados Unidos en América Latina.
La elección de Néstor Kirchner en Argentina, en 2003, ha permitido que los dos gobiernos más importantes de América del Sur constituyeran un eje alrededor del cual se fortaleció el Mercosur, se constituyó Unasur, el Consejo Sudamericano de Defensa, hasta llegar a la Celac, que dio por terminada, finalmente, la Doctrina Monroe en América Latina.
Frente a esa realidad de hecho, los gobiernos de EE.UU. han tratado de incentivar polos alternativos, como la Alianza del Pacífico, centrada en México, en Perú y en otros gobiernos neoliberales del continente, sin gran éxito. Después de intentar erigir a México como alternativa neoliberal en la región, vio fracasar rápidamente al gobierno de Peña Nieto. Al igual que pasó con el gobierno de Sebastián Piñera en Chile.
Mientras tanto, actuaba en los márgenes posibles, como fueron los casos de los golpes blancos en Honduras y en Paraguay. En Honduras el rol de Hillary Clinton fue decisivo, como la han increpado ahora en los debates de las primarias demócratas, cuando ella confirmó su participación en el golpe.
Frente al aislamiento en el continente, EE.UU. buscaba convivir con los gobiernos de Brasil. Obama se valía de su fair play al exaltar a Lula como “the guy”, frente a la irrecusable proyección internacional del presidente brasileño, pero tuvo dificultades con Dilma para justificar las escuchas ilegales en el gobierno de Brasil. Hillary visitó a Dilma, supuestamente para aprender de las experiencias de éxito de las políticas sociales, para darle un barniz progresista en su campaña, que necesitaba para consolidar su apoyo entre los negros y los latinos, a fin de triunfar en las primarias.
La inesperada elección de Mauricio Macri abrió las puertas para el sueño norteamericano de romper el eje de integración entre los gobiernos de Brasil y Argentina. Después de negarse a intervenir para evitar el absurdo de la acción arbitraria de un juez norteamericano en favor de los fondos buitre, Obama corrió rápidamente a visitar al nuevo presidente argentino para expresar la afinidad de EE.UU. con la nueva política económica del gobierno argentino y su disposición de abrir una nueva fase en las relaciones entre los dos países.
Frente al golpe blando en curso en Brasil, el silencio tanto del presidente norteamericano como de la favorita para sucederlo es ensordecedor. Mientras quiere aparecer como defensor de la democracia frente a regímenes como los de Venezuela y Cuba, se esboza el golpe blando más grande hasta ahora en el continente. Tanto Obama como Hillary no logran esconder que su silencio es señal de aprobación del intento de sacar el PT del gobierno por la vía de un golpe.
El sueño de reconstituir un eje neoliberal en el corazón de América del Sur, como había existido entre los gobiernos de Cardoso y de Menem, parece volverse realidad, aun de manera hipotética, muy precaria y de corta duración en Brasil. Sería el punto de apoyo para aislar y buscar derrotar a los gobiernos con los que Estados Unidos siempre se ha sentido más incómodo en la región: los de Venezuela, Bolivia y Ecuador–.
Una complicidad escandalosa con los golpistas demuestra que el imperio siempre supo que la política del gobierno brasileño es esencial para la resistencia a su dominación de la región y que el imperio no cambia sus posiciones, apenas se adapta a situaciones adversas. Pero el prestigio de Estados Unidos en el continente está definitivamente afectado, todavía más que la decadencia económica norteamericana que no le permite competir con los extensos acuerdos de China y Rusia en toda la región. Pero la política imperial norteamericana nunca ha dejado de embarcarse en las aventuras golpistas en la región, como lo comprueban las vergonzosas actitudes actuales de Obama y de Hillary.
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