Mar 10.05.2016

EL MUNDO  › OPINIóN

Una lucha larga e intensa

› Por Oscar Laborde *

La decisión del presidente interino de la Cámara de Diputados de Brasil, Waldir Marañao, de anular el trámite legislativo que concluyó con la aprobación al inicio de juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, agrega más incertidumbre y desconcierto a la difícil situación del país.

La oposición a Dilma que impulsa el impeachment seguirá adelante con su objetivo y tratará de votar nuevamente, lo mas rápido posible, la ratificación del inicio del juicio político para que pueda ser aprobado en el Senado por simple mayoría. Por otro lado el PT, las centrales de trabajadores, los estudiantes y otros sectores aumentarán las movilizaciones y otras medidas de fuerza para evitar que se consume este poco disimulado golpe de Estado. La puja está planteada y se profundizará en las próximas horas.

La brutalidad y torpeza con que ha actuado la derecha, que cuenta con el visto bueno de EE.UU., no sólo violenta a la democracia, sino que genera un estado de cosas que afectará, evidentemente, a una economía que ya de por sí atraviesa serias dificultades. ¿Quién invertirá en el país en estas condiciones? ¿Quién facilitará préstamos y a qué tasa lo hará? ¿Qué autoridad tendrán las grandes empresas brasileñas, con sus ejecutivos procesados y algunos ya condenados?

Pero las novedades diarias y el vértigo y cantidad de noticias pueden hacer perder de vista lo principal. ¿De qué se acusa a Dilma y por qué quieren voltearla?

Este intento de destitución con un golpe de Estado en marcha se explica por la ofensiva ideada e implementada por EE.UU., que pretende revertir el proceso que se consolidó cuando se le dijo “No al ALCA”. Washington nunca digirió esa derrota e implementó un plan para volver a disponer de la región, como lo hizo casi siempre a lo largo de la historia: impulsó un modelo de integración antagónica al Mercosur, como fue la Alianza del Pacífico, golpes de Estado en la región (exitosos en los casos de Paraguay y Honduras) y desestabilizó a los gobiernos populares que no lo obedecían, impulsando una “nueva derecha” que tiene a Macri como su máximo exponente.

Como parte de ese plan, agredió sistemáticamente a Venezuela y alentó a la oposición brasileña a destituir a Dilma para poder alinear a Brasil con sus intereses y alejarlo de la participación en el proceso regional con un sentido popular.

¿Y de qué se la acusa a Dilma? ¿Está involucrada en la investigación de corrupción en Petrobras?, ¿lavado de dinero?, ¿enriquecimiento ilícito?, ¿malversación de fondos? No, nada de eso. Se la acusa de “maquillar” los balances del gobierno, por reasignación de partidas presupuestarias, y de diferir algunos gastos para el año fiscal siguiente en el último ejercicio. Pero eso lo hizo durante todos sus años de mandato, como lo hizo también Lula da Silva y Henrique Cardoso, es decir que era una práctica totalmente habitual. Y por eso la quieren destituir. Cuesta creerlo. Por supuesto que este plan cuenta con la descarada complicidad de los medios de comunicación hegemónicos de Brasil que ocultan, justifican, difaman, mienten, exageran, distorsionan todo lo que haga falta.

No es sólo la necesidad política de la derecha de destruir al PT y a sus logros, de interrumpir un proceso de integración inconveniente para EE.UU., sino, además, un profundo odio de clase de una élite que ve la prosperidad del pueblo con repugnancia.

¿Qué pasará entonces? Puede ser que el golpe en marcha se evite con la movilización popular. Lamentablemente este esfuerzo no contará, como en otros intentos en la región, con la solidaridad del Mercosur, ni de la Unasur. La posición del gobierno argentino es vergonzosa, Macri pidió la expulsión de Venezuela por la prisión de Leopoldo López, que se entregó a la Justicia y fue condenado por golpista, pero decidió no hacer nada por la situación del Brasil, que podría dejar un grave antecedente.

Puede ser que Diputados ratifique la votación para llevar a Dilma a juicio político y que el Senado también. O puede ser que éste avance desconociendo lo dispuesto por Marañao. En ese caso asumirá el vicepresidente Temer y, como ya adelantó, tomará fuertes medidas de ajuste que complicarán aun más las condiciones de vida del pueblo y alineará al Brasil a la política norteamericana, como ya hizo Argentina. Es posible que esta situación finalmente obligue a elecciones anticipadas.

Nuevamente las élites en complicidad con el país del Norte y los sectores populares apostando a la movilización del pueblo.

Difícil pronosticar el resultado. Lo que sí queda claro es que en la región la lucha entre los que queremos patria e integración regional con contenido popular y los que quieren volver a tiempos pasados será larga e intensa.

* Director del Instituto de Estudios de América latina-CTA.

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